No hay retórica al afirmar que el fallecimiento de Nikolai Serguéievich Leonov significa para Cuba la pérdida de un ejemplar y entrañable amigo. Respaldan esas palabras siete décadas de permanente y desinteresada solidaridad.
Hasta años recientes, era poco conocido el profundo amor que Leonov profesó a nuestra patria y su apoyo invariable a la Revolución Cubana sin reclamar nada a cambio, ni siquiera el agradecimiento del que era merecedor. Estuvieron bien lejos de ser gestos protocolares el que Cuba le entregara la Orden Ernesto Che Guevara, de primer grado, que se otorga a quienes hayan adquirido méritos extraordinarios en cumplimiento de misiones internacionalistas, y en fecha más reciente la Orden Playa Girón, la cual se concede a quienes se destaquen extraordinariamente en la lucha contra el imperialismo y las fuerzas de la reacción, y por grandes hazañas a favor de la paz y el progreso de la humanidad.
NACIMIENTO DE UNA SÓLIDA AMISTAD
Esos fuertes vínculos surgieron de forma casual siete décadas atrás, cuando Leonov coincidió con Raúl Castro Ruz, quien a bordo del barco Andrea Gritti regresaba a Cuba, tras participar en la Conferencia Internacional sobre los Derechos de la Juventud, celebrada en Viena en el verano de 1953.
El joven soviético se dirigía a perfeccionar su dominio del idioma español en la Universidad Autónoma de México, y posteriormente a ejercer labores como funcionario de la embajada soviética en dicho país. Ninguno de los dos pudo imaginar entonces que de aquel encuentro fortuito en altamar surgiría una ejemplar amistad para toda la vida.
Bastó la breve escala de la pequeña nave en puerto habanero para que Leonov –a quien no se le permitió desembarcar– comprobara con sus propios ojos el horror predominante en la Isla durante aquellos duros años de dictadura. Desde la cubierta fue testigo del arresto de Raúl y de dos jóvenes revolucionarios guatemaltecos que lo acompañaban, tan pronto pusieron pie en tierra cubana.
Apenas unos días después, ya en México, conoció por la prensa sobre los hechos ocurridos el histórico 26 de julio de 1953 y la terrible represión sufrida por los valientes participantes en aquella heroica acción que trazó el rumbo hacia la victoria definitiva.
Por otra rara casualidad de la vida, a finales de 1955 y en la capital azteca, el joven soviético tuvo un segundo encuentro con Raúl, ocasión en que, además, conoció personalmente a Fidel, al Che y a otros revolucionarios cubanos. Aquel breve intercambio se hizo público luego, como consecuencia del arresto de varios de los futuros expedicionarios del Granma.
Tal hecho motivó el fin de su recién iniciada carrera diplomática, pero también dejó una huella que lo acompañaría para siempre. El propio Leonov afirmó que esos días le bastaron para convencerse de que para aquellos apasionados muchachos solo existían dos alternativas: «Ser mártires o héroes».
TRIUNFA LA REVOLUCIÓN: UNA NUEVA ETAPA
En 1959, el máximo dirigente soviético Nikita Jrushchov, al conocer de las relaciones de Leonov con los principales líderes cubanos, le encomendó la singular tarea de viajar subrepticiamente a Checoslovaquia para invitar al entonces Comandante Raúl Castro, de visita en ese país, a extender aquel periplo hasta la URSS, adonde lo acompañó luego.
Meses después viajó a La Habana junto al vice primer ministro soviético Anastas Mikoyan, en calidad de intérprete. Desempeñó igual función en la visita del Che a Moscú para promover la venta de azúcar, y posteriormente fue el traductor de Fidel durante su extenso recorrido por la patria de Lenin, en 1963.
FORJA DE UNA RECIA PERSONALIDAD
Nacido en la región rusa de Riazán, al calor de un hogar campesino, los primeros años de vida de Nikolai Leonov transcurrieron prácticamente sin la presencia de los padres. Más tarde se reunió con su madre en Moscú, donde pronto comenzó a destacarse por su natural inteligencia, entre otras cualidades que poseía. Su adolescencia estuvo marcada por las vicisitudes impuestas por la Gran Guerra Patria. El contacto cercano con el dolor y la muerte lo convirtió en un hombre maduro a la edad en que lo habitual es el estudio, el juego y la ausencia de preocupaciones.
A lo largo de su extensa y fructífera trayectoria como científico escribió numerosos libros y artículos, incluida una biografía política del Comandante en Jefe Fidel Castro; alcanzó el grado de doctor en Ciencias Históricas y fue profesor titular del Instituto Estatal de Relaciones Internacionales de Moscú, donde se había graduado en el año 1952.
Prestó destacados servicios a la defensa de su patria, en especial en el frente de la Inteligencia, con varias misiones en el exterior, sobre todo en América Latina, que le permitieron conocer profundamente su realidad y vincularse con importantes personalidades, entre ellas el presidente panameño Omar Torrijos y los líderes de la Revolución Sandinista.
