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Las iglesias, los derechos y el Estado

Los hilos del debate sobre el fundamentalismo religioso en Cuba son variados. La reciente presencia en la televisión de un líder de la Convención Bautista Occidental ha hecho reaparecer este asunto. Como parte de las reflexiones y posicionamientos generados por este hecho, converso, una vez más, con Adiel González Maimó, teólogo y activista, quien ha sido una persona de fe y su práctica ha sido bautista. Desde esta perspectiva, ayuda a mirar de manera más integral el tema del fundamentalismo religioso y algunos de los actores y postulados fundamentales en Cuba hoy.  

¿Qué es la Convención Bautista Occidental? ¿Cuál es su doctrina bíblico-teológica?

La Convención Bautista de Cuba Occidental es una denominación que forma parte de la amplia familia bautista cubana, compuesta además por la Convención Bautista de Cuba Oriental, la Convención Bautista Libre de Cuba, y la Fraternidad de Iglesias Bautistas de Cuba, e incluso otros grupos menores aún no reconocidos oficialmente en el país. 

Los bautistas son un movimiento evangélico surgido en los Países Bajos en 1608, cuando un pastor inglés emigrado, John Smyth, funda en tierras holandesas la primera iglesia con ese nombre. Luego se extendieron a Inglaterra y de ahí a Estados Unidos, donde se convirtieron, entre los siglos XIX y XX, en la más numerosa denominación protestante. Actualmente, las iglesias bautistas trabajan en casi todos los países del mundo, y se encuentran organizadas en diferentes convenciones, uniones y asociaciones.

¿Qué distingue a los bautistas del resto de las iglesias cristianas?         

Además de sostener las mismas doctrinas básicas del protestantismo, como la autoridad suprema de la Biblia y el señorío de Jesucristo, se incluyen otras más específicas como el bautismo de creyentes por inmersión en agua, el gobierno congregacional y la autonomía de las iglesias locales (importante esto último, pues significa que cada congregación tiene libertad para definir qué postura asumir ante un tema en específico sin injerencia externa, de ninguna instancia superior, sobre la decisión de la iglesia local), la separación de la Iglesia y el Estado (clave en los debates que estamos teniendo hoy en Cuba) y mis dos favoritos principios distintivos: la libertad de conciencia y el sacerdocio universal de los creyentes. Ambos principios afirman la capacidad que tiene el individuo de determinar en última instancia qué creer, cómo actuar, qué postura tomar, a partir de su relación personal con Dios y con absoluto respeto a su conciencia, la cual no debe ser coaccionada por nadie.

Los bautistas llegan a Cuba de la mano del predicador Alberto J. Díaz, un emigrado y patriota cubano que estuvo involucrado en la guerra independentista. Este hombre conoció en Estados Unidos la fe protestante, y en 1883 llega a Cuba como colportor1 bíblico. Más adelante adopta la doctrina bautista y en 1886 establece la primera iglesia bautista en La Habana.

En 1898, con la intervención estadounidense en la guerra de independencia, llegan también a Cuba, con el fin de “evangelizarla”, las diferentes denominaciones protestantes existentes en Estados Unidos, implantando las mismas doctrinas y estructuras de gobierno que tenían allá. Las iglesias que ya estaban establecidas en Cuba y que hasta entonces eran dirigidas por cubanos, pasaron a manos de los nuevos misioneros. Parecía que para la mentalidad protestante Cuba pasaba a ser parte integral del territorio estadounidense.

En el caso de los bautistas, las Convenciones del Norte y el Sur de los Estados Unidos (separadas en el siglo XIX por el tema de la esclavitud) se dividieron la isla en Oriente y Occidente respectivamente. Así, la del Sur, más conservadora que su par norteña, dio origen en 1905 a la Convención Bautista Occidental.

Esta denominación preserva, al menos de manera formal, los principios distintivos del resto del movimiento bautista que mencioné con anterioridad. Al mismo tiempo, en Cuba tuvieron influencias teológicas de corrientes como el landmarkismo, el cual plantea, para decirlo de forma simple, que los bautistas son “la iglesia verdadera fundada por Jesús” y que cualquier acto eclesiástico no bautista es inválido. Por eso, en las congregaciones bautistas occidentales se practica lo que se conoce como “cena cerrada” (administran la santa cena o comunión solo a los miembros de las iglesias bautistas, excluyendo a quien no lo sea de participar), y el re-bautismo (volver a bautizar a una persona que quiera hacerse bautista, aun cuando esta ya haya sido bautizada en otra denominación cristiana). Claro que estas prácticas sectarias, propias de una denominación contraria al ecumenismo como la Convención Bautista Occidental, no se dan de igual manera en todas las congregaciones pertenecientes a ella, por aquello de la autonomía de las iglesias locales.

