HAVANA WEATHER

«Escucha tu nombre…»

«Escucha tu nombre…». Así nos decía el carcelero que traía la lista de las personas que iban a ser interrogadas, trasladadas de prisión y, con suerte, liberadas.

Era curioso observar cómo los confinados en el Colectivo 6 de Ivanov —prisión denominada «Jóvenes del Cotorro»—, coreábamos esa frase cuando lo veíamos venir con su respectivo papelito entre manos, como quien ansía que su número salga en «la bolita». Es tragicómica la coincidencia que había en ello: podía salir «el fijo» (interrogatorio), «el corrido» (traslado) y el anhelado «parlé» (que anunciaba nuestra liberación).

Podía ocurrir lo mismo en la mañana, al mediodía o bien tarde en la noche. En ese momento todos hacíamos silencio. Noté que algunas personas tenían una especie de superstición y le decían al de al lado: «Shhh…Escucha tu nombre. Dale, que te vas»… porque, según afirmaban, si te lo deseabas a ti mismo no se daba.

En Ivanov existían más de diez colectivos. Algunos de hasta cincuenta personas. La mayoría solo para albergar a cientos de manifestantes del 11-J. La decepción era grande cuando el dichoso carcelero, las más de las veces, nombraba a personas que pertenecían a otro colectivo y debíamos aclarárselo una y otra vez.

Gracias a estas equivocaciones, varias amistades del barrio, o que estudiamos juntos, nos dimos cuenta de que estábamos en la misma prisión. Así me lo cuenta un socio, que dice que mencionaron mi nombre en su galera como diez veces durante esos días, y le dio un poco de calma saber de alguien cercano, pues donde le tocó no conocía a nadie.

Mientras pasaban los días fuimos inventando formas de pasar el tiempo: quitábamos el colchón e improvisábamos un tablero de ajedrez en la litera, sustituyendo las fichas de un juego de damas por papelitos y pedazos de pan viejo.

«Vienen otra vez. Escucha tu nombre»…era un reflejo condicionado. Y casi todo el mundo, religiosamente, paraba lo que estuviera haciendo. Varias personas me preguntaron por qué yo seguía conversando, mirando el techo o haciendo rústicos origamis con cualquier trocito de papel, en lugar de escuchar la lista por si me mencionaban.

Les conté que desde tres meses antes del 11-J tenía una orden de reclusión domiciliaria por haber sacado un cartel en la calle Obispo, y que por cualquier pifia iba directo a prisión preventiva. Entonces ¿qué sentido tenía albergar esperanzas si precisamente esa pifia era la mayor manifestación de los últimos tiempos en Cuba?

 «—Chama, estás embarca′o», me decían.

Por eso me preparé psicológicamente para estar ahí por un buen rato. Mínimo tres años… o cinco, los mismos con que acaban de sentenciar injustamente a Luis Robles. Debido a eso me puse a recopilar décimas, chistes, datos históricos, poesías, los refranes de las personas mayores que estaban allí, o cualquier cosa para rumiar en lo adelante.

Alexander Hall me decía que tal vez por ser estudiantes universitarios — ¡vaya privilegio!— nos liberarían más rápido… aunque bueno…, quizás a mí no. Por eso, cuando lo vi irse en «libertad» nos dimos un abrazo que parecía confirmar mis sospechas, y en la noche dormí como si ya esa fuera mi casa. Posiblemente por ello, aún hoy mi mente sigue en una celda, con los que continúan presos, y cuando la Seguridad del Estado amenaza con volver a encerrarme, irónicamente pienso que harían justicia.

Era sábado en la tarde, estaba bañándome en el patio junto a varias personas y, mientras nos secábamos al sol, me puse a conversar con un colega acerca del fragmento de unas décimas de Jorge García Prieto y Alexis Díaz Pimienta, respectivamente, que mal empatadas dicen así:

Si algún día, a Dios le presto

Mi rostro…para no ser,

No filmen queriendo ver

El rostro que me incrimina.

Tengo un rostro que camina

Sin las piernas de volver

(…)

Ya todo está dicho: Un dedo

Vertical sobre mi boca

Los poetas tienen poca

Casa…para tanto miedo.

