Para iluminar la vida de una ciudad se necesita creatividad, pensamiento colectivo y correr riesgos; que cada quien haga lo que le toca
La esquina de Escambray este 27 de abril de 2022.
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Culpar únicamente a la cultura de la ausencia de opciones nocturnas en una ciudad o territorio es injusto y supone ir por la epidermis del asunto, cuando en realidad se trata de un tema complejo e involucra a muchos otros actores sociales y administrativos.
En la más reciente emisión del noticiero VisionEs de Escambray se dice con justeza que Sancti Spíritus no sale de la pasividad condicionada por el aislamiento social que trajo la pandemia del SARS-CoV-2, “porque ni instituciones ni espacios culturales retoman o diseñan la programación con la sistematicidad de actividades que necesitan los públicos”.
Aunque se reconoce que muchas opciones se desplazaron al escenario virtual y toca ahora combinar con el escenario físico, que la covid ha dejado restricciones para el acceso a los espacios cerrados, también se enfatiza en “la pereza nocturna duplicada, en la que también pesan las transformaciones económicas ocurridas en el país en los últimos dos años”.
No se puede tapar el sol con un dedo. La realidad actual dista mucho de la de hace más de dos años, cuando aún con todas las libertades de movimiento existía modorra y estancamiento en la gestión sociocultural, acomodamientos, inercias como las que he señalado en esta propia columna en otras ocasiones.
Pero una cosa es cuestionar la programación cultural y otra es ver las profundas grietas actuales en la recreación y responsabilizar únicamente a uno de sus actores como el responsable. Es un mal que nos acompaña recurrentemente, cuando no se tienen claras las líneas que separan un asunto del otro.
La recreación, que implica el aprovechamiento del tiempo libre para el esparcimiento físico y mental, es tarea de muchos. Implica acciones deportivas, educativas, el goce de la naturaleza espléndida que nos rodea, contar con espacios donde se liberen energías y tensiones acumuladas bailando o compartiendo un café o un coctel, acceder a servicios comerciales y gastronómicos a toda hora, fomentar circuitos que vayan más allá de la Feria Agropecuaria, el estadio José Antonio Huelga o la Plaza del Mercado; es construir un espacio colectivo donde todos y tantos expongan y oferten sus servicios que nos hagan salir de las rutinas en una ciudad demasiado conservadora.
Llegar a ese ideal recreativo implica también contar con espacios en las instituciones y centros culturales, pero no es la única vía. En la emisión de VisionEs dije y repito: “No creo que Sancti Spíritus sea una ciudad muerta, sí hay reticencias a lo nuevo, a establecer cambios en la manera de hacer, a enfocar la gestión desde otras perspectivas y estamos en un aprendizaje de cómo vamos a echar a andar la cultura junto a otros actores sociales”.
En una reciente entrevista para el espacio Café por medio del canal de Youtube Quinta Studio, Juan Eduardo Bernal Echemendía, escritor, intelectual y presidente de la Sociedad Cultural José Martí en la provincia, ofreció una visión atinada y desde el conocimiento real de nuestra manera de ser/hacer que define muy bien las causas de las preocupaciones de hoy sobre la pasividad de la vida social en el territorio: “Si el espirituano hoy no puede tener un pensamiento mucho más transformador se debe a que a favor de la cultura se pensó tardíamente. Sancti Spíritus es una provincia nueva (…), era una región de otra provincia e insuficientemente atendida desde el punto de vista cultural, y ese descuido no permitió un desarrollo posterior. Eso fundamenta que el imaginario del espirituano no tenga el mismo fundamento que en otras personas y por ende hay un pensamiento de otro tiempo y el sentido de comodidad que tenemos o tienen algunas personas responsables con la transformación del asunto”. Ese criterio puede aplicarse al tema que nos ocupa, ese conservadurismo local es también responsable de lo que sucede en otros sectores responsables de la recreación, no solo en la vida cultural. Para iluminar la vida de una ciudad no hacen falta únicamente lucecitas de colores, se necesita creatividad, pensamiento colectivo, acciones descentralizadas y correr riesgos, involucrar a los nuevos actores económicos y que cada quien haga lo que le toca.