A todo esto, solo le agregaría que la Convención Bautista Occidental es una iglesia que prohíbe a las mujeres ser ordenadas al ministerio pastoral. Eso es una distinción exclusiva para los hombres, lo que da la medida de qué concepción sobre la igualdad de género tiene esta denominación.

En 2020 la Convención Bautista de Cuba Occidental tenía 538 iglesias establecidas fundamentalmente en las provincias desde Pinar del Río hasta Sancti Spíritus, y una membresía de 27620 personas.

¿Qué relación tendrían sus postulados con la afirmación de un Estado Laico?

Como dije con anterioridad, los bautistas defendemos la separación Iglesia-Estado. Incluso en el polémico programa “Palabra Precisa” el Rev. Bárbaro Marrero lo reconoció, aunque luego agregó que la “Iglesia” está llamada a irradiar luz, influir y regular la sociedad. Y la verdad es que en la mentalidad de este tipo de iglesias fundamentalistas, cuando se habla de “influir en la sociedad” se está pensando realmente en ejercer una injerencia ideológica que puede (y anhela) alcanzar todos los niveles de control y toma de decisión en una sociedad, incluyendo la enseñanza escolar, el poder político, y los medios de comunicación.

Para un fundamentalista cristiano el principio de separación Iglesia-Estado llega solo hasta el punto en que el Estado no puede intervenir de ninguna manera en las doctrinas o decisiones a lo interno de la Iglesia, algo que yo apoyo totalmente. Pero para ellos la separación llega hasta ahí. Para un fundamentalista la Iglesia tiene un “llamado divino”: tiene el deber de presionar, influir, condicionar las políticas públicas del Estado, controlarlas incluso, para que se ajusten a su cosmovisión de la vida y la sociedad, porque sienten que “sus creencias son lo mejor para todo el mundo, para el buen funcionamiento de un país”, y deben ser aplicadas de manera absoluta, poniendo así en peligro los derechos de aquellos grupos que no se ajusten a su forma de ver la realidad.

Y para mí hay un serio problema si no se reconoce que el fundamentalismo religioso es también un movimiento político que anhela tener el control de la sociedad. En la región de América Latina tenemos sobrados ejemplos de lo que pasa cuando lo logran. Entonces yo creo que debemos tener mucho cuidado a la hora de darles “demasiada ala” a estas iglesias. No todo lo que hacemos en nombre de la democracia termina siendo para su bien.

En un Estado laico las iglesias todas deben estar distanciadas de las decisiones gubernamentales. No pueden ejercer influencia sobre la política de ningún gobierno, porque un gobierno legisla para toda la sociedad, la cual es plural y diversa, y va más allá de los cristianos y sus doctrinas. El cristianismo, como cualquier otro sistema religioso o ideológico-dogmático, no puede dominar la política de ningún país, porque terminaría vulnerando los derechos de aquellos que no “encajan” en su sistema de pensamiento cerrado.

¿Cuáles consideras que sean las características de esta Convención que sugieren una postura fundamentalista?

El fundamentalismo cristiano es un movimiento surgido a principios del siglo XX en Estados Unidos como reacción al modernismo y la teología liberal. Es un movimiento que abarca diversas iglesias y denominaciones, que comparten características y creencias comunes: interpretación literal de la Biblia y acentuación de la inerrancia2 bíblica; recelo y rechazo ante muchos avances científicos (como los relacionados con la bioética), los derechos sexuales y reproductivos, y los derechos de la comunidad LGBTIQ; tradicionalismo y dogmatización de la fe cristiana; cierto complejo de superioridad moral y también de persecución; victimismo y miedo a ser “aniquilados” por la secularidad; intolerancia frente a quienes piensan y viven de manera diferente; defensa de los estereotipos de género y de la familia heteropatriarcal; puritanismo y complejo de “elegidos”; etc.

La Convención Bautista Occidental, así como la Convención Bautista Oriental, la Iglesia Metodista, la Iglesia Evangélica Pentecostal Asambleas de Dios, y la Liga Evangélica, por solo poner los cinco ejemplos más conocidos en Cuba, comparten todas o la gran mayoría de estas características. Por tanto, son fundamentalistas.

¿Qué vínculo existe, en tu criterio, entre fe y política?

La política abarca toda la vida de una sociedad. Es todo aquello que atañe al funcionamiento y organización de un pueblo. Por tanto, le compete a todo ciudadano involucrarse en política, aunque pretenda no hacerlo o lo haga de forma inconsciente. Indudablemente todas las personas nos involucramos en política, porque a todas nos interesa que nuestra vida en sociedad funcione adecuadamente.

