LA HABANA, Cuba. — Hace quince años se publicó en Cuba un libro inusual: Rafa, el desordenado, de la periodista y escritora Celima Bernal García.
Resulta excepcional encontrar un libro publicado en Cuba que narre sin acritud la vida de un miembro de la alta burguesía durante la etapa republicana y cómo se las arregló para sobrevivir bajo el castrismo gracias a un familiar suyo que era dirigente gubernamental. Eso es Rafa, el desordenado, publicado por la Editorial Ciencias Sociales en el año 2006, y que fue hecho a partir de las entrevistas que hizo Celima Bernal a Rafael García Bango.
Los padres de Rafael García Bango fueron un miembro fundador del Tribunal Supremo de Garantías Constitucionales y Sociales y una elegante dama de la clase alta. Su único hermano, Jorge “Yoyi” García Bango, luego del triunfo de la Revolución, llegó a ser presidente del Instituto de Deportes, Educación Física y Recreación (INDER).
La vida cómoda e intensa de Rafa transitó por los más elegantes centros nocturnos, restaurantes, hoteles, casinos y exclusivos clubes para millonarios. Aficionado al béisbol y las carreras de caballos, fue deportista, apostador y banquero.
Amante de bellas coristas, modelos y actrices, de sus varios matrimonios, tuvo hijos y nietos dentro y fuera de Cuba.
Fue abogado y amigo personal del mafioso norteamericano Santo Trafficante Jr. Lo defendió a Trafficante cuando en 1959, luego del derrocamiento del gobierno de Batista, lo enviaron a Triscornia para deportarlo. Rafa ganó el pleito y Santo Trafficante no fue deportado. Cuando se fue de Cuba, en 1960, fue por voluntad propia.
La manera de vivir de Rafael García Bango es cuestionable según el punto de vista de quien la valore. Pero a esos que pudieran cuestionarlo pareció contestarles Rafa cuando le declaró a la autora del libro: “Si, viví porque había vivido, porque había aprendido a vivir”…“¿Sabe? Nunca es tan fiero el león como lo pintan”.
Las anécdotas y narraciones de Rafa nos permiten conocer lugares desaparecidos y hechos del pasado. Nos enteramos como eran antes de 1959 los cabarets Sanc Souci y Embers, los hoteles Capri y Deauville con sus salones de juego, y el Club 21.
Por las páginas del libro desfilan personajes muy conocidos de la época republicana, como los hermanos Prío, de quienes Rafa fue amigo.
Uno de los capítulos más interesantes del libro es “Detenido en La Habana”, donde narra el breve tiempo que pasó preso en La Cabaña. Lo encarcelaron por tráfico de dólares, pero luego quisieron acusarlo injustamente de un atentado contra Fidel Castro. Fue liberado gracias a la influencia de su hermano Jorge García Bango, el director del INDER, con el que siempre tuvo excelentes relaciones.
En ese capítulo, hay un pasaje donde recuerda: “La capilla de los condenados a muerte que esperaban por la hora del fusilamiento, se encontraba cerca. Los veía partir rumbo al paredón. Es un recuerdo impresionante. Por aquellos días hubo varias ejecuciones”.
Algo más adelante cuenta el caso de un preso al que le suspendieron la pena de muerte. Se trataba de un nieto de Máximo Gómez. Refiere Rafa: “A uno de los condenados que debían ejecutar ese día le avisaron que había llegado su hora, y un instante después le informaron que su pena le había sido conmutada. El hombre exclamó: Gracias a Dios. Emilio, el guardia, le contestó: Dale las gracias a tu abuelo”.
No conozco otro libro publicado en Cuba durante el castrismo que refiera los fusilamientos en La Cabaña de la forma en que se narran en Rafa, el desordenado.
Rafa también estuvo preso en España por introducir dólares falsos en ese país. En 1969 le impusieron una condena de 18 años, pero solo cumplió cinco. Fue indultado en 1974 gracias a las gestiones de su cuñada, la bailarina Ana Gloria Varona, con el por entonces ministro del Interior Ramiro Valdés, quien consiguió que Fidel Castro intercediera con Francisco Franco para lograr la excarcelación de Rafa.
El insólito libro de Celima Bernal sobre Rafael García Bango tuvo muy poca circulación en Cuba. Tuvo una pequeña tirada de 2 000 ejemplares y se vendió en 4,50 CUC, equivalentes a 110 pesos, un precio que hacía difícil su adquisición. Por eso, la Editorial Ciencias Sociales no tuvo objeciones para publicarlo.
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