“Sin un desarrollo científico y cultural, Cuba estaría condenada a ser un antro de diversión para extranjeros y de explotación para los propios cubanos. Así se ensayó y devino la república de 1902 y transcurrió la primera mitad del siglo XX. De ello nos salvó la Revolución a partir de 1959”, así destacó Luis Alberto Montero Cabrera, Doctor en Ciencias Químicas, profesor e Investigador Titular de la Universidad de La Habana.
Montero, quien ha ocupado distintas responsabilidades docentes y de dirección, como miembro del Consejo Científico del Ministerio de Educación Superior y presidente del Consejo Científico de la Universidad de La Habana, ha realizado a lo largo de su trayectoria disímiles aportes a la ciencia y educación de la Isla como “Quantum Mechanical Model for Maya Blue”, ha tutorado más de 15 tesis de doctorado y ha sido invitado a más de 100 instituciones científicas de Europa, Estados Unidos y América Latina.
También presidente de honor de la Sociedad Cubana de Química, comenta que las ciencias básicas tuvieron buenos momentos en Cuba en el siglo XIX y fueron potenciadas tras el triunfo de la Revolución, sobre todo después de la reforma universitaria.
Para él, en su desarrollo profesional fueron decisivos los primeros años de efervescencia de la Revolución cubana.
“Mi padre era ingeniero y amante de la ciencia que respalda a la tecnología. La Revolución hizo muy necesario su trabajo en momentos en los que hubo un importante éxodo de la ya pobre fuerza calificada del país. Mi entorno familiar fue un buen catalizador en mi carrera.
“Por otra parte, los pronunciamientos de dirigentes como Fidel y el Che estaban siempre a favor del progreso científico y reafirmaban que la única forma de desarrollarnos era con la ciencia. Todo lo que entonces venía de la antigua URSS se orientaba mucho a la disciplina”, cuenta.
¿Qué lo motivó a seguir el camino de las ciencias básicas en sus estudios y, en particular, la química?
–El interés que indujo un profesor de preuniversitario de Química, quien, a su vez, era estudiante de la licenciatura cuando me dio clases. Fue también importante, en 1963, la voluntad política del país en favor de la ciencia como futuro indispensable de la patria.
¿Cuáles son sus principales referentes?
–La doctora Ruth Daysi Henriques, entonces decana de la Facultad de Ciencias de la Universidad de La Habana, era una entusiasta y ejercía influencia en los estudiantes para ello. Pero varios de los profesores que tuve determinaron mi formación.
En su extensa y premiada vida laboral ha desempeñado una magnífica labor como pedagogo. ¿Qué valor le concede la posibilidad de no solo aportar e innovar en el plano del trabajo y los descubrimientos científicos, sino también en la formación de las nuevas generaciones?
–Al enseñar, nos apropiamos de los conocimientos y se incorporan muchos más a nuestra cultura personal y forma de actuar. La principal beneficiaria de mi carrera docente es mi propia formación. No tuviese algunos de los resultados científicos que logré si no hubiera sido docente, porque impartir asignaturas obliga a ver las ciencias como un todo y no solo el pedacito en el que investigas.
“Además, la realización de una persona está dada por la huella positiva que deja en la vida de los demás. Los docentes sabemos que siempre hay algo provechoso para los estudiantes en lo que enseñamos, y a veces es mucho. Las experiencias positivas son una gran mayoría, de las pocas negativas no quiero acordarme.
Cubadebate es sin duda alguna el medio cubano de más alcance internacional. ¿Cree usted, como colaborador de este, que puede utilizarse mucho más en provecho de difundir los logros de la ciencia cubana?
–Siempre se puede más. A Cubadebate le cabe el mérito de ser un órgano sin otra atadura que la fidelidad al pueblo cubano y su Revolución. La difusión de la ciencia podría ser una sección fija, pero eso requiere reclutar personas que escriban de forma sistemática sobre el tema y editores más o menos especializados. Creo que se puede hacer y quedaría como tarea pendiente, pero realizable.
En el propio sitio de Cubadebate hay un trabajo de opinión escrito por usted el 10 de marzo de este año, en el que habla sobre la necesidad de actualizar o adecuar la reforma universitaria aplicada en los primeros años de la Revolución. ¿Qué beneficios pudiera traer para el sistema de educación superior acomodar dicha normativa a los tiempos y las necesidades actuales?
–Lo que recomiendo no es retornar a la reforma, sino usarla como guía para innovar, igual que se hizo entonces, pero en el escenario actual. Debemos tomar de ella, sobre todo, su carácter renovador, rupturista, para hacer una nueva reforma en el siglo XXI y para el siglo XXI, no del XX.
“Tanto la ‘popularización’ de las ciencias básicas, como de los métodos científicos y el enaltecimiento de la figura del maestro y de las instituciones que están directamente ligadas a estas ciencias, se logra con intención y acción por parte del PCC y del Estado cubano, usando todos los resortes de que disponen, desde los medios masivos hasta el sistema nacional de educación. Pero el verdadero reto está en alinear, alentar y actuar en esa dirección con los recursos humanos de que disponemos. Esta es una tarea multisectorial de la que depende, sin dudas, el futuro de la ciencia y la innovación en el país.
“Nunca estaré satisfecho de lo que pueda haber aportado, ni en el campo de mi ciencia específica, que es la de la modelación computacional cuántica de las estructuras y procesos a nivel molecular, ni en el de mi acción y aporte en el campo de la política científica cubana, ni en la docencia desde que comencé a enseñar en las Brigadas Conrado Benítez de alfabetización. Por eso sigo en todas las trincheras posibles mientras me queden capacidades y fuerzas para hacerlo”.
Últimas noticias