LA HABANA, Cuba.- Una funcionaria del Ministerio de Relaciones Exteriores ha roto el récord de desparpajo al mentir y afirmar en las Naciones Unidas que en Cuba el servicio militar no es obligatorio y que solo son llamados a filas los jóvenes cubanos de ambos sexos que así lo desean.
La funcionaria, que quiso extremarse en servir al régimen, puede crearle un serio problema a las FAR con su mentira: imagínese que cuando se enteren de que ya no es obligatorio el servicio militar, los reclutas que no pidieron ser alistados y que no deseen seguir confinados en sus cuarteles y obedeciendo órdenes se quiten los uniformes, recojan sus bártulos y se vayan para sus casas.
Tranquilos, mandamases, eso no sucederá. Todos sabemos que lo que dijo la funcionaria es mentira, otra mentira más de las tantas que le dicen al mundo: aunque ahora se llame Servicio Militar General sigue siendo tan obligatorio para los varones como cuando lo implantaron en 1965.
Los adolescentes cubanos del sexo masculino, cuando arriban a los 16 años, tienen por ley que inscribirse en los registros de los comités militares municipales y esperar que los recluten.
No importa si están estudiando en el pre-universitario o la universidad. Solo se libran de ir al ejército los exceptuados por enfermedad. Y los sanos envidian su suerte.
Para la mayoría de los cubanos nacidos después de 1949, el servicio militar ha sido una pesadilla: encierro, hambre, suciedad, maltratos, humillaciones, trabajo forzado…
Dicen que ya el servicio militar, que no dura tres años sino dos, no es tan riguroso como en décadas atrás. Pero sigue siendo un tormento que entorpece las vidas de los jóvenes, les troncha sus estudios, los aleja de sus seres queridos…
Para los de mi generación, y peor aún para los de los primeros llamados, el servicio militar fue una experiencia traumática.
Los rigores de los 30 días de “la previa” eran el preámbulo de lo que nos esperaba en las unidades militares: las órdenes ladradas y los insultos de los despóticos sargentos instructores, las marchas a paso forzado bajo el sol del mediodía, el rancho insuficiente y malo, las trincheras cavadas en la roca y luego vueltas a rellenar, las alarmas de combate en plena madrugada, los reportes disciplinarios por cualquier motivo, los pases suspendidos arbitrariamente, los calabozos de castigo…
Para eludir aquella tortura, siquiera por unos días, algunos reclutas recurrían a las autolesiones. Machetazos auto-infligidos en el tobillo o la rodilla. Desodorante untado en los ojos para simular conjuntivitis. Los que dormían con el brazo envuelto en una toalla mojada para fracturárselo al amanecer contra la barra de hierro de la litera. Los disparos en los pies o las manos para pasar una temporada ingresado en el Hospital Finlay o el Naval.
Cuentan que Raúl Castro, cuando era ministro de las FAR, solía decir que el recluta que no se fugaba no era un buen soldado. Pero no por ello dejaban de ser severamente castigados los reclutas que se fugaban.
Por fugarse, a veces solo por unas horas, muchos reclutas, acusados de deserción, fueron a parar a la Cabaña, el Príncipe, Valle Grande, El Pitirre. Eran cazados por los boinas rojas de Prevención en carreteras, terminales de ómnibus, en sus hogares o en casa de sus novias.
Algunos, para intentar que los médicos militares les dieran la baja del ejército, “filmaban de locos”. Jugándosela a como fuera. Fue mi caso. Y muy poco faltó para que me costara la vida. Porque te llevaban hasta el límite los oficiales y los psiquiatras/carceleros para probar si de verdad estabas loco. Vaya si lo sabré, si para conseguir la baja de las FAR tuve que pasar más de dos años en calabozos, en la sala de penados del Hospital Psiquiátrico de Mazorra o escondido, huyendo de los Boinas Rojas.
Otros no tuvieron mi suerte, y murieron o se suicidaron, de un balazo, ahorcados, atiborrados de pastillas.
Más de 56 años después del primer llamado del Servicio Militar, el saldo es aterrador: muertos en accidentes, suicidios, heridos y mutilados por explosiones o disparos y rafagazos escapados, secuelas psíquicas irreversibles.
Para ocultar los tormentos a los que son condenados los cubanos que arriban a los 16 años fue la mentira de la funcionaria del MINREX en la ONU. Esperen pronto la aclaración, ridícula y para nada convincente que darán. Eso, si ahora que los castristas casi siempre andan a la defensiva, para evitar revuelo en las redes sociales, se dignan a aclarar algo. Porque, total, son tantas sus mentiras…
ARTÍCULO DE OPINIÓN
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