DELTA AMACURO, Venezuela.–Irina pudiera estar cerca de su familia ahora mismo, en un hospital u otra institución de salud matancera, en su desvelo profesional, tan humano que irradia sensibilidad entre sus alumnos de la carrera de medicina.
Hoy en la casa la habrían despedido al amanecer, y con la puesta del sol la vería de regreso por la calle de siempre, a cuestas el peso de la jornada, exhausta ella, quizá, pero sonriente en el cierre de su diario ritual hogareño, interrumpido desde 2019.
Desde hace más de 24 meses a esta joven se le agrandó la distancia entre el hogar y el deber; el primero sigue en Matanzas, y el segundo voló más de 2 700 kilómetros al sureste, para aterrizar en el delta del Orinoco, en un pueblito sobre pilotes.
Irina vino desde la ciudad de los Puentes, a erigir pasarelas de humanidad en esta «Venecia de Sudamérica». Aquí la rodean las aguas del tercer río más caudaloso del mundo y 2 500 corazones Warao, que son de los más humildes y agradecidos.
Es inspirador y extenso el anecdotario de Irina en la hermosa y remota isla del noroeste venezolano, habitada también por «bichos de la selva», que a ella y a los 20 colaboradores cubanos de la Salud –compañía de su solidaria aventura– los obliga a permanecer en guardia contra mordeduras de serpientes, picaduras de escorpiones y de peligrosos insectos, como si fuera poco el parasitismo que azota a la humilde población de Curiapo, donde muchos viven sin nombres y otros tantos desconocen su edad.
Para ofrecer servicios en el Centro de Salud Integral Elina Cotúa, de aquí, el personal cubano está disponible las 24 horas del día, aunque la electricidad en Curiapo se ha vuelto jíbara, espantada por la guerra económica de Estados Unidos. La que no se espanta es Irina, ni sus compañeros; «Fidel un día pidió que los jóvenes hiciéramos cosas humanas, como esta».
Semilla después de Girón, Irina Espino llegó al mundo antecedida en décadas, por los bombardeos del 15 de abril de 1961; vino a Curiapo en 2019, porque la humildad no tiene fronteras para los hijos de esta Revolución «de los humildes, por los humildes y para los humildes», responsable de lo que el Che Guevara definió como la primera, mas, no la última derrota del imperialismo en América.