LA HABANA, Cuba. – En vistas de que han sido derrotados por la oposición en el ciberespacio, el canciller del régimen pretende demandar a Facebook mientras que el secretario de Organización y Política de Cuadros del Partido Comunista publica en Twitter una caricatura que sin dudas expresa, además de la desesperación en la que se hunde el “sistema”, las más profundas aspiraciones de la dictadura, es decir, un retorno a aquellos tiempos en que tenían el monopolio de la información porque el internet y las redes sociales o no existían o bien ya estaban prohibidas.
Pero llegó el momento en que, para continuar llenándose los bolsillos en un mundo digitalmente interconectado, los mandamases del régimen se vieron obligados a abrir las puertas a las nuevas tecnologías y aquella pelea desigual entre abusadores y abusados se ha ido emparejando al punto de verse obligados los primeros a quitarse las caretas de “buenazos de la izquierda universal” y revelarse ante el mundo como lo que siempre han sido: una pandilla de vividores que han secuestrado el poder con la pretensión de eternizarse en él.
La caricatura divulgada por el sustituto de Machado Ventura, por ilusoria, supongo que ha de tener similar función que los bisontes y escenas de cacería que dibujaban los cavernícolas en sus cuevas, aunque a estas últimas se les puede llamar “arte”, algo que no pudiéramos hacer con lo que dibujan los trogloditas del oficialismo, mucho más en consonancia con aquella “creatividad” aberrante del grupo de “Ilustración Pública y Propaganda del Tercer Reich”, dirigido por Joseph Goebbels.
Dicen que los primitivos prehistóricos dibujaban sus deseos como un ritual para concretarlos y, alguna que otra vez, después de varios intentos fallidos, los alcanzaban porque apenas pretendían dar muerte a un animal que abundaba por miles en las praderas pero los barrigones del régimen cubano son en extremo pretenciosos porque sus aspiraciones, por lo que se observa en la ilustración en Twitter, es derrotar a cañonazos, más que a una tecnología —que lleva buena parte de intangible— a una realidad que se ha convertido en la sustentación de nuestra actual civilización.
Sin dudas andan tan asustados y faltos de ideas, tan arrinconados y aturdidos en el cuadrilátero de pelea, que sus cabezas noqueadas solo pueden generar tamañas locuras.
Una demanda contra Facebook y una caricatura donde un tanque de guerra bombardea un teléfono móvil son los pocos asideros que les van quedando. Bueno, si es que se les pueden llamar “asideros” a lo que son rotundos delirios, incluso llamémosles “infantilismos”, porque hasta recuerdan a ese niño que, después del regaño del maestro, llora y amenaza con traer a la escuela a su amigo Superman.
En estos días de alta tensión en Cuba no solo han circulado en redes sociales esas chifladuras. Corre por los grupos de WhatsApp una advertencia, posiblemente del Sindicato de Trabajadores —que es el mismo perro del oficialismo pero con distinto collar—, en donde se ordena a “la masa” no vestir de blanco por estos días, tampoco colgar ropas ni objetos blancos en los balcones y ventanas de sus casas, entre otras violaciones del espacio privado, para que la Policía “pueda localizar fácilmente a los opositores”. ¡Vaya que sí van como locos de remate!
Tan demencial y torpe es todo cuanto generan como “respuesta” y “antídoto” que ya ni siquiera se cuidan —como se cuidaba Fidel Castro— de reconocer ante la opinión pública que en la Isla existe una oposición política, y no una cualquiera y poco numerosa, sino una que les ha removido el piso y los ha puesto de cabeza. Y lo más importante: sin disparar un solo tiro ni puñetazo.
De la sabiduría popular conocemos que no hay nada más parecido a un loco que un descarado. Y así están por aquí, tan “a la cara” que hasta el hashtag que intentan viralizar como respuesta a las etiquetas del 15N y la Marcha Cívica es algo así como “no nos van a aguar la fiesta”. Como si en Cuba, tan hundida en la miseria por el reinado del MLC impuesto por Marino Murillo and company —tan triste y oscura más por la falta de esperanzas que por los apagones— hubiera algo por lo cual festejar como pueblo feliz y próspero.
Pero ya que mencioné al llamado “Zar de las Reformas”, ahora devenido dueño y señor del imperio del tabaco —después de cumplir la “honrosa” tarea partidista de terminar de convertir la economía cubana en un surtidor de divisas fuertes para los militares—, me doy cuenta a qué gran fiesta en peligro se refieren los comunistas. Y es precisamente esa a puertas cerradas en que se parte y reparte el pastel entre los mismos que lo cocinaron, esa orgía nacional a la que ninguno de nosotros, hombres y mujeres de a pie, fuimos ni seremos invitados jamás.
ARTÍCULO DE OPINIÓN
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