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Néstor Kohan y las gafas oscuras de cierta izquierda

Un empresario chileno residente en Cuba, Rodrigo González Hidalgo —que divide el tiempo entre su restaurante privado y el activismo político a favor del gobierno y es conocido en redes sociales como Rodrigo Huaimachi— conversa con Néstor Kohan, filósofo argentino, sobre la obra de este último y sus muchas consideraciones relativas a la realidad insular.

El espacio en que tertulian es La Manigua, un canal en Telegram proverbial por su extremismo, vulgaridad e incluso misoginia en el tratamiento a cualquier persona que disienta de las políticas oficiales. Esta larguísima conversación, revisada y enriquecida por Kohan según se aclara, fue publicada luego en tres partes por los sitios La pupila insomne y Cubadebate (I y II).

Podría creerse que el intercambio con un académico que cuenta con varios libros publicados y amplio currículo, mejoraría los estándares habituales de La Manigua; sin embargo, no solo no ocurrió eso, sino que, por el contrario, el invitado se sintió allí como pez en el agua.

Kohan y la razón calumniosa

La Filosofía es una ciencia y, como tal, debe fundarse en evidencias. Para discurrir sobre cualquier aspecto de la naturaleza, la sociedad y el pensamiento, sus tres enormes ámbitos, los filósofos deben partir de constataciones. Kohan se niega a ello y acude entonces a una perniciosa costumbre que Gastón Baquero denominó hace tiempo: «La injuria como razonamiento».

Usar la calumnia para desacreditar a colegas que profesan otros puntos de vista, es un hábito que ha sentado cátedra entre algunos intelectuales a los que el tema Cuba les funciona como escudo para defender dogmas desafiados por la historia. En agosto pasado, Atilio Borón, otro gurú de la izquierda, utilizó su cuenta en Twiter para acusar de contrarrevolucionarios a tres intelectuales cubanos invitados por la facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires al panel «A un mes de las protestas del 11 de julio». Ni siquiera tuvo en consideración que era su propia universidad, donde también labora Kohan, la que organizaba el debate.

Como bien afirma el profesor e investigador cubano Alexei Padilla, al referirse a este tipo de estrategias en su artículo «Fallas de la cultura política: ataques personales en lugar de argumentos»:

No es necesario haber leído los principales libros y artículos del filósofo alemán Jurgen Habermas, o hacer un curso de teoría y democracia deliberativas, para entender que el ataque personal develará la pobreza y/o ausencia de argumentos de quien utilice esa táctica. Los argumentos válidos se han de responder con contra-argumentos. O sea, con propuestas racionales basadas, preferiblemente, en información real y no en convicciones religiosas o ideológicas.

En la referida entrevista, además de hablar de sí mismo, sus libros e influencias formativas, Kohan se dedica a diagnosticar lo que entiende como la disidencia cubana. Y ahí hace de la calumnia un arte. En su diatriba sobre lo que bautiza «izquierda gelatinosa» o «izquierda muy suavecita», «con demasiadas comillas», —y motivado por la insistencia del entrevistador—, dedicó un espacio a enjuiciar a La Joven Cuba, portal de análisis que coordino desde hace un año y en el que escribo con sistematicidad desde hace cuatro.

Al respecto expresa: «No lo he leído mucho y te confieso que no me interesa detenerme allí. Porque lo poquito que leí era de bajísima calidad. No me interesa perder el tiempo leyendo pasquines de ese tipo».

No nos lee, pero inexplicablemente, y sin evidencias, nos cataloga como «Pasquín de ignorantes», y es así que pregunta, retóricamente indignado: «¿Vale la pena perder el tiempo con semejantes chapucerías?», para responder de inmediato: «Cada persona decidirá. Yo no pierdo el tiempo leyendo charlatanes y ventrílocuos del imperialismo».

No importa que LJC esté integrado por un equipo de prestigiosos intelectuales con doctorados y maestrías en ciencias históricas, filosóficas, pedagógicas, económicas, en relaciones internacionales y periodismo; junto a un enorme grupo de colaboradores respetados y con sólidos currículos. Tampoco interesa a Kohan que los análisis que allí se hacen, con los que puede discreparse por supuesto pues no son infalibles, ni lo pretenden, se distinguen por ser fundamentados y respetuosos.

Mucho menos reconoce que somos un medio de izquierda que sostiene una postura socialista y antimperialista. Llegados al punto de la razón calumniosa, ya no se trata de leer para objetar, analizar argumentos para desmontarlos; nada de eso, con ofender y acusar es suficiente, y en ello, nadie lo dude, Kohan es un maestro.

No todos comparten, por suerte, criterios tan absolutos. LJC ha crecido sólida y sostenidamente en visitas, y en lo que va de 2021 tenemos más que en los dos años anteriores juntos. De esos lectores, una enorme cantidad vive dentro de Cuba. Sentimos defraudar a Kohan con estas noticias.

