“Hizo como Chacumbele, que él mismito se mató”, decían los abuelos para referirse a las personas que atentan contra sí mismos sin saberlo.
Y lo recordaba el Guerrero cubano al comentar audios de ciertos canales donde los youtubers que hacen carrera en el lucrativo negocio de la contrarrevolución, se cruzan acusaciones de todo tipo sobre los Grant -dinero que asigna el gobierno norteamericano con diversos propósitos, en este caso políticos-, lo que reciben, lo que usan y en qué lo usa, pero sobre todo, lo que no logran: provocar un estallido en la Isla.
Cuba ha denunciado reiteradamente que EE.UU. le paga a los odiadores para sus campañas contra nuestro país y casi todos lo niegan enfáticamente. O lo negaban.
Chapeando reproduce algo de esas discusiones, donde la pregunta más elegante suele ser: “¿dónde está el billete?”. En el afán de mantenerse en la lista de receptores de los Grant, los odiadores literalmente se descuartizan entre ellos.
Pero tampoco los pagadores niegan que estén haciéndolo. Estados Unidos destina más de 20 millones de dólares cada año para financiar la subversión en Cuba.
La pelea entre los receptores suena más bien como una auditoría: cómo es que cobrando tanto han logrado tan poco. Si les hacen una auditoría real, quizás irían presos hasta los pagadores. El negocio de la contrarrevolución lo único que ha producido siempre es este tipo de personas, capaz de lucrar con el dolor ajeno, aunque sean sus propios compatriotas.
Otro audio trasmitido en el programa es una auténtica lección de macartismo. Si quieren saber en qué consiste esa práctica, escuchen la cacería que están anunciando en la Florida contra Van Van y Alexander Abreu, quienes tienen anunciadas actuaciones allí en mayo. Otaola está pidiendo identificar a los sponsor y amenaza con boicot. Cualquier acusación vale contra los artistas cubanos.
Mientras, llaman a los recién llegados a EE.UU. para que declaren, para que se inventen historias de persecución que no existen, pues ya se sabe lo rápido que vuelven a Cuba esos “perseguidos”. Increíble porque estos son los mismos linchadores de los recién llegados, a quienes llaman despectivamente llaman cutres, tercermundistas y otras lindezas. Ahora les piden que se manifiesten.
A los cubanos les otorgan determinados privilegios con respecto a otros emigrantes, pero deben pagar un alto precio por eso. Ser testigos contra Cuba es el costo moral que deben pagar para que les den condición de refugiados. Cada cual hace lo que cree, pero resulta cuando menos difícil entender que por tal de ser aceptados, muchos se presten para repudiar a algunos de los artistas más queridos de Cuba.
Esta historia hay que escribirla con analistas incluidos. No hay forma de explicar el cinismo, la doble moral y la persecución, el bloqueo con apellidos, al que Díaz-Canel pedía ponerle rostros. Ahí están ahora los de los artistas cuyos contratos están sometidos a presiones políticas. O se pronuncian contra su país o se les rompe el contrato.