Como casi todos los niños del poblado avileño de Bolivia, Norge Klebenson, Osiris, Yaniel, Edgar, Marlon, Jadier… caminan por un atajo y no demoran en llegar a la cancha. Lo hacen todos los días en un viaje de placer, mañana y tarde. Tienen entre cuatro y 11 años de edad. Traen pequeñas pelotas de goma entre sus manos; llegan, forman el equipo y comienza a nacer la alegría de jugar porque sí.
En esta época del año, el juego se convierte en un espectáculo, con más protagonistas que espectadores; entre los segundos: Norge, Silvio, Yanet, Dashiell, Alberto, directivos, profesores y especialistas de un deporte que se resisten a dejar morir en la cuna donde ellos lo han practicado y ahora lo sufren.
Como los niños de esta historia, antes lo hicieron muchos, muchísimos otros que también escapaban de la mirada de sus padres para coger el atajo y llegar hasta las canchas del poblado de Bolivia, cuna de la formación de los mejores pelotaris de Cuba, con más de una veintena de medallistas en juegos centroamericanos, panamericanos y campeonatos mundiales.
Ninguna otra especialidad ha dado tantas preseas a nivel internacional en Ciego de Ávila, provincia que cuenta con un solo Campeón Olímpico en deporte individual: Armando Martínez, de boxeo, hace ya ¡41 años!, y los peloteros (no pelotaris): Dany Miranda, Róger Machado y Yorelvis Charles, hace 17.
«Todos los días es así. Cuando están de vacaciones llegan a cualquier hora. En el periodo de clases vienen por la tarde. Nosotros no tenemos que ir a buscar los talentos a las casas. Ellos llegan solos, pero a la hora del entrenamiento, de la enseñanza, pasamos mucho trabajo, porque de las cuatro canchas que había, Irma nos dejó en pie solo una y está en muy mal estado», asevera Norge Montalvo, uno de los pelotaris integrante de la selección nacional durante varios años, dos veces subcampeón mundial en la categoría juvenil y campeón panamericano en la modalidad de pelota a mano, la más fácil de practicar en cuanto al empleo de recursos, pues solo se necesita de la cancha y la pelota.
¡Hasta en las paredes de los edificios los niños del poblado practican esta modalidad!
La caída del enorme armatoste de cemento, ladrillos y bloques retumbó como una bomba atómica en el poblado. Después de la torre del central, todavía enhiesta, la estructura de 10 metros de altura fue la más alta de ese municipio en venirse abajo por el azote de los vientos de Irma, en septiembre de 2017.
De golpe, tres de las cuatro canchas quedaron inhabilitadas y la que permaneció en pie también sufrió los embates y quedó en deplorable estado constructivo, necesitada de una reparación capital si se quiere continuar allí con la formación de atletas y mantener la tradición de la pelota vasca y sus respetivas modalidades: paleta con pelota de goma, paleta con pelota de cuero, pelota a mano individual y en pareja, y el moderno frontball, los dos últimos, fáciles de jugar, accesibles para todos y sin la necesidad de desplegar gran cantidad de recursos.
Tras las últimas ráfagas, no fueron pocas las autoridades en los distintos escalones de mando que se comprometieron a «restaurar cuanto antes las canchas» del complejo deportivo Mártires de Bolivia, donde nacieron y «se hicieron» los mejores jugadores de las diferentes modalidades de pelota vasca en el país.
«En una época, recuerda Silvio Nelson Charles, árbitro internacional y metodólogo en la dirección municipal de deportes, tuvimos 16 atletas al máximo nivel; el equipo Cuba prácticamente era de este municipio. Hoy tenemos solo tres. Uno de ellos, Serguey Martínez, acaba de ganar la medalla de bronce en el X Campeonato Mundial Sub-23 de Frontón 36 metros, que tuvo por sede las localidades españolas de Íscar y Vallelado».
Ni por asomo Irma imaginó que el estrago causado dejara huellas profundas, con la caída al quinto lugar en las competiciones de ese deporte cuando se compilan la categorías escolar, juvenil y social, las gradas en silencio y depauperadas y las estructuras en el suelo, sin aspiración a que puedan levantarse a corto plazo.
Desde hace cuatro años permanecen así, aún en los momentos actuales, cuando el presidente de Cuba, Miguel Díaz-Canel Bermúdez, en una reciente intervención ante los presidentes de las asambleas municipales del Poder Popular, llamó a desterrar la inercia, la misma de la que es víctima el área de pelota vasca de ese complejo deportivo.
Muchas son las preguntas, demostrativas todas de que allí, entre los escombros, existen promesas incumplidas, acomodamiento, deseos enterrados, olvidos perpetuos y ninguna posibilidad, al menos por ahora, de que alguien vuelva a levantar las paredes.
«Aquí se hizo un intento, con bloques. Colocamos varias hileras, pero el muro no reunía las condiciones y tuvimos que detener la construcción. Tampoco teníamos manera de continuar porque hay que empinarla hasta los 10 metros y eso no es fácil. No existen ni andamios, ni grúas para acometer la tarea, o no los ha habido hasta ahora, como tampoco los chequeos, las visitas», detalla Alberto Manuel Infante Ojeda, director municipal de Deportes.
Norge Montalvo es del criterio de que «Si todo continúa así, seguiremos atrasándonos y retrocediendo en un deporte que le da alegría y medallas a todo un pueblo. ¡Hay que ver cómo en las tardes se reúnen viejos y nuevos pelotaris para jugar! Eso se disfruta».
Yanet Guevara Pérez, entrenadora, enfatiza en que se necesita poner de alta las tres canchas y someter a un proceso de reparación la única existente en el área. Ello permitiría enseñar mejor la técnica y así poder preparar a los niños desde edades tempranas. Las pelotas, aunque hay carencias, siempre aparecen. Las traen los propios niños, también nos las donan exatletas o las buscamos como podemos. Aquí entrenan más de 30 jugadores de la EIDE de Ciego de Ávila en las diferentes categorías y casi se hace imposible hacerlo en una sola cancha y en mal estado».
De igual manera piensa Dashiell de Ávila Brito, otro de los entrenadores: «Es difícil preparar a los equipos pioneril, escolar y juvenil juntos. Hay que volverse mago para hacerlo en distintos horarios y aprovechar bien el tiempo».
Lo dicen sin ironía, de la misma manera en que responde Yanelis Jiménez González, intendente del municipio: «Hoy en el territorio no disponemos del financiamiento ni de los recursos para cometer una obra de tal envergadura. Además, todavía quedan pendientes a reparar más de 300 viviendas afectadas por el huracán Irma».
Y el Inder en la provincia tampoco dispone de dinero presupuestado para el próximo año iniciar la reparación de una obra que no se dibuja tan fácil como atravesar el atajo y pegarle a la pelota.
Obviamente, para sanar los males de la cancha de pelota vasca del municipio de Bolivia se requieren toneladas -no tantas- de cemento, árido, acero; también andamios, grúas, fuerzas constructoras, pero, sobre todo, agilidad, para evitar que ella gane el título nobiliario de Monumento de la Dejadez en un municipio en pugna por su propio desarrollo y para que su batey no pierda la condición de Monumento Nacional.