El último, pide ella en una cola a la que casi no se le ve el final y a la que se suman unos tras de otros jóvenes y adultos. Sobre todo jóvenes.
Terminó su sesión de la mañana en la facultad de Lenguas Extranjeras y llegó hasta el Banco de sangre del Hospital Calixto García de la Habana, uno de los sitios donde se están haciendo donaciones para los lesionados en la explosión en el Hotel Saratoga.
Cuba duele, es cierto. Pero los nacidos en este pedacito de isla antillana pertenecemos a una estirpe que no llora, sino que se crece, se sobrepone porque sabe, que hacer es la única solución para levantarse.
De varias facultades universitarias de la capital han llegado estudiantes y profesores para ayudar a sus coterráneos.
La FEU los convocó en sus propios centros escolares. Otros vieron la información que de whatsapp en whatsapp ha andado por toda la provincia. No han pasado 6 horas del sinietrso y ya más de 200 personas han donado. Corre la sangre, sí, pero de las venas a los sueros de almacenamiento.
La fila crece, el cubano no cede ante el dolor: sale entonces a relucir esa luz noble pero firme que engrandece a este linaje.