—Se ha orientado una estrategia para salvar, a partir de este año que recién comienza, la industria azucarera. ¡Se acabó la dulce vida!
—¿Y eso qué tiene que ver con nosotros, compañero director?
—Somos cubanos y revolucionarios, valga la redundancia, y cualquier cosa que toque de cerca a la nación nos toca también… aunque nos toque lejos.
—No entiendo la relación de la revista Mar y Sol con la problemática de la zafra azucarera, salvo que nos pongamos a hablar de peces de agua dulce.
—Tiene que ver con que seremos los encargados de preparar a la opinión pública respecto al sustituto que, mientras el palo va y viene, el país introducirá en el mercado internacional. Dadas sus características, es un producto que concatena con el medio en el que se desenvuelven las especies que han constituido, hasta hoy, nuestras fuentes noticiosas.
—¿Sustituto? En la publicación el tema central son los peces, y no tengo que explicar los vaivenes de precio que ha sufrido el producto de las capturas, sobre todo la langosta, en los últimos años.
—Olvídense de la langosta y de la angostura de pensamiento de los que no han logrado revertir la situación. ¡Exportaremos sal!
—¡¿Sal?! Usted disculpe, pero esa decisión no tiene pies ni cabeza.
—Sí los tiene. Somos un país rodeado de mar. Eso lo sabe cualquier revolucionario cubano, y valga doble la redundancia.
—Director, salvo que me equivoque, el mar está ahí desde mucho antes del cincuenta y nueve.
—No estés tan seguro… La estrategia es construir no menos de cien salinas a lo largo de nuestras costas, para que produzcan de aquí a siete meses.
—¡¿Siete meses?!
—Según el Instituto de Meteorología, en esa fecha se producirá el mayor nivel de evaporación, indicador que hace aumentar proporcionalmente la productividad de una salina.
—¿Y la fuerza de trabajo para atenderlas?
—La semana que viene se abre un curso de salineros emergentes en Caimanera, con quinientos alumnos.
—Eso es peligroso, dada la proximidad de la Base Naval de Guantánamo. ¿Quién convence a los yanquis de que tanta gente en su cercanía estudia por el futuro de las exportaciones cubanas?
—Ellos están más al tanto de la Mesa Redonda que nosotros… Centremos nuestro plan de trabajo en el aspecto económico. Los dividiré en dos equipos: los que están a mi derecha parten el lunes hacia Bolivia y los de la izquierda a Paraguay.
—La idea de enviarnos al extranjero es magnífica, pero: ¿qué haremos allá?
—Explorar mercados potenciales para nuestro futuro primer rubro económico. Esos dos países son los únicos en América Latina que no tienen costas. Se supone coman bajo de sal.
—No acabo de entender. Son naciones del tercer mundo. Incluso acaparando todo su mercado, no creo logremos ingresar mucho a nuestras arcas.
—Eso déjenmelo a mí. Parto el mismo día que ustedes a una gira por Suiza, Austria, Hungría y la República Checa. Tampoco poseen litoral.
—Una objeción…
—¿No te gusta Paraguay?
—No es eso. Me preocupa la publicidad: ¿qué va a pensar la opinión pública mundial cuando constate que Cuba incita al consumo de cloruro de sodio?
—Dos grupos de especialistas trabajan ya en la confección de sendas campañas publicitarias: una con el propósito de demostrar a los asiáticos lo desafortunado de espantarse el arroz desabrido, la otra para que el pueblo conozca el alto índice de hipertensos del país.
—No acabo de entender.
—¡Vas a salarme el día! ¿Qué no entiendes ahora?
—¿Por qué alarmar a nuestros compatriotas?
—Sencillo: si queremos empezar mañana mismo a exportar sal, o como dices tú, cloruro de sodio, hay que suprimir media libra de la que se distribuye por la cuota normada. Nos encargaremos, a través de nuestras páginas, de persuadir a la población de que todo es por el bien de su salud.
—Ni que fuera tan fácil transformar hábitos alimentarios…
—¿Que no es fácil? Pregúntales a Frei Betto y al Granma. Además, qué importan los hábitos alimentarios si está en juego la supervivencia de nuestro proyecto social. Es simbólico que la sal, que hasta hoy sirvió entre otras cosas para preservar los alimentos, en lo adelante sea decisiva para preservar la Revolución. No se habla más: aliviemos hipertensiones con un buen café, pues este edificio se convierte en la sede de la refundada revista Sal y Mar, pieza indisoluble del corazón de la economía cubana… ¡Clarita, por Dios, no le echaste azúcar!