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¿Socializar qué Marxismo: el petrificado o el permanentemente actualizado?

“Todo lo que sé es que yo no soy marxista”, fue la reacción del mismísimo Marx ante la vulgarización de sus ideas. El heterodoxo “Prometeo de Tréveris” era consciente ya de lo dañino —si de lucha y de Revolución se trata—, de “aplicar a Marx como quien aplica un cartabón o un molde”. Los reduccionismos, las tergiversaciones y los dogmatismos que ha padecido esta ciencia de lo real que hoy conocemos como Marxismo, han resultado puñaladas a su dialéctica para el descubrimiento y a su concepción de la historia, concebidas para emancipar y trasformar el mundo.

En nombre de Lenin, pero negándolo, los estalinistas “ritualizaron” al Marxismo, la convirtieron en una Iglesia, con sus correspondientes catecismos y breviarios, con sus manuales llenos de frases hechas y simplificaciones. Y servían para ser memorizadas y aprobar exámenes, pero no para evolucionar, crítica y sostenidamente, las ideas del Socialismo.

Una de estas frases incendió el segundo encuentro con la asignatura de “Socialismo Científico”, en el segundo año de mi carrera universitaria. Aquella de que el “futuro le pertenece por entero al Comunismo”, que la profesora leyó de sus cartoncitos. No se me olvida la expresión de la tan educada lectora cuando un melenudo estudiante, proveniente de la extinta República Democrática de Alemania, le lanzó aquello de que esa misma frase había sido titular en el periódico del Partido Comunista Alemán, el día ante de que cientos de jóvenes echaran abajo el Muro de Berlín. Nada de de lo que trajo para leernos explicaba aquellos fenómenos de regresión al capitalismo de los que habían sido testigos una buena parte de los que la escucharon hasta ese minuto, hasta aquella frase que recordó el esqueleto de un extinto dinosaurio.

El que la profe nos traía era un marxismo petrificado, nada que ver con el marxismo vital y vivificador que en el primer año nos había compartido Rubén Zardoyas y que tanto nos sirvió para debatir la realidad cubana de entonces con los que había recién llegado del “desmerengado” campo socialista europeo. Esa suerte no la compartían los que venían de allá, donde se socializaba un marxismo ideologizado plagado de estereotipos. Un materialismo histórico divorciado de la dialéctica que, como argumenta el académico ruso Serguei Kara-Murza, socavó la hegemonía del régimen soviético.

Según el autor de Manipulación de la conciencia, las huestes de Gorbachov se aprovecharon de los estereotipos del materialismo histórico enraizados en la forma de pensar del pueblo soviético. Las herrumbradas “leyes objetivas” del “desarrollo social”, condicionaron el éxito de sus maquinaciones, de su reiterada idea del carácter “erróneo” y “antinatural” del régimen soviético. Porque, según varios intelectuales de la izquierda, se infringieron las leyes objetivas de la historia que Karl Marx había descubierto (desde un particular contexto, el capitalismo de Europa, y sin los datos de la otra gran parte del mundo, en otros tiempos socioeconómicos y culturales).

Hasta el sol de hoy se repiten como dogma esta idea promovida durante la Perestroika de que el socialismo soviético estaba condenado al fracaso por haberse suscitado en un país con “insuficiente desarrollo capitalista”. Como si las otras revoluciones socialistas (que son las que aún sobreviven) no hayan ocurrido también en países campesinos: China, Vietnam y Cuba.

Dos estereotipos le resultaron capitales a los promotores de estas reformas. Por un lado, el asentamiento del fatalismo, un determinismo según la cual las leyes objetivas se abrirían paso a través de las casualidades, de la que se deducía la idea de la seguridad en la estabilidad, en el equilibrio del sistema sociopolítico. Estereotipo que indujo a una amiga de Kara-Murza a escribirle después de la debacle: “Creo en la ley de la negación de la negación y por eso estoy tranquila: el socialismo en Rusia se restablecerá”.

Otro reflejo condicionado fue la indiferencia ante los momentos críticos, los puntos de bifurcación, que marcan la excepcionalidad, la ruptura e irreversibilidad de una tendencia acumulada. Dentro de este marco determinista se sobrestiman las leyes objetivas, los “hechos fulminantes de la vida” (hasta ahora dados, observados e interpretados), y se subestiman las acciones pequeñas oportunamente ejecutadas, en los momento críticos de equilibrio inestable.

Es lo que desde diversas ciencias, con enfoque de complejidad, se describe con una metáfora: el “efecto mariposa”. Son pequeños cambios, a veces imperceptibles, o insignificantes para el observador, como el aleteo de una mariposa, capaces de generar cambios insospechados, el surgimiento de fenómenos tan grandes e impactantes como los huracanes. Desde estas ciencias se habla entonces de equilibrios inestables y de procesos de ruptura del orden estable, la transición del orden al caos y el nacimiento de un nuevo orden.

