LAS TUNAS, Cuba. — Este viernes cumple 73 años la Declaración Universal de los Derechos Humanos, que fuera acogida por la Asamblea General de la ONU el 10 de diciembre de 1948. El documento, muchas veces ignorado, mal interpretado o interpretado a conveniencias, es una enfática descripción de los derechos del ciudadano respecto al Estado sin importar qué tipo de régimen gobierna. La también llamada Carta de Derechos Humanos ha sido mundialmente reconocida y empleada como código de conducta y norma para medir cómo los gobiernos aseguran los derechos de sus ciudadanos.
El concepto de derechos humanos es inseparable del Estado de derecho. En el caso de la Declaración de Derechos Humanos, de la que Cuba fue una de las naciones firmantes, tiene en su base intelectual la Declaración de Independencia de los Estados Unidos, promulgada el 4 de julio de 1776, junto con la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, aprobada por la Asamblea Nacional Constituyente de Francia el 26 de agosto de 1789.
En Cuba, el golpe de Estado del 10 de marzo de 1952 —ocurrido justo tres años y tres meses después de que la Isla rubricara la Declaración Universal de los Derechos Humanos— vino a descarrilar el código de conducta y la norma que el país se había comprometido cumplir para medir cómo el gobierno daba cabida a los derechos humanos de los cubanos.
En los poco más de seis años de dictadura del general Fulgencio Batista fueron cometidas violaciones de los derechos humanos reiteradas, acrecentadas a partir del asalto al cuartel Moncada (26 de julio de 1953) y, particularmente, entre 1956 y 1958, cuando el régimen lanzó una guerra civil llena de abusos de poder, extorsión y asesinatos.
Podemos afirmar, sin temor a equivocarnos, que de los 73 años que ahora cumple la Declaración Universal de los Derechos Humanos, los cubanos tuvimos la protección de esos derechos durante tres años y tres meses (los del último gobierno electo, el del doctor Carlos Prío Socarrás, que asumió la presidencia el 1ro de junio de 1948 y fuera defenestrado por el golpe de Estado del 10 de marzo de 1952).
Con la caída de la dictadura del general Fulgencio Batista Zaldívar llegó la llamada “dictadura del proletariado”, en la que, dictadura al fin, no hay más ley ni derechos que los que mantienen en el poder a un grupo menoscabando los derechos de los gobernados en beneficio del clan totalitario.
Derechos humanos son los derechos civiles y políticos, el derecho a la vida, la libertad y la libre expresión. También son derechos humanos la igual protección ante la ley, la libertad de movimientos, la libertad de asociación y de asamblea, sin discriminación, de ningún tipo. Dicho de otro modo: los derechos humanos son libertades. Los sometimientos, las dependencias de los seres humanos a los poderes del Estado erigidos en nación toda, sólo simulan autonomías. Sólo donde el poder judicial es independiente, libre de injerencias tóxicas a la administración de justicia imparcial, es posible el cumplimiento de la Declaración Universal de los Derechos Humanos.
Pero esto no ocurre en Cuba. El artículo 30 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos expresa: “Nada en la presente Declaración podrá interpretarse en el sentido de que confiere derecho alguno al Estado, a un grupo de personas, para emprender y desarrollar actividades o realizar actos tendientes a la supresión de cualquiera de los derechos y libertades proclamados en la Declaración”.
Basta con ver la televisión estatal —única existente en Cuba— o sintonizar cualquier emisora de radio —también estatales— o abrir cualquier periódico supeditado al PCC (Partido Comunista) para ver y escuchar cómo todos los poderes del Estado y de un grupo de personas —afiliados, simpatizantes o aduladores del PCC— han tomado para ellos, y solamente para ellos, los derechos todos de la nación cubana, negando a quienes se les oponen, disienten o tienen opiniones diferentes, la libertad de expresión y de movimiento.
Esa intolerancia, que ha conducido al pueblo cubano a la más absoluta miseria, condujo al estallido social del 11 de julio y no las “injerencias” de personas y entidades gubernamentales estadounidenses, como aviesamente, quieren hacernos ver los comisarios el régimen. Y esas violaciones de los derechos humanos, y no sólo las referidas al del debido proceso judicial sino la conculcación flagrante y ominosa de los 30 artículos de la Declaración Universal de Derechos Humanos, son las causas y los orígenes por los que ahora mismo cientos de ciudadanos cubanos huyen de su país, mientras otros, algunos casi niños, permanecen en el presidio político en Cuba.
Miguel Díaz-Canel, presidente designado por el general Raúl Castro, con infracción del artículo 21 de la Declaración de Derechos Humanos, dijo en el Clayton Hotel, de Dublín: “Nosotros por política ni por sentimientos excluimos a nadie, lo que pasa es que hay cubanos que se han excluidos. En Cuba todo el mundo no es revolucionario ni todo el mundo está con la revolución, y a nadie se le persigue por no estar con la revolución”. Fueron aquellas palabras repetición de un discurso cínico que los cubanos venimos escuchando desde hace muchísimos años. “Dentro de la Revolución, todo; contra la Revolución, ningún derecho”. Esos son los derechos humanos en Cuba.
Aunque el mundo civilizado celebra los derechos humanos este 10 de diciembre —en muchos lugares con manifestaciones como las que en Cuba tuvimos el pasado 11 de julio, sin llegar a criminalizar a los manifestantes por su derecho a manifestarse públicamente—, en Cuba no es un día para celebrar con alegría, sino para conmemorarlo demostrando nuestra insatisfacción; sí; el descontento por hacer de nuestro país una cárcel; el enojo por los que están presos sin cometer delitos, sólo por ejercitar sus derechos cívicos. Exigiendo su libertad ejercitamos la nuestra. No nos desprendamos de lo que es parte intrínseca de nuestras vidas y nadie nos dio porque nacimos con ellos. Nuestros derechos humanos.
ARTÍCULO DE OPINIÓN
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