El nuevo sistema político y económico establecido en Cuba entre 1959 y 1961, con la confiscación de recursos en manos de compañías extranjeras y medidas de carácter socialista, cambiaría como ningún otro la historia de la cultura cubana. Dentro de ella también influiría en el devenir de la música, no solo ya como expresión artística, sino como industria que produce, comercializa y promueve el producto musical.
Disqueras nacionales y extranjeras fueron intervenidas, conjuntamente con estaciones de radio y televisión, cabarets, casinos y todo tipo de establecimientos que, de una forma u otra, comercializaban o divulgaban la música. Salen del país, en un primer momento, empresarios extranjeros y nacionales que habían puesto sus capitales en función de la producción y el mercado musical.
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Con el bloqueo de los Estados Unidos, músicos con proyectos o perspectivas de trabajo en el extranjero verían frustradas sus aspiraciones. La música popular cubana, que finalizando los años cincuenta e inicios de los sesenta marcaba pautas en el gusto del público norteamericano, vio como se le cerraban las puertas. Así quedó suprimido por mucho tiempo el mercado de la música insular.
Por otra parte, a partir de 1959 la posibilidad de viajar estuvo, además de restringida, considerada un estigma. El artista que por gestión personal y no oficial, viajara a dar conciertos, recitales o giras, podía ser considerado un contrarrevolucionario. Es preciso acotar que a través de la historia los músicos cubanos han hecho carrera y llevado nuestros ritmos por todo el mundo, más allá de la política. No ha existido embajadora más eficiente que la cultura musical: el danzón fue llevado por Ankerman a México, el mambo por Pérez Prado, el son por Matamoros y el chachacha por la orquesta Aragón.
Ante el nuevo contexto, algunas figuras y agrupaciones de renombre —como Ernesto Lecuona, Bebo Valdés, Israel López y su hermano Orestes López—, y otras con contratos firmados o concertados, como la orquesta Sonora Matancera, se vieron compulsados a asumir el estatus de emigrantes. Fue imposible que los músicos cubanos cumplieran temporadas en cualquier lugar del mundo, sobre todo en las plazas fuertes para la música cubana: México, New York o París, y regresaran a La Habana para continuar su actividad como directores de agrupaciones, solistas o intérpretes.

Celia Cruz y la Sonora Matancera.
Para 1968 la propiedad privada había sido erradicada casi en su totalidad. El aparato de la producción musical se fue desarticulando paulatinamente y el Estado asumió la dirección centralizada de la industria del entretenimiento. Muchos músicos habían quedado sin trabajo a tenor de la desaparición de los centros privados donde se presentaban.
Al quedar invalidada la ley de la demanda-oferta, el Estado se vio precisado a establecer un régimen presupuestario para los músicos. Nacen así mecanismos burocráticos que, como «mediadores comerciales», coartan iniciativas individuales y en buena medida entorpecen la comercialización de la música.
Para resolver la situación de los músicos que por diversas razones quedaron en Cuba, y ante la contracción de sus fuentes de empleo, el Consejo Nacional de Cultura instituyó la primera evaluación artística en 1968. Mediante evaluaciones teórico-prácticas los músicos debían demostrar aptitudes, conocimientos...