Al presentar en La Habana de modo oficial, público y ante el presidente Miguel Diaz-Canel la idea de crear en América Latina un mecanismo análogo a la Unión Europea, promoviendo además la integración con Estados Unidos, el presidente Andrés Manuel López Obrador superó mis expectativas. Además, le mostró a Cuba la oportunidad para, mediante una innovación trascendental, protagonizar una “revolución en la revolución”.
Mensaje de los presidentes de México y Cuba https://t.co/iulloeleA9
— Andrés Manuel (@lopezobrador_) May 8, 2022
Apreciada en su conjunto y contextualizada históricamente, la iniciativa, que según él mismo admite, puede sonar utópica cuenta con magníficos antecedentes.
En 1776, las trece colonias inglesas de Norteamérica, de modo voluntario y unánime se unieron para iniciar la primera revolución independentista del hemisferio, constituir la primera república democrática y edificar los Estados Unidos, uno de los fenómenos geopolíticos más significativos de la Era moderna.
En 1790 Francisco de Miranda elaboró un plan de gobierno para Hispanoamérica, en 1815, en su Carta de Jamaica, Simón Bolívar argumentó la necesidad de la unión de América y, en 1824, llamó al Congreso de Panamá. En 1891 José Martí acuñó el concepto “Nuestra América” y, en 1890, con el auspicio de Estados Unidos, se efectuó la I Conferencia Internacional Americana que creó la Unión Internacional de las Repúblicas Americanas.
Así nació el Panamericanismo, una idea que, aunque imperfecta contiene granos de una concepción de integración regional.
La primera gestión para concretar la iniciativa del presidente Obrador, sería sumar a Estados Unidos y despertar su interés de modo que trabaje a su favor como en los años cuarenta del pasado siglo lo hizo respecto a la OEA y en los noventa cabildeó por el Área de Libre Comercio para las Américas (ALCA).
Otro elemento decisivo sería movilizar auspicio y apoyos de organismos como la OEA, CELAC y la ONU por intermedio de CEPAL, así como de entidades económicas y financieras como: Organización Mundial de Comercio (OMC), Fondo Monetario Internacional (FMI), Banco Mundial (BM) y la propia Unión Europea para que sumen sustentos, asesorías, asistencia técnica y financiamientos para aplicar los elementos asimilables de la experiencia europea e internacional.
Obviamente el elemento principal, tal vez no tan difícil sería construir un consenso latinoamericano, cosa que, enfocada de modo inclusivo, con respecto a la identidad y la soberanía parece viable. Nada complacería más a muchos países de la región que establecer mejores nexos económicos y políticos con Estados Unidos.
Una dificultad mayor pudieran ser las enormes asimetrías económicas, las disparidades sociales y el desigual desarrollo de los sistemas políticos que cubren un diapasón que va desde situaciones prácticamente preindustriales hasta proyecciones como las de Cuba, ponente de un proyecto socialista para edificar una nueva sociedad con instituciones y valores propios.
A todo lo expuesto se añaden expresiones de nacionalismo que a veces parecen manifestaciones de subdesarrollo político y estrechos egoísmos locales.
Estaba en un parque tratando de lograr una conexión a Internet cuando Pantaleón, un entrañable camarada, me espetó. “Jorge, ¿viste?, AMLO, oficial y públicamente enseñó la pipa de la paz…” Otro de los presentes tomó la palabra: “Diaz-Canel no fuma…” Yo, para no perder la oportunidad de no quedarme callado dije: “Obama y Raúl Castro tampoco fuman y, ya vimos lo mucho que avanzaron”.
Creo que la propuesta de AMLO que debe ser pulida, mejorada y completada, tiene futuro, entre otras cosas no hay alternativa. Quien tenga una idea mejor; levante la mano. Le deseo suerte y si algo puedo hacer para que avance, cuente conmigo. Su éxito sería el de todos.
Allá nos vemos.
* Este artículo fue publicado en el diario Por Esto!, se reproduce con la autorización expresa de su autor.