Creo, por tanto, que los cristianos también estamos llamados a participar consciente y responsablemente en la vida política de nuestro país, y a hacerlo desde nuestra fe cristiana, la cual indudablemente es y ha sido en la historia una fe militante. Es nuestro deber ciudadano participar en la política, y no hay incoherencia ninguna con nuestra fe religiosa por ejercerlo.

Pero creo que este deber hay que ejercerlo a título personal y no como Iglesia (como institución). Creo que la Iglesia debe dar libertad a sus miembros para que participen en la política a partir de lo que les dicte su conciencia. Incluso la “Iglesia institución” puede tener un posicionamiento oficial sobre determinado tema (a veces es bueno que lo tenga para mayor transparencia y claridad de su membresía y de la sociedad secular), pero siempre debe dejar margen para que quien disienta de esa postura oficial lo haga libremente y ejerza su deber ciudadano sin que tenga por ello mayores consecuencias (como el ser condenado y expulsado de la Iglesia).

Otro aspecto que creo necesario tener en cuenta es que los cristianos debemos participar en la vida política siempre recordando cuál es nuestro lugar en la sociedad. No estamos llamados a regularla, ni a dominarla, ni a controlarla, ni a imponer nuestra cosmovisión del mundo a todo el pueblo. Estamos llamados a acompañar, a compartir nuestra visión con humildad y sin pretensiones de superioridad. No podemos anhelar tener dominio sobre el Estado, ni pretender que este legisle en función de nuestros dogmas. Nuestro rol es mantenernos del lado de quienes sufren, de los oprimidos, de quienes son víctimas de atropellos y violación de sus derechos humanos. Nuestro deber es dar nuestra visión, nuestra opinión crítica, pero a sabiendas que no es “LA” visión, sino solo “UNA” visión, una opinión más que puede aportar luces en un debate amplio que es enriquecido con las luces de otras personas y grupos que también tienen algo importante que decir.

Has sido miembro de la comunidad bautista por mucho tiempo. ¿Cómo vives tu experiencia de fe en relación a la visión crítica que acá compartes, siendo, además, un activista social?

En efecto, toda mi vida he sido una persona de fe y práctica bautista: primero 20 años miembro de la Convención Bautista Occidental, y luego 12 años miembro de la Fraternidad de Iglesias Bautistas, mi denominación actual. Además, soy activista por los derechos de la comunidad LGBTIQ hace más o menos 9 años. Ese activismo lo he desarrollado siempre desde mi fe religiosa, asumiendo abierta y afirmativamente mi identidad como hombre gay cristiano. Y aunque sea una cuestión contradictoria para mucha gente, en realidad no lo es.

De quien primero aprendí que el activismo es necesario fue de Jesús de Nazaret. Aparte de ser, para mí, Hijo de Dios, y Señor y Salvador de mi vida, Jesús es mi modelo a seguir por ser un revolucionario. Trastocó todo normativo injusto de la sociedad en que vivió, se opuso a los poderes religiosos y políticos de su época, y transgredió aquello establecido por la Ley judía que oprimía, discriminaba y marginaba a disímiles personas. Y todo lo hizo buscándose líos con los dirigentes de entonces. Pero no le importó. Le importaba más la vida de la gente, su bienestar integral. Esa es mi mayor inspiración para hacer activismo.

Yo no tengo ni puedo conformarme con los dogmas establecidos por ninguna religión, por ninguna iglesia (ni siquiera la mía), siempre y cuando esos dogmas marginen, causen dolor, sufrimiento y culpabilidad innecesaria en la vida de la gente, creyente o no. ¿Por qué? Porque nada que cause dolor, sufrimiento y una muerte en vida (como la que experimenté yo por muchos años dentro de la Convención Occidental siendo un homosexual reprimido y culpabilizado) proviene de Dios, quien nos ofrece vida en abundancia y libertad para amar.

Yo no tengo ni puedo conformarme con el status quo establecido por ningún esquema religioso, por ninguna iglesia (ni siquiera la mía). ¿Por qué? Porque el Señor Jesús, a quien sigo y en quien creo, no lo hizo, sino que luchó hasta la muerte por transformar la sociedad en un lugar mejor, por hacer realidad el Reino de Dios de paz, justicia y amor en la vida de la gente.

En esto creo, y por esto vivo y actúo diariamente.

***

Notas:

1 Alguien que vende o distribuye libros. Ellos venían a Cuba a distribuir Biblias

2 La inerrancia bíblica es la doctrina de que, en su forma original, la Biblia está completamente libre de contradicciones, incluidas sus partes históricas y científicas.

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