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Los demonios de Rusia

Los demonios es una de las obras más importantes del gran escritor Fiódor Mijáilovich Dostoyesvski. En ella, el también autor de Crimen y Castigo, Los hermanos Karamázov y El idiota, entre otros textos notables de la literatura rusa y universal, se plantea una reflexión crítica sobre el nihilismo, el anarquismo, el socialismo y otras corrientes llegadas a su país desde Occidente, ante los que contraponía una cultura auténticamente rusa, basada en la espiritualidad y religiosidad del pueblo.(1)

A lo largo de su historia, la sociedad rusa ha sido en gran medida refractaria a la modernización. Los cambios profundos han debido realizarse con violencia y a partir de un fuerte poder autocrático. Desde Iván IV el Terrible, Pedro I el Grande y Catalina II la Grande; hasta los zares del siglo XIX y principios del XX, el Imperio Ruso se convirtió en una gran potencia política y militar, al tiempo que no destacaba en el progreso económico.

Rusia fue una potencia industrial tardía. La revolución industrial llegó al vasto imperio impulsada por el Estado, como respuesta al retraso económico respecto a otros países imperialistas que amenazaban erosionar su influencia geopolítica. Las derrotas que sufrió en la Guerra de Crimea (1853-1856), la Guerra Ruso-Japonesa de 1905 y la Primera Guerra Mundial (1914-1918), fueron expresión de esa debilidad económica; aunque también de un relativo retraso militar.

A pesar de tener el ejército más numeroso del mundo, no era el mejor preparado pues dependía de las conscripciones de campesinos, a quienes se sacaba de las tierras que proporcionaban el escaso sustento familiar. Asimismo, los zares interferían a menudo en las decisiones militares, sin contar con la suficiente preparación.

Tomando como base el título de la referida novela de Dostoyevski, es que propongo abordar los demonios de Rusia a partir de dos elementos principales: la autocracia y el autoritarismo del sistema político y el retraso económico.

Demonios

Retrato (frag.) de Fiódor Dostoievski, por Konstantin Vasilyev. (Foto: Yuri Prostyakov/Sputnik)

La autocracia y el autoritarismo del sistema político

Al referirse al país euroasiático en su libro Orden Mundial. Reflexiones sobre el carácter de las naciones y el curso de la historia, el ex secretario de Estado norteamericano Henry Kissinger afirma:

«Cuando se sentía fuerte, Rusia se conducía con la dominante certidumbre del poder superior e insistía en recibir muestras formales de deferencia a su estatus. Cuando se sentía débil, enmascaraba su vulnerabilidad en taciturnas invocaciones a sus vastas reservas de fortaleza. En ambos casos suponía un desafío especial para las capitales occidentales, acostumbradas a tratar sus asuntos con un estilo en cierto sentido más elegante».

También señala:

 «Al mismo tiempo, las asombrosas hazañas expansionistas rusas partieron de una base demográfica y económica no muy desarrollada para los estándares occidentales: con muchas regiones escasamente pobladas y aparentemente inmunes a la cultura y la tecnología occidentales. El imperialismo que conquistaba al mundo transmitía una paradójica sensación de vulnerabilidad, como si estar en medio del planeta le hubiera generado más enemigos potenciales que seguridad adicional».

En la época en que Europa Occidental y Estados Unidos desarrollaban un pujante capitalismo industrial, con un inmenso progreso económico que, sin embargo, iba aparejado con altos niveles de explotación de la clase obrera; las propias luchas obreras y la aparición de fuerzas progresistas con fuerte arraigo tanto en la intelectualidad como entre los trabajadores, fueron llevando a estos países al establecimiento de un orden liberal, no solo en sus relaciones económicas sino también en sus sistemas políticos.

Mientras, en Rusia se fortalecía un régimen autocrático, basado en la autoridad incuestionable del emperador y en la represión violenta y despiadada a cualquier oposición o disenso. Con ello se intentaba asegurar la unidad territorial a través de la sumisión al monarca y a la Iglesia Ortodoxa Rusa.

Es esta la razón de que tanto las tentativas revolucionarias como las reformistas hayan sido rechazadas históricamente, incluso por gran parte de la sociedad, y solo prosperaron aquellas impulsadas desde el poder; aunque las mismas, por lo general, terminaban o perdían el ritmo cuando sus impulsores fallecían o eran sacados del poder. Tales fueron los casos de las reformas de Pedro I y Catalina II, o de Jruschov y Gorbachov en época de la Unión Soviética.

