Apenas dos días después de que la Televisión Cubana escalara en la muestra de evidencias que vinculan a los convocantes de la marcha del 15 de noviembre con grupos y personajes terroristas de la mafia anticubana de Miami y organizaciones vinculadas a la CIA, eliminando cualquier duda que pudiese existir sobre el carácter ilícito de esta convocatoria, anunciaron en su plataforma en Telegram un diálogo sobre la violencia de género en Cuba. No es casual que así sea.
La violencia de género ha sido uno de los temas más manipulados para incidir sobre la opinión pública al interior y exterior de la Isla. La contrarrevolución ha utilizado la problemática para sembrar las matrices de opinión de que estamos ante el fracaso del socialismo cubano y ante un Estado fallido. Han inducido la idea de que las mujeres en Cuba se encuentran totalmente desamparadas frente a un escenario de incontrolada violencia e impunidad.
Con esto, intentan conectar con determinados sectores de la población cubana que, obviamente, se pueden sentir identificados con una problemática tan sensible y, al mismo tiempo, buscan llamar la atención de la opinión pública internacional en torno a un tema muy significativo en las agendas del debate público, induciendo prejuicios sobre nuestra realidad.
Fuerzan una analogía con la situación de violencia que enfrentan las mujeres en otras regiones. Analizan las cifras de crímenes contra mujeres en Cuba de manera descontextualizada. Hiperbolizan algunos acontecimientos, mientras desconocen todo el trabajo que se realiza. Manejan con sensacionalismo los casos de violencia y no ponderan un abordaje histórico y sistémico, relativizando los logros del socialismo cubano en materia de equidad, derechos y garantías de seguridad para las mujeres. En ese sentido, más que de una postura crítica, se trata de hacer propaganda política contra el sistema mediante el uso de una retórica liberal.
Igualar la situación de las mujeres cubanas a la de otros países sin considerar nuestro contexto y condiciones socio-históricas tiene, entre sus fines, inducir la copia o importación de pautas de lucha foráneas, que en no pocas ocasiones revisten la forma de manifestaciones contra el Estado y la institucionalidad vigente.
Hay que tomar en cuenta que, en múltiples lugares del mundo, las mujeres desaparecen o son asesinadas, no solo debido a la terrible situación de quedar en manos de un abusador, sino, como parte de las cadenas de trata de personas, desplazamientos forzados en medio de conflictos con las transnacionales por los territorios, acciones paramilitares, crimen organizado o crímenes de Estado.
Sufren, además, explotadas en condiciones de trabajo altamente precarizado, en ocasiones, prácticamente esclavo, sin derechos efectivos en materia de salud o educación, ni para ellas, ni para sus hijas o hijos. Otras salen a la calle a reclamar derechos con los que ya contamos en Cuba hace décadas, como el derecho al aborto, por ejemplo.
Como parte de este intento de importar formas de lucha, han tratado de inducir infructuosamente la realización de un paro de mujeres en Cuba. Debemos tomar en cuenta que estamos a pocos meses de una nueva jornada por el 8 de marzo y en un escenario donde se desdibuja la posibilidad de un 15n como lo soñaron. ¿Tendrán en mente un 8m?
Entre las cuestiones más fuertemente criticadas en el caso cubano ha estado la ausencia de una Ley integral contra la violencia de género. Es típico de los feminismos liberales obviar las cuestiones sistémicas de fondo y centrarse en la defensa de determinados recursos legales o acciones paliativas, que son importantes, pero no lo son todo. Sin embargo, aún con la ausencia de una Ley integral contra la violencia, la idea de un paro de mujeres en Cuba el pasado 8 de marzo, era extremadamente desatinada en un momento en que se aprobaba por Decreto Presidencial el Programa Nacional para el Adelanto de las Mujeres.
El Programa, coordinado por la Federación de Mujeres Cubanas, nacido de un sólido ejercicio de autocrítica sobre la situación del país en materia de igualdad de género, tomando como referente las experiencias de otras naciones y la tradición de trabajo de muchas dirigentes, investigadoras y académicas, tiene un carácter sistémico (propone diversas líneas de acción de manera integrada), intersectorial (involucra a múltiples organismos del Estado cubano) e interseccional (considera todas las formas estructurales de discriminación y violencia que pueden afectar a las mujeres). Por estas condiciones, se aborda de manera compleja y a cabalidad la problemática de la violencia de género, como expresión de la voluntad del mismo Estado, que es acusado de dejar desamparadas a las mujeres.
