Nos separa poco menos de un mes para que el 22 de enero la pelota, con la 61 Serie Nacional, se apodere de los pasillos deportivos del país. Sin embargo, por sus profundas raíces en esta tierra, tiene el poder de convocarnos aun antes del primer lanzamiento.
Como prólogo de la campaña, los aficionados debaten sobre una decisión tomada durante la 60 Serie Nacional, en torno al director del equipo Cuba. Entonces se acordó que quien comandara la selección nacional no lo haría con ningún conjunto en la temporada.
Hemos sostenido lo atinado de tomar ese camino, basado en el criterio de que tan alta responsabilidad no se debía compartir con ninguna otra, para que el objetivo no se marcara por una estrategia sesgada, al no poder ver holísticamente, desde el puesto de mando de un certamen nacional, una meta superior.
Como pasa en el beisbol en un país donde es patrimonio cultural de la nación, unos están de acuerdo y otros tantos no. Hoy, por supuesto, mantenemos la misma mirada en cuanto a lo que consideramos una acertada decisión; pero la 61 Serie, ya a las puertas de home, se desarrollará en un contexto precedido por el impacto de la pandemia de la COVID-19, que, en el caso de Cuba, tuvo mayores implicaciones por el oportunista recrudecimiento del bloqueo económico, comercial y financiero de EE. UU.
Esa circunstancia obligó a modificar los calendarios y las estructuras de todo el universo deportivo mundial, y Cuba, y su pelota en particular, no fueron excepciones. Hasta los Juegos Olímpicos se desarrollaron, por primera vez en su historia, incluso desde la antigüedad, en un año impar, y se redujo el ciclo de cuatro años a tres, por una única vez, por lo cual París-2024 nos llegará en solo tres almanaques.
El beisbol sufrió esos avatares y 2022 no tendrá un certamen internacional de envergadura, sino que será el año 2023 el que se cargará de importantes y cruciales compromisos para los peloteros: v Clásico Mundial (marzo), en varias sedes; Juegos Centroamericanos y del Caribe (mayo), en El Salvador; Juegos Panamericanos (octubre), en Santiago de Chile, y Premier 12 (noviembre).
Es decir, Cuba no tendría un reto en 2022, aunque sí debe preparar el exigente 2023 desde ya; primero, con una buena y competitiva Serie Nacional, con lo que tenemos, que está comprobado que puede ser superior; y luego, con el ya decidido torneo élite en el último trimestre del próximo año. Este debe aportar, al reducirse el número de elencos y de jugadores, una mayor concentración de calidad y los cimientos de la selección nacional.
Por lo tanto, se pudiera, como mismo se han modificado los calendarios, implementar el correcto nombramiento de un mentor para la principal escuadra del país, una vez concluida la temporada. Le daría al designado la posibilidad de evaluar la serie y el torneo élite, junto con un grupo de trabajo que, sobre bases científicas, llegue a criterios de elegibilidad según las necesidades y demandas de las cotas a enfrentar para conducir al elenco patrio a un rol protagónico en las lides internacionales.
Una buena 61 Serie y una mejor justa, entre seis equipos, con los mejores exponentes del país, junto a ese colectivo de dirección, serían las premisas que consideramos para buenas noticias en 2023.