Hay un ejemplo del mundo de la química muy ilustrativo de estas dinámicas de cambio, cuando un minúsculo factor externo puede determinar la manifestación o no de ciertas condiciones objetivas. Cuando una dilución está en el punto de cristalización, tiene las condiciones objetivas para transitar del estado líquido al sólido, y el cambio se produce, tan rápido que parece milagroso, con un pequeño golpe en el recipiente o la añadidura de un minúsculo cristal. De igual modo, se ha logrado la cristalización de diamantes, en condiciones similares al manto de la tierra, mediante golpes eléctricos de 0.4 a 1 voltio.

Ese aleteo o golpe externo que empuja un proceso en una u otra dirección puede ser un palo noticioso, la siembra de una “falsa bandera”, un montaje espectacularizado por los medios, o el posicionamiento de un hastag. Elementos subjetivos subestimados por los más ortodoxos, para los que un marco discursivo, o una metáfora no pueden ser parte de la realidad. Cegados por el celebérrimo modelo explicativo de la Teoría del reflejo, aquel correlato de: realidad-percepción-conciencia, que ha sido superado por varias ciencias; criticable por el propio Marx, quien en La ideología alemana expresó: “el lenguaje es la conciencia practica” y “la conciencia es un producto social”. Y que “la idea deviene fuerza material si se apodera de las masas”.

Del poder de los discursos de odio saben bien los manipuladores que han orquestado las “revoluciones de colores”. Para que se produzca una acción colectiva no solo deben darse ciertas premisas o condiciones, sino que se debe provocar mediante una pequeña acción o suceso controlable en el momento adecuado. Como plantea el autor ruso, “Toda la Perestroika por lo general se hizo con `alitas de mariposas´ con ideas falsas y provocaciones”. Y concluye que “si se conoce la escala de valores y los estereotipos de los grupos sociales activos, es posible obligarlos a actuar en determinada dirección gracias a la influencia de señales muy breves”. Y entre las señales pone como ejemplo “canciones obscenas”.

De ahí la necesidad, como alentaba el marxista venezolano Ludovico Silva, de una continuación critica del marxismo “clásico”, de no aplicar a Marx como un paradigma; de entender su dialéctica, no como un sistema filosófico inamovible y perfecto, “sino como un método que debe transformarse con la historia misma que es su objeto epistemiológico”. Lo que comprende investigar y analizar la historia de sus sucesivas y recurrentes adecuaciones a la realidad cambiante. Dinámicas reflexivas, de aproximación sucesiva y de comprobación práctica que, como ha señalado Isabel Monal, se pude comprobar en las notas de Lenin antes, durante y después de la Revolución de Octubre.

Como socializó en un post el académico Ernesto Estévez Rams: “Ir a Marx siempre es una aventura intelectual no apta para los ligeros de pensamiento. Marx no cabe en memes, y sus explicaciones no pueden escribirse en los márgenes de los libros. Desentrañar leyes económicas y sociales, de la manera que él lo hizo, simultáneamente a aplicar, en ocasiones por primera vez, el método científico a diversas disciplinas sociales, no es poca cosa. Más bien, es cosa de titanes con toque masivo de genio. Pero al margen de estas consideraciones, quisiera enfatizar que el horizonte de Marx era la transformación de la sociedad capitalista en la comunista. Nada de términos medios, radical como consecuencia práctica de sus conclusiones científicas y filosóficas.

”Para los que invocan a Marx para denostar de la Revolución cubana, no quieren que se les recuerde, que Marx no analizó la comuna de París para negarla, sino para aprender de ella. La realidad se construye a mano y errando. Aquella frase de Marx de que él no era marxista encierra su convicción profunda en la negación de la negación. Ese marxismo “ligero” que vemos tanto en Latinoamérica, como también en Europa, particularmente España, renunció a transformar el mundo y solo quiere acomodarlo para que no luzca tan feo. Hay quienes recetan para Cuba, desde nuestro mismo patio, un marxismo “pos” que dicen argumenta la necesidad de la restauración capitalista. Son los que solo pretenden el marxismo como carrera académica, que sirve para publicar artículos y posar de sabios críticos e iluminados, pero no implica la militancia social y termina siendo estéril ejercicio de satisfacción de egos. También sirve para alianzas espurias que, en muchos casos, incuban traiciones en nombre de un Marx `traicionado´. A mí, aquella frase del Che de que el deber de un revolucionario es hacer la revolución, se me parece mucho a la frase que perpetúa la memoria de Marx en su tumba”- concluyó, problematizando su legado.

Se hace urgente  actualizar el Marxismo  con el aporte de nuevas ciencias como la semiótica. (Miguel Brieva)

En tal sentido, considera el joven marxista Iramis Rosique, “las personas que nos `dediquemos´ a la revolución, debemos estudiar las batallas y las elaboraciones del pensamiento de Marx, y los avatares de esa tradición en el devenir de las luchas revolucionarias, y en el desarrollo del pensamiento social (que son también dos enfoques, dos líneas, para estudiar la historia del marxismo). No basta ningún autor, sino que hay que estudiar junto a las elaboraciones teóricas, los contextos, las condiciones que les dan sentido. Ningún marxista revolucionario serio elaboró teoría pura, suspendida en el éter, con verdades dadas de una vez: todas esas concepciones desarrolladas, todos esos torrentes de ideas, responden a momentos específicos de sus vidas como revolucionarios, a posiciones políticas, a necesidades y urgencias de las revoluciones”.