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Néstor Kohan (Foto: Álvaro Valero)

La manera en que se refirió a mí en la conversación es toda una paradoja. Porque que un argentino diga de un texto que posee «un nivel de arrogancia» y «un grado de petulancia» que le «generó vergüenza ajena», es tremendamente irónico y me hizo sonreír recordando la vieja expresión: «un conejo diciéndole orejón a un burro». Y perdonen tantos amigos que allí tengo (mi querida María por sobre todos), pues sé que con la idiosincrasia gaucha hay tanto arquetipo como con los cubanos, de los que se afirma que somos todos excelentes bailadores, cuando desgraciadamente muchos, como es mi caso, no sabemos mover un pie.

Pasaré también por encima de otros agravios, algunos muy serios, e indudablemente no descenderé al nivel de Kohan, no hay que exagerar. Me interesa más cuestionar su actitud científica y ética.

Kohan es impreciso cuando se refiere a una tesis que he manejado en varios textos y fundamentado a lo largo de muchos años de estudio: el histórico carácter antimarxista del Partido Comunista, en cuanto a que da la espalda al método dialéctico materialista y maneja un discurso ideológico que, al convertirse en ideología de Estado, ha instrumentado como mecanismo de dominación sobre toda la sociedad; ello ni siquiera es exclusivo del comunismo cubano.

He investigado durante más de treinta y cinco años la historia del Partido Comunista, especialmente desde su legalización en 1938; defendí un doctorado sobre el pensamiento político de Juan Marinello, intelectual que presidió esa organización entre 1939 y 1959; tengo tres libros y gran cantidad de ensayos y artículos publicados en los que sustento de diversas maneras esta tesis, y soy miembro correspondiente de la Academia de Historia de Cuba. A pesar de eso, Kohan solo asevera que ha leído una «declaración en el Facebook de la directora o la subdirectora» de LJC donde:

Adoptó un fragmento que tenía no más de tres o cuatro renglones del año setenta y pico, creo que era de 1975 o 1976. Entonces tomó un documento aislado (absolutamente descontextualizado, violentando las reglas elementales de la hermenéutica) del partido cubano y extractó tres o cuatro renglones.

Y a partir de allí dedujo (¡vaya a saber uno con qué reglas lógicas!) como conclusión general que este partido… no único, diría yo, sino partido unificado, que se ha nutrido de corrientes muy diferentes (que siguen existiendo y conviviendo hasta el día de hoy con matices distintos…quien conozca Cuba y haya participado de un debate político en Cuba, sabe perfectamente que esas corrientes siguen vivas, están unidas y articuladas, por suerte el imperialismo no logró fragmentarlas, ¡por suerte! como sí logró en otros países y por eso cayeron derrotados, pero evidentemente siguen vivas esas tradiciones que conviven, ¿verdad?); entonces esta editora de La Joven Cuba afirma que el partido cubano “jamás ha sido marxista”. ¡Jamás! Cuando leí eso… no sabía si reír o llorar. ¡Pero qué nivel de ignorancia! ¡Qué grado de petulancia! Quiero creer que escribe eso por ignorante, arrogante y soberbia, no porque recibe dinero del imperialismo. ¡Quiero creer eso! Y si en realidad escribe eso para quedar bien con sus “mecenas” y “patrocinadores”, incluyendo a su jefe de redacción que opera desde Estados Unidos…. lo dejo provisoriamente a un costado. Me quedo exclusivamente con el contenido de lo que afirma, para poder analizarlo.

No sé si agradecer a Kohan el beneficio de la duda, al menos quiere creer que escribo por ignorancia y no porque reciba «dinero del imperialismo». Otros intelectuales no han tenido esa suerte. Hace poco, en un mensaje de correo electrónico dirigido a una larga lista de personas, se refirió al respetado historiador y jurista cubano Julio César Guanche como un «farsante rentado». Realmente preocupa esa manía difamatoria, parece síntoma de inestabilidad mental, con todo respeto.

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Julio César Guanche (Foto: OnCubaNews)

Pero volvamos a lo esencial. Mientras yo cito textualmente a Kohan y pongo acá los enlaces a la entrevista para que pueda ser leída, él no se preocupó por hacer lo mismo en mi caso, como es usual entre académicos e intelectuales. Admite que apenas leyó algo que escribí en Facebook, sin precisar siquiera qué texto está enjuiciando, y se permite afirmaciones infundadas, sin una revisión crítica de mis publicaciones o de mis ideas. «Si no te gusta el mensaje mata al mensajero», parece su máxima favorita.

Además de sus falencias éticas, es evidente también una escasa solvencia en el terreno de la historia de Cuba, pues afirma sin ruborizarse que las tres corrientes que conformaron al PCC en 1965, «siguen existiendo y conviviendo hasta el día de hoy con matices distintos» dentro de esa organización política. Únicamente pido a Kohan que demuestre esta enunciación, de lograrlo merecería, mínimo, el Premio Nacional de Historia.

La intención del argentino de presentar al Partido Comunista como una organización que se caracteriza por su democracia interna y es representativa de las corrientes de pensamiento de izquierda en la Isla, es desafiada constantemente por la realidad y va de la mano con su marcado ataque a cualquier postura crítica sobre el Partido y Estado cubanos, venga de cualquier punto del espectro ideológico.