Necesitamos analizar nuestra realidad con mirada crítica, poniendo en el centro de nuestra atención el combate contra toda forma estructural de desigualdad o violencia que pueda estar reproduciéndose en nuestra sociedad. Necesitamos hablar más sobre las políticas sociales para apoyar a los grupos vulnerables en el escenario de cambios que vivimos. Cada vida de mujer que se pierde, como resultado de la perdurabilidad del patriarcado dentro de los imaginarios colectivos, tiene que contar. Las mujeres tenemos derecho a vivir una existencia libre de todo tipo de violencia, pero no tenemos que aceptar que bajo la fachada de una supuesta «sociedad civil» que desconoce a más del 86 % de la población cubana, se manipule una problemática tan sensible, como parte de una agenda injerencista.
Las feministas de los foros de Soros, ¿están preocupadas por la violencia de género en Cuba? ¿Lo están las que publican con sueldos de la ned y otras organizaciones tapaderas de la CIA, responsables de tantas muertes de mujeres en el mundo? ¿Las que se unen a plataformas aliadas a la agenda injerencista de ee. uu. en nuestros asuntos para trocar el destino de la nación hacia el neoliberalismo, lo que traerá condiciones de violencias estructurales inimaginables para la mayoría de nuestras mujeres?
No es Cuba el primer país en el que determinados activismos feministas, como denunciara la filósofa estadounidense Nancy Fraser, son funcionales al neoliberalismo. En entrevista a Granma la feminista argentina Claudia Korol exponía que «hay una gran diferencia entre los feminismos populares y los feminismos liberales: los primeros entienden que no hay solución real a las violencias que sufrimos como mujeres y como pueblos, sin revoluciones anticapitalistas, anticoloniales, antipatriarcales, antimperialistas, feministas y socialistas; los segundos están disputando una cuota de poder dentro del sistema de opresión. De ese modo sus logros se vuelven privilegios que oprimen a otras mujeres, o que se desinteresan de sus dolores, de sus luchas, de sus esfuerzos de sobrevivencia (…) no vamos a terminar ni a mitigar las violencias estructurales sin revoluciones antipatriarcales, anticapitalistas y anticoloniales, porque son estos sistemas de explotación, opresión y dominación, las fuentes de las mismas».
Necesitamos un feminismo preocupado con eliminar todas las formas de violencia contra las mujeres, por lo tanto, un feminismo anticapitalista contra la explotación de clase; que reconozca el socialismo como condición de posibilidad para mayores derechos en Cuba para todos y todas, incluyendo a las mujeres. Un feminismo marxista y descolonizador, popular, abajo y a la izquierda, que reconozca sin manipulaciones ni relativizaciones la pesada carga que llevamos las mujeres cubanas por causa del bloqueo y reconozca también los derechos de los que ya gozamos.
Necesitamos una crítica militante y comprometida, que asuma las contradicciones de la sociedad cubana de forma sistémica, tomando en cuenta sus condiciones socio-históricas y que sirva para fortalecer los principales recursos con que cuentan las mujeres cubanas para radicalizar su lucha por la equidad y contra toda forma de violencia, en estos momentos tan complejos que vivimos, nuestras organizaciones e instituciones.
Mientras tanto, hablan de democracia, pero en sus redes sociales agreden verbalmente y de forma violenta a quienes piensen diferente, incluidas mujeres. Hablan de violencia de género para criticar al socialismo cubano, pero reciben apoyo de terroristas perpetradores de violentos crímenes contra hombres y mujeres, y lo hacen, además, para la reinstauración de un capitalismo patriarcal, principal causa de las violencias más duras que se cometen contra las mujeres en el mundo. Y hacia ese futuro pletórico de la peor misoginia que podamos imaginar, nos quieren encauzar. Pero una vez más, están destinados al fracaso.