Camagüey.–Los vecinos del barrio Nitrógeno, en la periferia de esta ciudad patrimonial, disponen, por fin, de una nueva bodega a la que pusieron por nombre La Excepcional, quizá por las facilidades que ofrece de comprar, en un mismo local espacioso y confortable, distintos tipos de productos.
Era este un planteamiento «histórico» de los electores de la circunscripción 119, en el consejo popular de Buenos Aires-Bellavista, quienes debían acudir a otras tiendas mucho más alejadas, con las correspondientes molestias, a adquirir la canasta familiar normada y otros artículos de primera necesidad.
Con no pocos problemas materiales y sociales acumulados, esa comunidad vive hoy un despertar de aliento y esperanza, al ser incluida entre los cerca de 70 asentamientos que en la provincia son objeto de un programa transformador, para cuya ejecución el gobierno local asignó este año más de 40 millones de pesos.
«Aunque está claro que todas las necesidades no pueden resolverse de golpe y porrazo, la gente comienza a notar un cambio, se siente más motivada y en igual medida crece también su apoyo a las acciones constructivas que asumen entidades del territorio», comenta el delegado Arley Marcelino Elisa Socarrás.
Lo cierto es que asuntos dilatados en el tiempo o engavetados bajo la respuesta de «explicada la causa de no solución», hallan hoy una salida favorable, no gracias a la varita mágica de alguien, sino fruto de la perseverancia y la búsqueda de alternativas para construir, entre todos, una comunidad mejor.
A partir de ese enfoque renovador, además de la bodega y de la instalación de las redes del acueducto, se han construido y rehabilitado viviendas (principal problema de la zona), y se avanza, entre otros trabajos, en la eliminación de pisos de tierra, la reparación de la escuela primaria y el mejoramiento de las calles.
Elisa Socarrás se siente hoy mucho más respaldado, pues, a la par de los cambios graduales en el paisaje físico del barrio, se aprecia una mayor cohesión en el funcionamiento del grupo de trabajo comunitario a la hora de enfrentar los desafíos que a diario se presentan en el ambiente social de la circunscripción.
Gracias al diagnóstico de las situaciones específicas de cada familia se han entregado recursos a madres solteras, se atienden de manera diferenciada casos de ancianos solos y de ciudadanos alcohólicos, y se encauza la incorporación de jóvenes al trabajo, a través del aprendizaje de distintos oficios.
«No todos, refiere el Delegado, responden de igual manera. Si bien hay muchas personas que sí apoyan, hay que reconocer que otras se quedan sentadas en espera de que vengan a resolverles sus problemas. Ese cambio de mentalidad, en el que estamos enfrascados, es más difícil que construir una casa nueva».
PARA QUE «EL JARDÍN» HAGA HONOR A SU NOMBRE
Como la barriada de Nitrógeno, hay otras muchas alrededor de la urbe principeña, surgidas por la emigración desordenada desde otras localidades, situación que se hizo más notoria durante la década de los 90 del siglo pasado, con el cierre de centrales azucareros y el languidecer de importantes zonas agrícolas.
Esa fue, entre otras, una de las causas del crecimiento vertiginoso del reparto El Jardín hacia las afueras de la ciudad, no siempre acompañado por la observancia de las regulaciones urbanas, debido al actuar pasivo de los organismos encargados de hacerlas cumplir con rigor.
Buena parte de los vecinos del lugar son electores de la circunscripción 38, en el consejo popular de Vista Hermosa, evaluada por las autoridades locales en situación de vulnerabilidad, al coincidir la existencia de disímiles problemas sociales con otros de índole físico-ambiental.
«Son tantos los asuntos acumulados a lo largo de los años, expresa el delegado Juan Carlos Álvarez Regueiro, que no todo se puede hacer al mismo tiempo y eso hay que hacérselo saber a las personas, en diálogo transparente con ellas, para definir prioridades y motivar su colaboración en las cosas que se hagan».
En un tiempo relativamente breve creció allí el «inventario» de soluciones: se repararon puentes, calles, bodegas y consultorios médicos, se rehabilitan viviendas, se instalaron luminarias, se desobstruyeron fosas y se buscaron alternativas para el drenaje de las aguas pluviales, entre otras acciones.
Según los estudios realizados, vivienda a vivienda, se organizó la atención de ocho familias consideradas casos críticos, a las cuales se les ha entregado camas cameras y personales, colchones, sábanas, toallas, mesas y sillas, entre otros artículos que sirven para paliar su situación.
Álvarez Regueiro insiste, sin embargo, en que no se trata solo de asistir a las personas más necesitadas con bienes materiales, sino de buscar junto a ellas posibles variantes de inserción social para que sean parte activa, no simples espectadores de la solución de sus problemas respectivos.
Muchas de esas cuestiones, reconoce el Delegado, nada tienen que ver con las limitaciones reales de recursos que enfrenta el país; más bien, con una manera diferente de actuar que cierre todo resquicio a la insensibilidad, las falsas promesas, el «peloteo», las respuestas superficiales y las soluciones a medias.
CAMBIAR EL VECINDARIO CON ESFUERZO Y UNIDAD
El principal reto que asumen los grupos de trabajo comunitario, con los delegados de circunscripción al frente, es, primero, estabilizar su funcionamiento y, luego, ser capaces de aglutinar esfuerzos y voluntades en pos de cambiar el entorno físico-ambiental, a la par de los hábitos y conductas de las personas.
En ningún caso deben ser tratamientos cosméticos pues, más allá de las muy necesarias mejoras materiales, se requiere de ir a lo profundo de las causas que originan los males sociales, para sumar en lugar de perder, desalentar el egoísmo y la indiferencia, e incentivar actitudes de entrega al bien común.
Casi siempre alejadas de los centros culturales, comerciales y gastronómicos, las comunidades necesitan de la creación de espacios para el sano esparcimiento, el acceso a las diferentes manifestaciones de la cultura o la incorporación de los niños, adolescentes y jóvenes a proyectos socioculturales.
Hay que aprender a «zapatear» esos lugares hacia sus cuatro puntos cardinales, como única manera de convertir en seres de carne y hueso los fríos números estadísticos de discapacitados, alcohólicos, familias disfuncionales, madres solas con varios hijos o muchachos y muchachas que ni estudian ni trabajan.
Hacia tales derroteros encamina sus pasos el programa transformador, llamado a aportar muchísimo en bien de la sociedad si renuncia a los golpes de efecto aparente y asume sus propósitos con rigor, responsabilidad y deseos de hacer causa común con las personas más desfavorecidas.
De ello dan fe, con sus proyectos comunitarios, los integrantes de la Federación Estudiantil Universitaria (FEU), quienes reconocen que, al salir de la «zona de confort», encontraron en esos lugares a mucha gente entregada cada día a buscar la belleza y el sentido de la vida en medio de circunstancias sumamente adversas.
«Yo pude haber nacido en Nitrógeno, necesitar amor como ellos, un juego un domingo, una canción como alimento espiritual. Por eso me siento feliz de ser parte de algo tan bonito, que no se refleja en ninguna nota o asignatura…», escribió en emotiva crónica la estudiante de Periodismo Laura Marian Bacallao Padrón.
La joven calificó la experiencia como «un ejercicio de cicatrización para purgar las cargas y tristezas», antes de asegurar que la mejor manera de vivir el centenario de la FEU «es creando valores, revolucionando mentes, sacando a la universidad del aula para transformar el barrio en una filial más».