Tras la abdicación de Nicolás II en 1917, y luego del breve interregno del Gobierno Provisional, en medio de la guerra, el régimen bolchevique impuso un sistema autoritario comunista. Cuando Stalin logró derrotar a sus potenciales oponentes, a fines de la década del veinte del siglo pasado, el Estado soviético regresaría a un sistema autocrático.

La sumisión al zar fue reemplazada por el culto y el sometimiento a Stalin, en tanto la influencia cultural e ideológica de la Iglesia fue sustituida por la entronización de una interpretación dogmática del marxismo-leninismo como filosofía oficial. El régimen comunista no permitió el desarrollo de una sociedad civil, debido a que el Estado, controlado por la dirigencia del Partido Comunista, resultaba omnipresente en la sociedad.

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Última familia imperial rusa. (Imagen: La Vanguardia)

Con la desaparición de la Unión Soviética, la aparente democratización de la sociedad rusa estuvo acompañada por la privatización mafiosa de buena parte de las empresas estatales; la aparición de una oligarquía asociada al crimen organizado y a las antiguas estructuras del Partido Comunista y la Seguridad del Estado; y la reaparición de la pobreza y la mendicidad. En los años noventa sobrevino una grave crisis económica que abarcó prácticamente toda la década. Como resultado de estos factores, la posición geopolítica de Rusia en el escenario internacional se debilitó considerablemente.

En consecuencia, en el imaginario de buena parte de la sociedad, la democracia se asocia al período en que el país perdió la condición de potencia global y el nivel de vida de su población retrocedió.

La renuncia de Boris Yeltsin, el 31 de diciembre de 1999, y su reemplazo por Vladimir Putin, designado primer ministro dos meses antes, abrió un nuevo capítulo en el que poco a poco el nuevo gobernante fue consolidando su posición a partir de medidas tendientes a fortalecer nuevamente el papel del Estado en la economía; incrementar el rol del gobierno central respecto a las entidades federadas; limitar la influencia de los oligarcas en la política, a cambio de apoyarles en el desarrollo de sus negocios; robustecer el aparato militar y de Seguridad del Estado y el poderío militar del país; así como restringir la democracia política.

En su segundo período presidencial, Putin adoptó medidas para mejorar la salud, la educación, la vivienda y la agricultura. Entre ellas se destacan el incremento de la inversión para modernizar y equipar los hospitales y centros educativos, y el aumento de salarios a los trabajadores de ambos sectores.

La naciente e imperfecta democracia política, y las libertades existentes durante los dos períodos de gobierno de Yeltsin, fueron reemplazadas por una nueva etapa de autoritarismo y autocracia en torno a la figura de Putin a lo largo de sus más de veinte años en el poder.

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Boris Yeltsin y Vladimir Putin en 1999. (Foto: Getty)

Entre los cambios principales orientados a reforzar un sistema autoritario y autocrático, pueden mencionarse:

– modificación del sistema para elegir diputados a la Duma Estatal, con la eliminación de las circunscripciones uninominales y el establecimiento, para todos los escaños, del sistema de representación proporcional por listas;

– prohibición a los partidos de conformar alianzas electorales;

– elevación del umbral para obtener representación en la Duma, de un 5% a un 7%;

– supresión de la elección por sufragio universal de las máximas autoridades de las entidades que integran la Federación Rusa y designación de estas por parte del presidente;

– fortalecimiento de los poderes presidenciales;

– ampliación del período presidencial de cuatro a seis años a partir de las elecciones de 2012, en las que Putin volvía a aspirar después de cuatro años como primer ministro;

– hostigamiento a la oposición «no leal», víctima de persecución judicial, asesinato o intentos de asesinato de varios de sus líderes; y

– reforma constitucional del 2020, que permitió a Putin optar por dos nuevos períodos presidenciales de seis años cada uno sin que contaran los cuatro que había desempeñado.

Sin dudas, Putin ha logrado el apoyo mayoritario de la sociedad rusa, que parece aceptar —o incluso favorecer—, un sistema político autoritario en el que el líder posee todo el poder sin contrapeso alguno. Tanto el poder legislativo como el judicial están en sus manos, y la única diferencia con el totalitarismo comunista es la tolerancia limitada de ciertos partidos de oposición «leales». Entre ellos: el Partido Comunista de la Federación Rusa, el Partido Liberal-Demócrata de Rusia, Gente Nueva y Partido del Crecimiento.

Otros partidos, como Rusia Justa, Plataforma Cívica y Rodina, han apoyado, junto a Rusia Unida, la candidatura presidencial de Putin. En las elecciones legislativas de septiembre de 2021, Rusia Unida obtuvo 326 de los 450 escaños de la Duma, lo que asegura al presidente el respaldo del legislativo. Mientras tanto, en las últimas elecciones presidenciales, en 2018, el jefe del Estado logró el 76,7% de los votos emitidos, pero sin que se permitiera concurrir a candidatos incómodos para el poder.