En medio de eso, un guardia empezó a gritar mi nombre varias veces. Salí en toalla y le pedí que revisara bien y viera si no se estaba equivocando de colectivo… que con eso no se jugaba. Me quedé perplejo cuando confirmó que me iba en libertad. Quienes estaban a mi lado, entre nostalgia y alegría, me decían: «—Dale, Físico…apúrate. No vaya a ser que se arrepientan». Cuando recogí mis cosas y le di abrazos a mis hermanos escuché que alguien dijo: «Coño, se nos va el poeta».

Entonces, mientras abrían la reja y me ponían las esposas, les aseguré que nos veríamos las caras allá afuera o aquí adentro. Recité como pude la décima para que la recordaran y no perdieran la fe. Luego agregué, a modo de despedida momentánea: «Bongó Itá Ekué Jukaratinde Akanarán Krúcoro» y «Awanañongo Sanga Bekondó», que en lenguaje abakuá quiere decir: «Somos hijos de la misma madre» y «Así vamos hacia el infinito». Como he dicho anteriormente, ahí se forjó una pequeña familia.

No pasaron dos minutos y, camino a recoger mis pertenencias, apareció el Mayor que me impidiera, días antes, terminar la consulta con el médico y hacer la denuncia que él mismo debía tramitar. Preguntó a quien me conducía que para dónde iba ese «CR» y afirmó que no podía salir de ahí. En lenguaje policial cubano, CR significa Contrarrevolucionario. Además, en mi expediente dice también que soy un «PD» (Potencial Delictivo). No digo yo si con semejantes atributos me iban a dejar salir tan fácilmente.

Me asombró ver cómo discutían entre ellos ese «error» en la cadena de mando, y al escuchar que llamaron por teléfono para verificar, pensé incluso que lo hacían para joder. Pensé mal, al final me pusieron en libertad. Luego me enteré de que, en efecto, fui liberado gracias a las denuncias, firmas y apoyo de gente valiosa, a quienes agradezco. Era un costo político que no querían correr.

Le temen a los universitarios (¡Vaya privilegio!)…por eso los acosan tanto…por eso muchos quieren graduarse y no meterse en ningún lío para poder irse del país…una juventud fragmentada.

Cuento todo esto porque las personas no somos números, material gastable o un carnet de identidad en un archivo. Para los Estados somos eso, es inevitable. Pero escoger percibir la vida a través de este prisma, siendo una estadística más es, en mi opinión, la causa de tal desconexión con la realidad.

No obstante, si no nos dejan otra opción que comparar muestras estadísticas para calcular el mal menor, entonces surgen varias preguntas:

¿Por qué este «CR» y «PD» está libre y Luis Robles, por sacar igualmente un cartel, continúa preso? ¿Por qué el privilegio? ¿Por qué la injusticia?

(Imágenes de Leo y Luis Robles con sus carteles, y la imagen de la pipa)

Ya que van a condenar —si se atreven, definitivamente— a Abel Lescay a seis años… ¿qué pasa con todos los oficiales que nos golpearon y nos decían que éramos «una partía de maricones» y otras frases homófobas, ilustradas con sus bastones de goma, que por pudor y cansancio no repetiré aquí pero que quienes estuvimos, al menos en Ivanov, escuchamos en numerosas ocasiones?

No hace falta argumentar que en la prisión ilegal de  Guantánamo los presos la pasan peor, porque se sabe lo que ahí sucede, y es igual de condenable. No expliquen que en algunos países se reprimen violentamente las manifestaciones, porque también eso se conoce… Aunque para que se produzca tal represión, primero debe existir el derecho de manifestación, que en Cuba es discrecional con el fin de proteger los intereses de la cúpula en el poder. Y encima de tal carencia, sí hay represión, pues esta no se restringe únicamente a la violencia física.

Antes del 11-J bromeábamos con que en Cuba existía la represión del gato Schrödinger: (existe/ no existe).

Salvando las distancias sería más o menos así:

Si profilácticamente ponen vigilancia y amenazan a cada uno de los potenciales manifestantes, no «hará falta reprimir» una manifestación que no se producirá, por razones obvias. En consecuencia, «no son represores» (¡¿?!) y las calles, tan tranquilas como siempre. Por eso había que hacer la prueba y abrir la caja, para que fuera inevitable mirar lo que desde hace años viene sucediendo a pequeña escala y, por tanto, había pasado desapercibido.

