«Malogro, resultado adverso de una empresa o negocio», así define la Real Academia de la Lengua Española la palabra fracaso, un término muy usado por estos días para referirse a unos de los principales acontecimientos informativos en curso: la IX Cumbre de las Américas.
El fiasco ha sido tan evidente que ni siquiera los medios de comunicación occidentales, con sus sesgos siempre proimperialistas, lo han podido ocultar.
«Biden trata de evitar el fracaso de Cumbre de las Américas» (Los Angeles Times), «Cumbre de las Américas: entre incertidumbre y temor al fracaso» (RFI), «Arranca la Cumbre de las Américas con gran riesgo de fracaso» (EFE), «La Cumbre de las Américas se sitúa al borde del fracaso por los vetos y las deserciones» (La Vanguardia), «Cumbre de las Américas: ¿Logrará Biden evitar el fracaso?» (El Financiero), han sido son algunos de los titulares respecto al evento.
Estados Unidos llega a la Cumbre de las Américas con múltiples deudas, no solo hacia la región, sino también hacia lo interno, lo que condiciona su histórica influencia injerencista y monroista hacia el hemisferio.
La nación norteña apenas se recupera de los estragos que le ocasionó la pandemia de la COVID-19; enfrenta el desafío de una creciente polarización política y social sobre la regulación de armas de fuego, con más de 230 tiroteos en lo que va de año. Además, teme una posible crisis energética a causa del conflicto ruso-ucraniano, enfrentamiento que se ha encargado de atizar enviando armas a Ucrania e imponiendo sanciones al gigante eslavo.
La ineficiente organización de la IX Cumbre, y los forcejeos de última hora en torno a la lista de invitados, demuestran que América Latina no es una prioridad para el presidente de Estados Unidos.
Según algunos expertos, la ausencia de tantos mandatarios podría convertirse en un motivo de bochorno para Biden, a quien le ha costado imponer el supuesto liderazgo de su país en una región con un alto nivel de desconfianza hacia EE. UU.
La nación anfitriona no esperaba tampoco que los excluidos –Cuba, Nicaragua y Venezuela– recibieran tanto apoyo de los países del continente, una solidaridad espontánea ajena a las presiones tan comunes, por oposición, en la política internacional estadounidense.
Sin duda, un fracaso aún mayor sería que los invitados terminen tomando la palabra para denunciar la exclusión y las medidas unilaterales, como ya han anunciado algunos participantes.
«Nos estamos aislando al dar ese paso, porque tienes a México, tienes a países del Caribe diciendo que no van a venir, algo que solo va a hacer que Cuba luzca más fuerte que nosotros», alertó Ben Rhodes, quien fuera viceconsejero de Seguridad Nacional en el gobierno de Barack Obama.
Un fracaso adicional resultó que no llegaran hasta Los Ángeles los presidentes de Guatemala, Honduras y El Salvador, los tres países de donde más personas salen hacia Estados Unidos. Sobre todo, porque es noticia que una nueva caravana de más de 5 000 migrantes avanza por el sur de México, nación que tampoco está representada en la Cumbre al más alto nivel.
Lo más probable es que la IX Cumbre de las Américas sea recordada tan solo por sus exclusiones, y por una foto «de familia» con muchos miembros ausentes.