El valle de Antúnez, en Mantua, recibe la siembra de tabaco. Clima favorable, atenciones tempranas y una tradición centenaria avalan el éxito de la temporada. El ojo avizor de Raúl Goizueta chequea cada postura, “para que no se me quede un solo espacio”- dice.
Conocido también por Güiro, debido al instrumento que solía tocar de joven en los guateques, este sexagenario semeja un resorte acerado por su vitalidad y enamoramiento profundo de la tierra y el tabaco.
Mi plan es de 60 000 y ya tengo más de la mitad. Con aquella tierra que ven por allá, completo y me salen como 20 000 más que no voy a dejar de sembrar. La empresa me prometió ayuda para sobre cumplir la siembra, porque saben que soy de los que no fallan.
Goizueta es de los tantos que por décadas construyeron el valle de Antúnez como el jardín que es hoy, y así se lo comento. “Los campesinos de aquí- afirma- son muy trabajadores. Por mucho que busques no encontrarás chapucerías, cultivos abandonados o tierras mal preparadas. Y en las siembras de tabaco hacemos porfías para plantar primero y mejor”.
«¿Todavía cantas?»- le pregunto, y como respuesta suena su voz de gallo fino: «El día que yo nací, nacieron cuatro potrancas, una prieta y una blanca, y una chiquitica así.»
Cerca de la villa de Mantua, en una planicie antes dedicada a la ganadería, Joel López, Taty para los amigos, realiza su tercera campaña tabacalera. El esfuerzo de este radiólogo devenido campesino, es parte del propósito que tiene el territorio de plantar 700 hectáreas de tabaco.
“Ya tengo 50 000 en el campo, y casi desde el primer momento todas tienen el palito tapado y frescura en la tierra, para que crezcan sanas”.
Le pregunto por los recursos, Taty mira por encima de mi hombro y responde: “No están abundantes, incluso algunos ni siquiera llegarán a tiempo. Por eso queda fertilizar con materia orgánica, fumigar con tabaquina, o lo que aparezca; lo que no va a suceder es que se pierda la cosecha.”
El auto avanza con dificultad por lo que va quedando de la carretera de Mantua a Dimas. El polvo es mucho y nubla la visión. En un recodo dobla a la izquierda y se interna por los antiguos caminos de la antigua mina de oro. A ambos lados la vegetación de pinos alterna con campos cuidados con esmero.
Es la zona de Marín, a unos 30 kilómetros al norte de la villa, lugar donde en los difíciles años del periodo especial funcionara un campamento agrícola. En este lugar, entre arroyuelos, pequeñas presas y palmas canas se asientan las tierras del joven Yendry Pérez Linares escalona un millón 100 000 posturas.
“Siempre pienso en grande- dice- de ahí lo del millón de posturas. El país ha tenido y tiene dificultades con los recursos, pero no me amilano: es mi inversión y la voy a llevar hasta el final, cuando la lleve hasta el taller de escogida».
La disminución de los planes de siembra permitió dedicar unas 400 hectáreas a cultivos varios, fundamentalmente granos. “Por eso lo principal es lograr calidad- afirma el ingeniero José Luis Álvaro- Díaz, director de la Empresa de Acopio y Beneficio del Tabaco de Mantua- Serán muchas hectáreas menos, pero las que se plantan están en manos de los mejores cosecheros de tabaco y ya se ve el rumbo que toma la campaña.”
Mantua perfila una campaña, a todas luces compacta, donde debe primar la calidad en el proceso, desde el campo hasta la preindustria, sin olvidar las obligaciones de las entidades agrícolas con la alimentación de los ciudadanos.
En Video: Buen comienzo para la siembra de tabaco en Mantua
https://youtube.com/watch?v=32FVys_WoCQ
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