Eso lo saben mis amistades argentinas que hace poco protestaron contra las petroleras y el FMI, por solo poner un ejemplo. Ellos al menos pueden. Aquí no se permite ni —supongamos— denunciar a los que impusieron un ordenamiento que, por más necesario que lo presenten, no lo sufren en las neveras de Punto Cero ni del reparto Siboney.

No digan que un cartel les hace zozobrar… mejor preguntémonos por qué un simple cartel les hace zozobrar si, como afirman, «su escudo es la Razón».

Y cuando señalen que no todos los que se manifestaron eran inocentes, entonces agreguen que tampoco lo son algunos que ocupan puestos en el Consejo de Estado, los cuales no están presos pues «la continuidad» los perpetúa en sus cargos. La asimetría es evidente.

No digan que desconocen la palabra Amnistía y que los órganos de Justicia ratifican que la soberanía radica en el pueblo, cuando «el pueblo» no ha tenido la oportunidad de decidir sobre el nuevo Código Penal.

De hecho, digan. Estamos ávidos de respuestas. Expliquen, por ejemplo:

¿Por qué Fiscalía Militar tomó testimonio a solo tres personas y no se dignó a entrevistar (aunque se le pidió) a TODOS los que estuvieron, al menos, en el Colectivo 6? Porque de hacerlo hubieran verificado el caso de Freddy Beirut Matos —un anciano condenado a veinte años de cárcel—, que llegó en la noche del 15 de julio con hematomas en las costillas por los golpes que le propinaron al bajar del camión que los traía, haciéndole pasar, a él y a otros, bajo la bochornosa práctica del somatón, la misma que Humberto López, el fiscal José Luis Reyes Blanco y el coronel Víctor Álvarez del Valle pusieron en duda en televisión nacional.

Al día de hoy, hay que tener valor para desmentir eso. Y a los periodistas oficiales que quieran hacer periodismo de investigación… una vez más: «Adelante».

Siendo más específico: ¿Qué tal con quienes me detuvieron abruptamente (a solo días de ser liberado), vestidos de civil y sin identificarse, en la puerta de mi casa, delante de mi abogado y a la vista de todos mis vecinos? ¿Qué hay con quienes al llegar a la estación me amenazaron, por haber publicado mi testimonio, con frases como esta: «Parece que tú no aprendiste la lección en Ivanov y quieres que te llegue “la hora cero”»? Digan. A ver si logran explicar el motivo real de esa detención en los registros de la Estación Policial de Zanja. Simplemente no pueden. Saben que fue un proceder arbitrario, como tantos.

Repito, no somos material gastable. Las imágenes del 11-J muestran quiénes tenían palos y, acompañados por la policía, se sintieron empoderados y no dudaron en utilizarlos sin medida. Esto es para quienes pretenden argumentar que hubo agresiones por parte de los manifestantes. Doy fe de tal desproporción. Hagan el conteo si desean o, como he solicitado en reiteradas ocasiones, presenten íntegramente en televisión las grabaciones de las cámaras del Hotel Saratoga, o las que están en lo alto del edificio de la UJC Nacional, que captaron lo que sucedió frente al Capitolio, en el Parque 13 de Marzo y Máximo Gómez, respectivamente. Adelante.

«Y hay más»… como suele advertir Humberto López. ¿Qué pasa con las personas que han participado en actos de repudio, incurriendo en allanamiento de morada, daño a la propiedad e intimidación en las personas (para no hablar de desorden público)? Un caso muy claro aconteció en Arroyo Naranjo, donde reside una familia cuya cerca fue traspasada y las paredes de su vivienda cubiertas con pintura azul y frases de «Viva Fidel». Las personas que cometieron estas agresiones han sido reconocidas pero continúan impunes.

Parece que ya se olvidó a los que entraron a casa de Luis Manuel Otero, en presencia de policías, y arrancaron sus obras de la pared sin que hayan sido devueltas jamás. ¿Eso fue una orden o fue por iniciativa propia? En cualquier caso, ahí está el video de la arbitrariedad por quienes dicen representar «el orden». Un derecho tan básico como el de hacer una denuncia para reclamar sus obras también le fue negado, aunque luego le hubiesen inventado que los cuadros estaban, ridículamente, bajo investigación. Y por si fuera poco, una patrulla no le permitía, tan siquiera, salir de su domicilio. ¿Eso no son ilegalidades? ¿Hasta cuándo?