Como resultado del retorno al sistema autoritario y autocrático, han sido afectadas no solo las libertades políticas, sino también las individuales y las de diversos grupos sociales, como la comunidad LGTBIQ+ y diversas organizaciones no gubernamentales independientes del gobierno.

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Bandera de Rusia Unida. (Foto: istock)

El retraso económico

A diferencia de otros países europeos, en los que la acumulación de capitales provenía del desarrollo agrícola, la producción artesanal y manufacturera y el comercio internacional; en Rusia la agricultura era muy atrasada y, a pesar de la eliminación del sistema de servidumbre en 1861, todavía conservaba, a fines del siglo XIX y principios del XX, considerables rezagos pre-capitalistas que no la hacían una potencia económica.

La industrialización, por su parte, fue un proceso tardío e impulsado por el Estado con el concurso de capitales extranjeros. Se concentró geográficamente en grandes ciudades como San Petersburgo, Moscú, Kiev, Varsovia y Lodz —en la parte polaca ocupada por Rusia— y las cuencas del Donetz y el Dniéper. El descubrimiento de petróleo en Azerbaiyán, hizo de Bakú otra zona industrial. Mientras tanto, la mayor parte de la población y el territorio eran agrícolas y predominaban relaciones pre-capitalistas de producción.

No obstante sus inmensos recursos naturales, especialmente mineros y energéticos, en 1913 la producción industrial de Rusia representaba solo el 5,5% del total mundial, detrás de Estados Unidos (35,8%), Alemania (15,7%), Gran Bretaña (14,0%) y Francia (6,4%).(2)

A pesar de ser la quinta potencia industrial del mundo, Rusia no era un país industrializado al producirse la revolución bolchevique, por lo que la prioridad del gobierno comunista, sobre todo después de finalizar la Guerra Civil (1918-1921), fue alcanzar la industrialización.

La estrategia de desarrollo decidida por Stalin a partir de los primeros planes quinquenales fue una industrialización acelerada, especialmente en la industria pesada, esto es: construcción de maquinarias, siderurgia, armamentos, minería y energía. Como fuentes de acumulación fueron utilizadas la explotación del campesinado, al que se había impuesto la colectivización forzosa; la movilización social a partir de la idea de que con ello se contribuía a la construcción del socialismo; así como el trabajo forzado de miles de prisioneros políticos en campos de trabajo administrados por la Seguridad del Estado (GULAGs).

Ciertamente, la URSS logró un nivel de industrialización considerable antes de la Segunda Guerra Mundial, lo cual, dicho sea de paso, le permitió resistir y luego derrotar la invasión nazi. Sin embargo, esto se consiguió a costa de inmensos sacrificios humanos, de un nivel de vida de la población mucho más bajo que el de otras potencias industriales y con una agricultura subdesarrollada. En 1940 la renta nacional a precios constantes se había quintuplicado respecto a 1928.(3) 

El modelo de crecimiento adoptado por la URSS antes y después de la Segunda Guerra Mundial fue de tipo «extensivo», es decir, basado en la abundancia relativa de recursos naturales y humanos y de su financiación, asegurada por la concentración de los recursos del Estado en los objetivos establecidos. La sustitución del mercado por la administración centralizada de la economía llevó a que, en ausencia de competencia, las empresas industriales produjeran con altos costes relativos y con una baja calidad de acuerdo con estándares internacionales.

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El rezago de la industria de bienes de consumo y de la agricultura provocó no solo una grave deformación estructural en la industria soviética, sino que ralentizó el mejoramiento del nivel de vida de la sociedad. Cuando el modelo «extensivo» de crecimiento agotó sus posibilidades, a partir de la segunda mitad de la década de los setenta del siglo xx, la economía soviética fue incapaz de transitar hacia un modelo «intensivo», basado en mayor productividad de los factores de producción y en mayor calidad de la producción.

Tras el derrumbe del «socialismo burocrático» y la desaparición de la Unión Soviética, sobrevino para Rusia la mayor crisis económica de la época contemporánea.

