Esta comunidad trinitaria se beneficia con un grupo de acciones dirigidas a mejorar la calidad de vida de sus más de 1 600 habitantes
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El círculo social es otra de las instalaciones beneficiadas por las mejoras constructivas. (Fotos: Ana Martha Panadés/Escambray)
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Desperdigadas a ambos lados del terraplén las casas de aspecto descuidado desdibujan ese aire bucólico que siglos atrás habitó el Valle de San Luis; ahora una quietud incómoda se desploma sobre el pueblo, aunque a ratos jinetes de medio mundo recorran en ida y vuelta el polvoriento camino directo a las cascadas.
La Pastora nació a los pies de la ciudad de Trinidad; tras la bajada, el río Guaurabo se estrecha y luce inofensivo, excepto cuando llueve a cántaros para dejar incomunicados a sus más de 1 600 habitantes. Casi en la periferia de la urbe, el asentamiento disfrutó muchos años de los privilegios citadinos hasta que las carencias y el abandono bajaron la loma y se instalaron en la comunidad.
Al reconocer su condición de vulnerabilidad, la agenda gubernamental en el municipio decidió escuchar a los pobladores. “Lo primero es la reparación del vial”, coincidió la mayoría; pero otras dificultades afligían también el día a día de los vecinos que se lamentaban por el deterioro del fondo habitacional, del consultorio médico, la bodega, el círculo social…
A este diagnóstico se suman otras problemáticas más complejas que expone Yanisleydis Domínguez Amador, trabajadora social vinculada al asentamiento: “Aquí residen personas de muchas provincias cubanas, incluso hasta de Guantánamo. Llegan y se acomodan como pueden. Y eso agrava las situaciones sociales porque se incrementan el desempleo, el delito, el...