Trataré de hacerme entender mejor: ¿Qué hay de los agentes de Seguridad del Estado que acosan y someten a chantaje a familias, periodistas y en general a los que disienten del estatus quo, incluso a estudiantes de la Unión de Jóvenes Comunistas? Y esta es una jugada torpe, pues no podrán encasillar a esos estudiantes en la zona de confort de mercenarios mentirosos, el día que decidan hacer públicas sus historias. En ello han estado implicados los agentes Yordan, Denis y Darío, que podrán negarlo y acusar de difamación, pero será en vano.

¿Cómo es posible que la Seguridad del Estado impida la realización de un conversatorio feminista acerca de violencia obstétrica alegando que a este asistirían «personas y medios contrarrevolucionarios»?

¿Cuán peligroso es para el Estado que las personas aprendan a decidir sobre sus cuerpos, integridad física y psicológica?. Resulta un asunto necesario en un contexto de tanta polémica por acoso sexual y fundamentalismos. Temas vitales, como la gestación, en medio de un debate que concluirá con un plebiscito del Código de las Familias y ante una marcada tendencia a la disminución de la tasa de natalidad…y un país que envejece. No es fortuito que la inmensa mayoría de quienes deciden sobre los cuerpos policiales sean machos: la (in)seguridad del Estado y sus egos masculinos, no atendidos por la FMC.

Ya que amenazan con aplicar, a diestra y siniestra, el decreto ley 35 a periodistas y a toda aquella persona que difame o difunda noticias falsas, ¿mudarán los estudios de grabación del Noticiero de Televisión para la sala de Video-Vigilancia del Combinado del Este?

¿Qué pasa, en fin, con quienes violan reiteradamente la Constitución que dicen defender? Podrían citarse más ejemplos…Cualquiera diría que estamos a mano. Ese es el punto.

Un sistema de justicia cómplice y torcido, NO tiene moral para exigir lo que no cumple para quienes abusan del poder y quedan impunes. Es por ello que se requiere un nuevo marco legal, transparente y auditable por organismos populares y que no esté supeditado (in)formalmente a los designios del Partido. Eso, paradójicamente, estaría más cerca del control del pueblo y por el pueblo que tanto se predica sin sustento real.

Son tantas las violaciones, que quienes detentan el poder en Cuba deberían rogar por una amnistía para sí mismos, por tantos abusos sin consecuencias, y que, de concedérsele a los manifestantes (aunque le lavaría el rostro mínimamente al gobierno), al menos traería algo de tranquilidad en muchas casas.

Porque no somos material gastable. ¿O sí?

Posiblemente yo sea más culpable —según sus arbitrarias leyes—, que muchas de las personas que continúan presas. Pero soy blanco y universitario, a diferencia de los que soportan el peso de las injustas condenas y de la enorme población penal existente en Cuba. Las prisiones son un reflejo de lo que se ha hecho mal como sociedad. Es momento de pensar en ello antes que, de tanto agotamiento, voltear patrullas sea la única vía y no haya vuelta atrás.

En manos del gobierno estaría una parte de la solución. La otra parte (la más importante) está en quienes sepan, de un lado y del otro, deponer orgullos innecesarios y aceptar,  a tiempo, que nuestra ciudadanía necesita sanar.

 «La prisión acaba… la prisión de hierro… pero continúa la prisión del sueño».

«La justicia se ha hecho vieja».

Estamos a tiempo de que no quede tiempo.

Los carceleros pueden redimirse, agitar correctamente las llaves y evitar que la indignación siga teniendo, con razón, su ojo puesto en el poder asfixiante que representa una patrulla. La marginalidad debe ser entendida como consecuencia y no como causa. Un cartel podría ser un prudente llamado de atención para que no se ignoren los reclamos de la ciudadanía y prevalezca la justicia, no el odio y los extremismos… para que se empiece a sanar y subsanar errores…«a veces horrores»…

A este paso, aumentará el número de migrantes, exiliados, gente desencantada y arrepentida con un sentimiento de culpa y doble moral que hará que Cuba se quede vacía y «poblada de consignas».

Se pueden tantas cosas… pero el ruido del orgullo no deja que suceda algo que debería ser una virtud invaluable: el saber escucharnos.

Jueces, fiscales, carceleros… «Shhh… Hagan silencio…

Escuchen sus nombres».

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