Entre 1993 y 1999, el PIB se contrajo a un ritmo promedio anual de -4,0%;(4) se produjo una enorme devaluación del rublo; aumentó la inflación; se incrementó la deuda externa; las reformas hacia la liberalización de la economía y la transición hacia una economía de mercado, condujeron al fomento de la corrupción; el enriquecimiento ilícito de funcionarios del Partido, el gobierno, directores de empresas estatales y el desaparecido KGB; el deterioro del nivel de vida de las personas jubiladas y de millones de trabajadores a quienes se les redujeron los ingresos reales. El ingreso per cápita a precios corrientes de 2015, pasó de 6.398 dólares estadounidenses en 1992 a 5.362 en 2000.(5)

El gobierno de Putin, a partir de 2000, ha logrado revertir las tendencias macroeconómicas negativas, al tiempo que restableció el poderío militar del país; pero no ha conseguido conformar una estructura económica ni un patrón de inserción internacional típicos de naciones desarrolladas. En realidad, la economía es altamente vulnerable a los precios del petróleo y el gas, que constituyen el principal rubro de exportaciones.

Entre 2017 y 2021, los combustibles representaron el 47,9% de las exportaciones rusas, los productos de fundición de hierro y acero 5,1% y los metales preciosos, entre ellos oro y platino, 4,8%. Mientras, las máquinas y aparatos mecánicos, incluidos los reactores nucleares, representaron el 2,2%, y las máquinas y aparatos eléctricos 1,2%.(6) Rusia ocupa el primer lugar en la exportación mundial de combustibles y reactores nucleares, pero es importador neto de maquinarias y productos de alta tecnología.

El ingreso per cápita a precios constantes de 2015, pasó de 5.362 USD en 2000 a 9.633 USD en 2020. No obstante, aún continúa siendo un valor correspondiente a una economía de desarrollo intermedio. Su gasto militar, sin embargo, ha oscilado entre el 3,7% y el 4,3% del PIB desde 2017 a 2020; mientras Estados Unidos reporta entre 3,3% y 3,7% y China 1,7%. En el período 2018-2020, Rusia destinó a gastos militares el 11,4% del presupuesto total de la nación. Por su parte, Estados Unidos descendió de 9,6% en 2018 a 7,9% en 2020, y China de 5,1% a 4,7%; ambos con economías mucho más grandes que la rusa. (7)

Bajo el régimen de Putin se ha mantenido la lógica soviética de la época de Guerra Fría, según la cual se prioriza el gasto militar para mantener la paridad estratégica con Estados Unidos a costa de un sacrificio económico considerable. Esta paridad ha incluido el desarrollo de armamentos de nuevo tipo que, de usarse en una conflagración internacional, podrían llevar a la destrucción de la humanidad.

Pareciera que Putin no ha tomado en cuenta adecuadamente las lecciones de la historia. El poderío de las naciones se construye a partir de la economía. Una economía sana macroeconómicamente, competitiva y con un adecuado clima para el desarrollo de los negocios, enfocada en el mejoramiento del bienestar de la sociedad y en una eficiente inserción internacional; es la base sobre la que se construye una potencia sólida.

Esto lo comprendió Gorbachov en su momento y fue abanderado de una serie de acuerdos para limitar la carrera armamentista y, sobre todo, restringir el desarrollo de armas de destrucción masiva. La economía soviética de entonces no podía sostener semejante nivel de gastos. Tampoco la rusa podrá lograrlo en estos tiempos.

Rusia no es solo una gran potencia militar, sino cultural, científica y deportiva. Su aporte a la literatura, el cine, la música, la danza, la ópera, la educación, las ciencias y los deportes; es de relevancia global. Sin embargo, requiere modernizarse económicamente y como sociedad para que pueda cumplir un rol de liderazgo internacional en un ambiente de cooperación global con los otros países, en especial con los de su entorno geopolítico. Pero esto precisa también de un nuevo tipo de relaciones internacionales, en las que la confianza mutua reemplace a los recelos y la marginación.

Rusia necesita derrotar a sus demonios.

***

1.  Ver, de Joseph Frank: Dostoevski, A Writer in His Time, New Jersey, Princeton University Press, 2010, p. 657.

2.  S.B Clough y R.T Rapp: Historia económica de Europa, Omega, Barcelona, 1979. Citado por Enrique Palazuelos: La formación del sistema económico de la Unión Soviética, Ediciones Akal, Madrid, 1990.

3.  Cálculos a partir de Palazuelos: La formación del sistema económico de la Unión Soviética. Ediciones Akal, Madrid, 1990.

4. Cálculos del autor con base a UNCTAD (2022) Unctadstat.

5. UNCTAD (2022) Unctadstat

6. Cálculos con base a ITC: Estadísticas de comercio internacional, Cálculos con base a ITC (2022) Estadísticas de comercio internacional.  

7. SIPRI (2022) SIPRI Military Expenditure Database. 

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