RHC Cadena Azul. Foto: Tomada de www.envivo.icrt.cu.
El 11 de agosto de 1955 una noticia de última hora acaparaba espacio en todos los noticieros radiales. Amado Trinidad Velasco, exmonarca de la radio cubana, había aparecido ahorcado en su finca San José, en las afueras de Guanajay. En ruina, triste, solo y olvidado por los que más le debían y por los que tanto lo adularan, el otrora poderoso dueño de la RHC Cadena Azul, dedicado en los últimos tiempos a un modesto negocio de venta de flores, decidía privarse de la vida. Lo encontraron en camiseta y plantillas de media, colgado del gajo de una mata de mango.
Los que lo conocieron en sus buenos tiempos lo recuerdan como “un hombre soberbio, ególatra y endiosado”, al que se le fabricó una personalidad de “guajiro campechano y bienhechor” en medio de una corte en la que fue “rey y bufón al mismo tiempo”. Se habla de su “incultura crasa”, de su “concepción espectacular de la vida”, de su “insólita capacidad para derrochar dinero”. Un día se le vio encender un tabaco con un billete de cien dólares, y otro, gastarse 14 000 en un cumpleaños. Se dice que una mujer –una manicura a la que convirtió en su esposa y en vicepresidenta de su empresa– lo precipitó en su caída. Cuando su bolsa, que parecía inacabable, empezó a enflaquecer, el magnate, que comenzaba ya a dejar de serlo, fue presa de prestamistas vulgares y, lo que es peor, terminó “garroteado” con el dinero que sus “amigos” y “hombres de confianza” le robaron.
“La vida de Amado Trinidad en el terreno de los negocios fue espectacular, sorprendente, la que en 10 años se elevó a insospechada altura. No creemos que exista otro caso en el que se haya dado tal cantidad de calificativos sin que los mismos correspondieran al contenido: escritor, periodista, compositor, sportsman, director artístico. El hombre mejor vestido del trópico, etc. Calificativos que de tanto oírlos llegó a creerlos, para caer más tarde abatido, sin gloria y sin fortuna. Y lo que es más doloroso, sin el agradecimiento de quienes le debían cuanto tenían en dinero y en popularidad”, escribe Oscar Luis López en su libro La radio en Cuba, donde, al igual que Llorar es un placer, de Reynaldo González, se dedican muchas páginas, a la trayectoria empresarial, ascenso, decadencia y muerte del Guajiro de Ranchuelo.
Guerra a muerte
Amado fue