El próximo mes de agosto Gustavo Petro será investido oficialmente como el nuevo presidente de Colombia, el primero de izquierda que llega a la Casa de Nariño.
Después de lograr los votos de más de la mitad de los colombianos (50,4 %), pero no por amplio margen, tendrá como prioridades la necesidad de armar mayorías, vencer al narcotráfico y lidiar con las resistencias de militares y empresarios para poder gobernar un país polarizado.
Su primer choque será con el Congreso (conformado por el Senado y la Cámara de Representantes). Se enfrentará a una oposición muy dura, porque la derecha es la principal ideología en ese país, y las trabas del organismo legislativo pueden dilatar o imposibilitar el cumplimiento de sus promesas de campaña.
Petro, de 62 años, ha propuesto gobernar para las minorías y los pobres, en un país con más de 21 millones de personas que viven en la pobreza y 7,4 millones en la pobreza extrema, según datos del Departamento Administrativo Nacional de Estadística.
En sus primeros cien días pretende enfocar sus esfuerzos en un plan de emergencia contra el hambre, pues la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) considera a Colombia como el país de América del Sur con mayor riesgo de inseguridad alimentaria. Para este 2022, más de siete millones de colombianos necesitarán asistencia alimentaria.
El hombre que durante la campaña prometió ambiciosas reformas en materia de pensiones, impuestos, salud y agricultura, dijo que «solo sobre la base de crecer económicamente, de producir, es que podremos también redistribuir».
En su primer discurso luego de conocerse los resultados electorales, anunció que «vamos a desarrollar el capitalismo en Colombia, no porque lo adoremos, sino porque tenemos primero que superar la premodernidad en Colombia, el feudalismo en Colombia, los nuevos esclavismos».
La nación sigue siendo la mayor productora de cocaína a nivel global, lo que se traduce en un gran flujo de armas, violencia, corrupción y crimen organizado.
Para atacar ese flagelo, el gobierno de Petro necesitará la colaboración de sus vecinos, y justo ahí tiene otro de sus grandes retos: su proyección hacia la región, en especial con Venezuela, con la que Bogotá mantiene una relación bastante tensa por la desacertada injerencia del mandatario saliente, Iván Duque.
También está su relación con el ejército. Tras la toma de posesión, los militares tendrán que jurar lealtad a un exmiembro de la guerrilla. Será clave el nombramiento para Ministro de Defensa.
Se suma el mercado, que facilita o complica cualquier gestión, y para Petro parece que no será fácil. Luego de su triunfo, la bolsa de valores se desplomó un 5 %, mientras que la acción de la petrolera Ecopetrol –principal compañía de petróleo– cayó un 11,23 %.
Petro tendrá mucho que enfrentar, y los escollos, que seguirán apareciendo, solo permiten avizorar que la lista de sus retos cierra hoy con puntos suspensivos.