Fiel a su propia convicción de que «honrar, honra», con su culto sacramental por las fechas históricas, José Martí escogió el 10 de abril para fundar, oficialmente, el Partido Revolucionario Cubano (PRC).
Hacía algo más de tres meses que las agrupaciones de emigrados habían iniciado el estudio de las bases y estatutos secretos de la futura organización, y recién acababan de designar al propio Martí como Delegado y a quienes ocuparían los cargos de Tesorero y Secretario.
En un gesto de reverencia hacia los próceres que abrieron el camino de la Revolución, y a aquel otro 10 de abril (1869) en que en medio del fragor de la lucha, los patriotas cubanos aprobaron en Guáimaro la primera Constitución mambisa, esa sería la fecha elegida por el Apóstol para asentar en la Historia, la creación del PRC, hace 130 años.
Era el resultado de más de una década de labor, paciente e incesante, en aras de lograr la unidad, ese factor que nunca se consolidaría en las contiendas anteriores y que terminaría pasando factura y conduciendo a la firma de una paz sin independencia.
En el empeño de aglutinar a los veteranos de la Guerra de los Diez Años junto a lo que él mismo llamaría «los pinos nuevos», Martí desarrolló una intensa actividad política que lo llevaría a pronunciar discursos ante las distintas agrupaciones patrióticas dispersas en la emigración, a contactar a los principales jefes mambises y sostener con ellos una fecunda comunicación.
Poco a poco iría creciendo su influencia entre quienes mantenían el sueño de una Cuba libre.
El doctor en Ciencias Yoel Cordoví Núñez, ha señalado que «el PRC fue el punto culminante de un proceso de búsqueda de formas organizativas viables, capaces de superar los obstáculos que condicionaron los fracasos de la Guerra de los Diez Años, la Guerra Chiquita y todos los proyectos revolucionarios concebidos en el exterior durante el periodo que sobrevino a la firma del Pacto del Zanjón en 1878».
En aras de no repetir los errores del pasado, Martí analiza minuciosamente las causas por las que la gesta liderada por Carlos Manuel de Céspedes no alcanzó sus objetivos.
Además, tiene en cuenta los nuevos escenarios, en que han ganado terreno las corrientes reformistas y las que propugnan la anexión a Estados Unidos.
En su discurso a propósito del aniversario 50 de la fundación del primer partido marxista-leninista de nuestro país, el 22 de agosto de 1975, el Comandante en Jefe Fidel Castro señaló que «Martí hubo de luchar muy duramente, defendiendo las ideas de la independencia frente al poder colonial español y frente a los autonomistas, que consideraban a nuestro país incapaz de adquirir la independencia».
Aunque el camino de las armas era imprescindible, sabía que los fantasmas del caudillismo, el regionalismo y los celos políticos, podían generar reservas entre quienes apoyaban la independencia.
En este sentido, el historiador Yoel Cordoví advierte que el Héroe Nacional cubano «insistió desde temprano en la necesidad de que la revolución no fuera presentada como interés de un grupo determinado, ni resultado de los afanes gloriosos de una agrupación militar o civil, de una clase o de una raza. La unidad de las emigraciones y de los revolucionarios cubanos de dentro y fuera de la Isla era «un complicadísimo problema político».
En efecto, las bases del PRC dejan bien claro desde su primer artículo, el propósito de lograr la independencia de Cuba (y fomentar y auxiliar la de Puerto Rico) «con los esfuerzos reunidos de todos los hombres de buena voluntad».
Para ser aún más explícito, el Apóstol advierte que «el PRC no tiene por objeto llevar a Cuba una agrupación victoriosa que considere la Isla como su presa y dominio», y añade que «la guerra se ha de hacer para el decoro y el bien de todos los cubanos, y entregar a todo el país la patria libre».
No hay otro camino que las armas para lograr la independencia, pero la guerra debía ser apenas un medio para «asegurar en la paz y el trabajo la felicidad de los habitantes de la Isla».
Organización indispensable para aunar voluntades y dar coherencia y unidad a los esfuerzos independentistas, el PRC sería el ámbito para buscar el consenso y superar las contradicciones entre militares y civiles, cubanos radicados en la Isla y en el exilio, patriotas veteranos y «pinos nuevos», habitantes de las provincias occidentales y orientales, cubanos y españoles, negros y blancos…
Sobre el trabajo arduo y paciente de más de diez años para construir la organización, el propio Martí afirmaría en el periódico Patria, el 25 de junio de 1892, que «los partidos que vienen a ser el molde visible del alma de un pueblo, y su brazo y su voz; (…) no se han de organizar con la prisa indigna y artificiosa del interés personal, sino, como se organiza el Partido Revolucionario Cubano, con el desahogo y espontaneidad de la opinión libre (…) a veces, esperar es morir. A veces, esperar es vencer. Y esto ha sucedido en el Partido Revolucionario Cubano».
Los especialistas aseguran que su creación constituye la máxima expresión del genio político del Apóstol y que su importancia en la historia de Cuba va mucho más allá de la preparación de la guerra necesaria.
En su plataforma programática, el Partido Comunista de Cuba (PCC) reconoce al PRC como su genuino precursor y afirma que el arsenal de ideas avanzadas expuestas por Martí, no solo habría de servir de bandera a los revolucionarios de su época, sino también a los de las generaciones posteriores.
Muchos años después, refiriéndose al líder histórico de la Revolución Cubana, el historiador Eusebio Leal diría que entre la gran obra intelectual, política y moral de Fidel, «lo más importante fue haber creado y defendido el concepto de unidad nacional (…), y haber dado continuidad moderna al concepto martiano de un partido para dirigir la Revolución, quien se anticipó, inclusive, al propio Lenin cuando creó el PRC».
Si el proceso revolucionario es uno solo, desde el alzamiento del 10 de Octubre hasta hoy, el PCC, vanguardia política de la Cuba actual, también comparte sus esencias con aquel primer partido fundado por nuestro Héroe Nacional.
La unidad sigue siendo su principal divisa, la participación y la democracia, dos rasgos indispensables, y el imperio estadounidense un peligro latente.
No son pocas las analogías que podrían enumerarse entre ambos, a 130 años de distancia: la consulta permanente con las bases, la vocación de servicio, el ejemplo, el sacrificio.
Sin embargo, a diferencia de aquel que perdería el rumbo, tras la caída en combate de Martí, y terminaría por disolverse a sí mismo, el Partido de Fidel ha sabido mantenerse fiel a su legado, y al anhelo de una Patria libre que por fin se hizo realidad.
En la clausura del 8vo. Congreso del PCC, en abril de 2021, Miguel Díaz-Canel Bermúdez, recién electo como nuevo Primer Secretario de la organización, afirmaría que «la Generación del Centenario del Apóstol, guiada por Fidel y Raúl (…) puede afirmar que la Revolución no termina con ella, porque logró formar nuevas generaciones igualmente comprometidas con los ideales de justicia social que tanta sangre ha costado, de los mejores hijos de la nación cubana».