“Hay que estudiar, o intentar conocer, informar, todo el buen marxismo, porque desde Marx hasta escuelas tan aparentemente distantes como el marxismo producido en la India o el “open marxism” británico, contienen pistas que nos permiten orientarnos y pensar problemas a los que nos enfrentamos hoy. Y especialmente debemos estudiar muy de cerca el pensamiento marxista que han producido los cubanos, desde líderes como Fidel o el Che, hasta los herejes del primer Departamento de Filosofía, u otros igual de herejes y más olvidados como Raúl Cepero Bonilla, Walterio Carbonell o Manuel Moreno Fraginals”, me compartió el columnista de La Tizza.

Se hace urgente actualizar el Marxismo con el aporte de nuevas ciencias como la semiótica, o de autores que aunque no se reconocen como marxistas han profundizado en fenómenos desconocidos o no tratados por Marx, Engels o Lenin.

En opinión de Rosique, “Hay ríos de tinta marxista que han explicado los modos en que el capitalismo opera sobre la subjetividad, los modos en que se desenvuelven los fenómenos de la conciencia, del orden simbólico. Eso está, y se sigue desarrollando todo el tiempo hoy: los epistemólogos del Sur, los estudiosos del capitalismo cognitivo y del “general intellect”; autores como Jameson o Mattelart tan ocupados de los modos en que la cultura y la comunicación se configuran como dispositivos de dominación en el capitalismo; ya antes los frankfurtianos o Benjamin y su tesis del capitalismo como religión, Hinkelammert y su crítica de la racionalidad del capitalismo; hay mucho buen Marxismo que permite aproximarse y comprender estos fenómenos de la subjetividad en cuyos planos se da la lucha de clases, ahora bajo la forma de guerra cultural. Entonces para comprender y afrontar con eficacia algo como la guerra cultural también hace falta recurrir a un Marxismo que se escapa de los límites del viejo marxismo-guion-leninismo de corte soviético. E incluso habrá que recurrir a autores que, sin decirse marxistas, son muy agudos en la comprensión de los mecanismos de dominación del capitalismo tardío como Foucault, Delleuze, Bauman, y a cuerpos teóricos igual de críticos con la sociedad capitalista como el psicoanálisis, mal visto por el marxismo soviético, pero a la postre poderosa herramienta para entender la psiquis enajenada que produce el capitalismo”.

Para tal cometido valen las advertencias de Estévez Rams, en cuanto a dos tendencias, igual de perniciosas. “Por un lado tenemos a los que siguen apelando a los textos de Engels, Marx y Lenin, para colmo mal digeridos. Por otro, todos los desarrollos posteriores del llamado posmarxismo incluyendo unas cuantas corrientes del pensamiento posmoderno, son, desde el punto de vista científico, galimatías puras, retorno a un idealismo de la naturaleza absurdo, y apropiación ignorante y pedante de la epistemología y la ontología de las ciencias naturales que se ha desarrollado desde la revolución moderna y continua de la física, la matemática y la biología”.

“El empirismo positivista y pospositivista, le ha ganado la pelea al Marxismo en el discurso público. Hay una confusión tremenda de conceptos y resultados científicos en las áreas señaladas que se usan como instrumentos ideológicos por parte del capitalismo y que no tienen realmente respuesta marxista adecuada en el mismo plano. Hay una hegemonía de la instrumentalización de las ciencias sociales en el abordaje de la ciencia y la técnica que copia del pragmatismo anglosajón en detrimento de la visión más abarcadora del Marxismo original. En Cuba, particularmente, este tema apenas es abordado en los estudios de las ciencias sociales. Sin ser absoluto y solo como inventario de limitaciones, tenemos una dependencia teórica del posmarxismo que es subdesarrollada y en no poca medida colonizada. No nos hemos divorciado de la idea de buscar los referentes teóricos en estas áreas, en Europa. Nos lastra la falta de creatividad científica en estos temas. Esas limitaciones tiene importante implicaciones prácticas en la formulación de políticas públicas en la ciencia, la innovación y más grave aún, en la comprensión de el papel de las ciencias naturales en nuestra sociedad. Hemos sucumbido a la idea liberal de que las ciencias deben verse solo en su relación a las fuerzas productivas y hemos subestimado su papel como ideología en la conformación de una cultura de emancipación”, apunta el presidente de la Cátedra de Cultura Cientifica “Félix Varela”.

De modo, que solo enriqueciéndolo permanentemente, lo mantendremos vivo y movilizador. Que es, al mismo tiempo, la mejor manera de rendirle honor a los “clásicos”, un listado que se expande con la validación práctica del Socialismo mejor, entre los posibles, por el retorno completo del hombre hacia sí mismo”.

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