¿Es esto sui géneris en Kohan o es propio del enfoque de una parte de la izquierda que, cuando se trata de Cuba, gusta confundir gobierno con Revolución y poder de la clase burocrática con poder popular?

Las gafas negras

En 1985, siendo una veinteañera estudiante de Marxismo e Historia, vi la película argentina La historia oficial. Tras el fin de la dictadura, una profesora sospecha que su pequeña hija adoptiva fue arrancada a una madre desaparecida durante esa sangrienta época. El guión, la fotografía, las actuaciones, son inolvidables. El filme, incluso, obtuvo el premio Oscar de ese año a la mejor cinta extranjera.

La extensa escena inicial muestra a la profesora que transita en su auto, lo parquea y camina entre la multitud para llegar a su trabajo. Unas ancianas vestidas de blanco desfilan con carteles, otras personas miran desde aceras y autos. Ella, encarnada por la excelente actriz Norma Aleandro, grande en el papel, se coloca unas gafas oscuras, simbólicas, y continúa su camino ajena a una realidad que en poco tiempo cambiará su vida.

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Así, con unas enormes gafas negras, me represento a ese sector de la izquierda al que pertenece Néstor Kohan y que se denomina amigo de Cuba, cuando en realidad prefiere no mirar lo que de verdad está ocurriendo. Acepta por buena la narrativa del gobierno y el aparato ideológico porque contribuye a su leyenda y los mantiene en una zona de confort ideológico.

Es la izquierda que no entendió el mensaje cuando implosionó el socialismo en Europa Oriental y todavía sueña con que este modelo burocratizado, mal llamado socialista, es funcional porque ha sobrevivido tres décadas más en una pequeña islita. Como dijo una psicóloga cubana a la que admiro por su valor y coherencia: «para que ellos se sientan bien, nosotros tenemos que sacrificarnos».

Afirmar que todo el disenso que existe en Cuba, desde el pensamiento crítico sobre el gobierno hasta la manifestación del 11-J, se deben a una agenda financiada desde el extranjero, y que es resultado exclusivo de «una operación comunicacional», es, primero, negar de plano el conflictivo sustrato económico y sociopolítico existente en el país, y segundo, acusar con etiquetas difamatorias a un pueblo sufrido y estoico como el nuestro. En Cuba, la falta de libertad al que piensa diferente respecto al gobierno, no tiene que ver con la ideología, sino con el poder y con la falta de democracia para ejercerlo.

Pocos pueblos han resistido los rigores de años de sacrificios y carencias sin reaccionar. Eso es lo raro, eso es lo que debiera estudiar la izquierda. Y no generalizo, me refiero al sector que prefiere expresar fidelidad al gobierno cubano en lugar de ser fieles, ideológicamente, a las necesidades de las capas más humildes, y científicamente, al rigor que ofrece el método de la dialéctica materialista para analizar procesos sociales.

Esa es la izquierda que denuncia una terapia de choque en sus países y no es capaz de identificarla en la denominada «Tarea Ordenamiento», reforma de precios y salarios aplicada acá, que hizo crecer los segundos en una proporción mucho menor que los primeros, adsorbiendo en poco tiempo el salario real y deprimiéndolo nuevamente en medio de la crisis y carestía actuales; que no se atreve a mencionar la polarización y las desigualdades sociales aparejadas a la semi dolarización del comercio y los servicios en Cuba, donde único se hallan determinados productos básicos para la vida cotidiana.  

Son los supuestos amigos que, ante denuncias de atropellos y violencia ejercidos por parte del estado cubano a su ciudadanía: amenazas, retenciones arbitrarias, despidos de empleos por motivos ideológicos, violación de derechos constitucionales, numerosos presos políticos, condenas desmedidas, y otras evidencias; nos piden compararnos con sus desaparecidos y sus asesinados por las dictaduras militares, o, en el mejor de los casos, arguyen no contar con pruebas y aceptan entonces la versión oficial. 

Es el sector de una izquierda dogmática que escoge entre condenar al imperialismo de los Estados Unidos y su injerencismo hacia Cuba o criticar al gobierno cubano por no ser el Estado Socialista de Derecho que estipula su Constitución; sin entender que es posible y necesario hacer ambas cosas; que eso es lo justo, lo ético y lo coherente.

No es la primera vez que Kohan actúa como una especie de as en la manga al que nuestro aparato ideológico oficial acude, presentándolo como voz autorizada de la izquierda, para dirimir controversias ideológicas internas. Ya lo hizo antes, cuando denunció como una conspiración de Soros y su Open Society al fenecido proyecto Articulación Plebeya, que mucho antes del 11-J pretendió ser un espacio facilitador de debates en la sociedad cubana.

Considero que su tendencia a la calumnia y a la descalificación gratuitas, su desprecio por las normas éticas y su ignorancia de la realidad cubana, lo convierten, efectivamente, en fiel representante de cierto sector de la izquierda, acrítico y complaciente, que se coloca gafas oscuras y sigue su camino porque prefiere no mirar lo que en verdad está ocurriendo en Cuba.

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