Alcanzó el grado de teniente general y fue jefe de la Dirección de Análisis del Comité para la Seguridad de Estado, conocido popularmente por sus siglas KGB. Desde tan alta responsabilidad hizo ingentes esfuerzos por defender a su patria de los enormes peligros que la amenazaban. Tras el derrumbe de la URSS, solicitó la jubilación.
Desde aquel difícil año 1991, comenzó a desarrollar una intensa actividad política a favor de las ideas progresistas, que lo llevó a ser electo diputado a la Duma Estatal de Rusia por el bloque Patria, en la legislatura 2003-2007. Fue igualmente activo promotor de la solidaridad con Cuba en el seno de su país, y en los momentos convulsos que siguieron al derrumbe de la Unión Soviética, encabezó con frecuencia las movilizaciones de amigos rusos para impedir las provocaciones de la reacción contra la Embajada cubana en Moscú.
El progresivo deterioro de su salud, sobre todo tras un reciente accidente cerebrovascular que lo privó casi completamente de la visión y afectó su movilidad, no impidió a Nikolai mantenerse al tanto de cuanto ocurría en el mundo, gracias al auxilio de su inseparable esposa Eugenia, también gran amiga de Cuba, tierra donde precisamente se conocieron.
En una amplia entrevista concedida hace algunos años al destacado cineasta cubano Manuel Pérez, Leonov reveló la exhortación que le hizo Raúl a continuar siendo «gallo de pelea», y fue consecuente con ella hasta el mismo instante de su partida física.
GRAN AMIGO DE CUBA
Los muchos momentos difíciles que le tocó vivir ayudaron a forjar en Leonov una voluntad y convicciones inquebrantables. Sirvió sin condiciones a la tierra que lo vio nacer, y a la vez expresó de manera invariable su solidaridad hacia Cuba y su Revolución.
Durante todo ese proceso ganó un amigo que llegó a convertirse en hermano: el General de Ejército Raúl Castro Ruz, y el cariño de un pueblo que se percató pronto del carácter sincero y desinteresado de cada uno de sus gestos solidarios. Entre los hijos de Rusia y Cuba ocupará siempre un sitial de honor.
Con particular elocuencia y rigor histórico, Leonov narra estos y otros muchos momentos de su larga y fecunda relación con Cuba y sus principales dirigentes, en Raúl Castro, un hombre en Revolución, libro que mereció el Premio del Lector de nuestro país en el año 2016. Esta valiosa obra tuvo una especial significación para su autor, pero no le fue nada fácil llevarla a feliz término. Como él mismo confiesa en el epílogo:
«Durante más de 60 años de amistad, tal vez en dos ocasiones le creé problemas a Raúl Castro, al comportarme de forma obstinada y perseverante, algo no característico en mí.
«Por primera vez ocurrió en 1953, a bordo del Andrea Gritti, cuando le solicité que cortara, de las películas que había tomado con su cámara, los negativos que tenían una importancia especial para mí. Fueron los únicos que sobrevivieron, porque los esbirros de Batista destruyeron los demás.
«La segunda ocasión fue en los últimos años, cuando le pedí insistentemente su aprobación para escribir este libro, y su ayuda para recopilar los materiales necesarios.
«Ahora me parece que tuve razón en ambos casos, aunque los jueces definitivos solo pueden ser los lectores.
«En lo que a mí respecta, tengo la íntima satisfacción de confirmar ¡cuán acertado estuve aquel día de mayo de 1953, cuando en medio del mar Mediterráneo me acerqué a Raúl Castro!».
Nada mejor que las propias palabras de Nikolai Leonov para resumir sus sentimientos hacia Cuba y su Revolución. El 11 de marzo de 2016, en el programa Mesa Redonda de la Televisión Cubana, expresó estas bellas ideas:
«La Revolución Cubana es una de las más influyentes en la historia de la humanidad. Se dice que solo hubo cuatro revoluciones: la famosa francesa, la no menos famosa rusa, la china y la cubana, porque estas revoluciones han influenciado tanto, que cambiaron el desarrollo posterior del mundo, no pueden ser comparadas con otras, y los personajes de estas revoluciones claro que merecen sus tomos en la colección de hombres ilustres de la humanidad. (…)
«Los que queremos ser llamados investigadores objetivos, siempre lo primero es estudiar, ver, hablar con la gente, penetrar hasta el fondo de las capas básicas de la sociedad. Esta es la tarea a la que estoy dedicado ahora. Nosotros vemos a Cuba como ejemplo de un país que dio muestras de heroísmo y abnegación tremendas, ¡Bíblica resistencia ha dado el pueblo cubano! Ganó el derecho de cosechar los frutos. Me gusta mucho la frase del General de Ejército: “Nuestra tarea ahora es levantar el potencial económico a la altura del prestigio político del país”.
«El prestigio político está por las nubes: todo el mundo reconoce a Cuba, todas las banderas están aquí. Ahora hay que resolver la segunda parte de esta frase: elevar el nivel económico.
«Claro que estaremos estudiando y para nosotros siempre será Cuba un laboratorio donde se buscan las recetas de la más humana revolución que se pueda imaginar en esta tierra».
En ese camino, pese a todas las dificultades y peligros, hoy andamos los cubanos.