Es posible constatar en Cuba hoy una especie de relativismo moral que se pudiera identificar con un “todo vale” cuando se trata de una causa a defender; o un “me da lo mismo” cuando se trata de escoger; o un “compórtate de una forma en el trabajo o en la escuela, y de otra forma en la casa o en la iglesia”. Al problema se le ha llamado por parte del Padre Félix Varela como “máscaras políticas” o como “cambia colores”. Con frecuencia se le llama “doble moral”, o “doble cara”, o “cambia casaca”, o “camaleonismo” o “gatopardismo”.
Otra de las manifestaciones frecuentes en Cuba, que pudieran vincularse al relativismo moral, es la manía de justificar los errores propios argumentando que los demás los tienen y más grandes: el “y tú más”, el argumentar con un “váyase a su casa que tiene techo de vidrio”, o “esto ocurre en todos los países del mundo”.
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Existe también otra forma de relativismo moral cuando ciertos analistas se empeñan en equiparar sistemas políticos buscándoles similitudes que justifiquen los errores en ambos. O los que intentan a toda costa y coste en equiparar a víctimas con victimarios, a los que reprimen con los reprimidos, a los que abusan con los abusados, a los que invaden con los invadidos, a los que matan con los que son matados. Otros llegan a relativizar todo armándose del falso refrán de que “todo depende del cristal con que se mire”.
Todas estas formas de relativizar los comportamientos humanos y los valores universales dañan profundamente la dignidad humana y siembran matrices de opinión de que todo vale en este mundo y de que la actitud debe ser “ojo por ojo y diente por diente” y de que, a fin de cuentas, este mundo no tiene arreglo ni sentido. El relativismo moral, el nihilismo...