VILLA CLARA, Cuba. — En apenas cuatro metros cuadrados, Eduardo y Roberto dispusieron tres pequeñísimas mesas con dos banquetas cada una para ofertar almuerzos. El espacio de la cocina resulta aún más reducido que el sitio para comer, pero se las arreglan para terminar en un tiempo prudencial los numerosos pedidos de los mediodías. Mientras Eduardo fríe las hamburguesas, Roberto calienta el arroz frito y lo decora con ensalada y algunos trozos de viandas al precio de 70 pesos. También ofertan completas de arroz con frijoles, con chícharos y croquetas: ninguno de los platos supera los cien pesos en moneda nacional.
Este pequeño negocio llevado por la pareja resulta único en la ciudad de Santa Clara. Con la apertura de restaurantes y cafeterías luego de la pandemia, la mayoría de quienes montaron emprendimientos similares lo hicieron para obtener ganancias súbitas con la venta de comida, por lo que los precios pocas veces se equiparan con el salario promedio. Salir a comer o almorzar a cualquier establecimiento “de moda” significa invertir cerca de 200 o 300 pesos por un plato.
Eduardo y Roberto nombraron “Fonda plus” a su comedor y está pensado como un espacio inclusivo, para personas con bajos recursos, para trabajadores estatales que necesitan un almuerzo, para ancianos de la vecindad que sobreviven el mes con una jubilación y que no pueden permitirse una pizza por cuarenta pesos o un pan con minuta a 50.
Las fondas como estas fueron bastante populares en los años cincuenta en Cuba, propiamente en Santa Clara había decenas de ellas, administradas, sobre todo, por chinos y sus familiares, cuyos platos principales eran las sopas y el arroz frito, considerados comida para pobres ya que se elaboraban con subproductos o cárnicos de los más baratos.
Hace doce años que Eduardo y Roberto se conocieron en las parrandas de Vueltas, un pueblo cercano a Camajuaní de donde proviene el segundo, que se dedicaba a confeccionar accesorios para carrozas y daba vida al personaje del sapo, animal que identifica a uno de los barrios rivales, según la tradición de este municipio. Roberto, además, fue cuadro político de la FEU en la provincia y Eduardo había estudiado Contabilidad. “A él lo enseñé a cocinar yo”, recalca Eduardo con cierto orgullo.
En los años ochenta, siendo aún muy joven, Eduardo aprendió la cocina por necesidad. Su madre trabajaba hasta tarde y comenzó a ensayar algunas de las recetas del icónico libro de Nitza Villapol. Por las noches se dedicaba a confeccionar cakes por encargo, un servicio que mantiene hasta hoy en su fonda. “Entonces, fue cuando empecé a comprarme utensilios porque siempre soñé con tener una cafetería, todavía conservo algunas cosas de esa época”, apunta Eduardo. “Cuando aquello era muy difícil que te dieran un crédito en el banco. Recuerdo que nos prestaron diez mil pesos para comprarnos dos ollas y arreglamos la meseta. Con un juego de comedor que vendimos fue que compramos estas mesitas. Así empezamos el negocio”.
“Se llama Fonda plus porque vendemos meriendas, almuerzos y, además, los cakes por encargo”, prosigue Eduardo. “Es inclusiva y asequible porque nuestro propósito es que la gente pueda alimentarse con poco dinero. A veces, llegan personas a la hora del almuerzo y piden un pan con croqueta, por ejemplo, pero no tengo corazón para negárselo porque no todo el que vive y trabaja por aquí tiene para pagar, incluso, un almuerzo todos los días”.
En algún momento, Eduardo y Roberto quisieran ampliar su negocio a un espacio mayor, manteniendo el mismo objetivo: almuerzos y meriendas asequibles. Sin embargo, uno de los impedimentos principales resulta la búsqueda de los insumos y los altos precios de los productos en el mercado informal. Por cada libra de azúcar deben pagar 35 pesos y 600 por una de chocolate. “Hemos aprendido a aprovecharlo todo”, explica Eduardo. “Con el pan que nos sobra elaboramos las croquetas. La ganancia no es mucha, pero es mejor la constancia que la avaricia”.
“Todo está muy difícil” agrega Roberto. “Existe un mercado mayorista que desde septiembre del año pasado no nos vende nada. Estamos pagando el cartón de huevo a 550 pesos igual y el pomo de aceite a 600. Los negocios gastronómicos siempre son los más afectados porque tienes que invertir mucho para mantenerte”.
A pesar de que Fonda plus no está ubicada en un sitio privilegiado de la ciudad, a tres cuadras aproximadamente del parque central, la pareja se vanagloria de haberles preparado almuerzos a artistas como “Churrisco” y “Cuqui la Mora”.
En cuanto a nosotros como pareja, quisiéramos poder legalizarnos algún día, crear un vínculo en ese sentido, sentirnos casados por papeles, para si algún día uno de los dos no está, el otro tenga derecho a esto que hemos construido juntos”, terminan.
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