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«Nunca vamos a renunciar al derecho a conquistar nuestros derechos»

Yunior García Aguilera es hoy, probablemente, el hombre más vigilado de Cuba. La Seguridad del Estado sabe a qué hora se levanta, qué desayuna, de qué habla con las personas de su casa, con quién se encuentra de casualidad en la calle, con cuánta gente conversa por teléfono y qué mensajes intercambia.

Si algo de eso puede servir para señalarlo como «mercenario», «apátrida», «marioneta del Imperio» o estudiante de cualquier curso de brujería o magia negra, pues será usado sin el más mínimo reparo —de ser preciso, con algunos toques de edición no siempre bien logrados—, y ampliado por el sistema de medios que financia el erario público y que están bajo control riguroso del Partido Comunista de Cuba y su Departamento ideológico.

Sin embargo, a la Seguridad del Estado y demás organismos creados para «defender nuestra democracia», les ha resultado difícil adelantarse a lo que Yunior piensa. Por ello no entendieron en un inicio la magnitud que podía —y aún puede— tomar una organización como Archipiélago y la convocatoria a la marcha cívica que ya está a la distancia de una cuenta regresiva. Alimentada con el descontento que explotó el 11 de julio, la iniciativa ha ganado miles de adeptos dentro y fuera de Cuba.

El holguinero es la isla mayor de una plataforma plural —demasiado para el gusto de algunos—, y se ha convertido en uno de los líderes de la oposición más formidables de cuantos han plantado cara al gobierno en los últimos sesenta años. Se puede estar en comunión o no con sus ideas, pensar bien o mal de sus métodos y vínculos, pero lo cierto es que el dramaturgo tiene a su favor, además de mucha osadía, tres elementos escasos en el árido panorama de los políticos cubanos: juventud, carisma e inteligencia.

Como todo el que se opone a un poder absoluto, sobre él se han vertido acusaciones diversas, ridículas algunas y otras fundamentadas y complejas. No obstante, en torno suyo siguen aglutinándose personas que lo ven como alternativa a la desesperanza de un sistema cuyos recursos parecen cada vez menos efectivos para generar consensos. ¿Quién es realmente Yunior García? ¿Qué tiene para ofrecer a Cuba y su gente? Es probable que para saberlo aún debamos esperar un tiempo. Por ahora, solo tendremos las respuestas a algunas preguntas.  

Quisiera comenzar hablando sobre el material que hace unos días publicara el sitio Las razones de Cuba, en el que hay dos puntos que son probablemente los más debatidos: el curso al que asististe sobre el papel de las fuerzas armadas en las sociedades en transición y el fragmento del video en el que te ves entrando a una residencia diplomática estadounidense en La Habana.

Conocí a Laura Tedesco y a Rut Diamint, las profesoras de las que tanto se ha hablado, en una función de Jacuzzi, que se hizo en un Festival de Teatro aquí. Cuando acabó la puesta fueron a saludarme e intercambiamos contactos. Un tiempo después me invitaron a este evento en Buenos Aires, era algo académico en una universidad de allá y acepté porque me interesaba el título, que era Diálogo sobre Cuba; me atraía ese tipo de intercambios de la sociedad civil, y también por el hecho de que no existía ninguna razón real de peso para no asistir a un evento como ese.


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No obstante, la Seguridad del Estado me vio antes y después de ese viaje a Buenos Aires. En las entrevistas/interrogatorios no les preocupaba demasiado mi asistencia al evento, de hecho, les aclaré que no tenía intenciones de ser colaborador y me dijeron que no iban a proponérmelo, pues allí les sobraban colaboradores. Lo que les preocupaba era lo que yo como artista pudiera decir a medios de prensa. Les dejé claro que lo que declararía en cualquier lugar era lo mismo que había dicho aquí dentro —ya había pasado lo de las quince preguntas en la reunión de la UNEAC de Holguín—. Entonces, decidí ir al evento.

Una vez allí, sugerí que para la próxima edición intentaran incluir a un grupo más heterogéneo de la sociedad civil para que en sus estudios sobre la Isla tuvieran una idea más certera del pensamiento plural de los cubanos con respecto a la realidad. Aceptaron la idea y en la segunda edición participó un grupo muy variado que incluía a un médico, como ya se sabe, a artistas de la plástica, influencers de las redes sociales, cuentapropistas, estudiantes. Yo fui como artista.

Debo destacar que en ambos casos realicé mis trámites de viaje de manera abierta a través de las instituciones a las que pertenezco. Hice el trámite con mi pasaporte institucional por la Unión de Escritores y Artistas de Cuba, previa presentación de toda la documentación que lleva un viaje de ese tipo.

O sea, ¿fuiste a esos cursos de los que ahora se te acusa con pasaporte institucional?

Exacto, como te digo, realicé todos los trámites mediante la UNEAC. Obviamente, para la Seguridad del Estado nada de esto era un secreto, más allá de que el médico resultara ser informante, pues fue un evento público, abierto, no era un secreto. A mi regreso a Cuba no tuve contacto con nadie de las FAR, ni me dediqué a nada de lo que ahora sugiere la Seguridad del Estado. Yo ni siquiera pasé el Servicio Militar, nunca he disparado un arma de fuego, por tanto, mi conocimiento sobre fuerzas armadas es bastante limitado.

Estas actividades consistían en conversaciones plurales de un grupo heterogéneo de cubanos sobre nuestra realidad y el papel del ejército en sociedades democráticas. Por ningún lugar existió un plan para penetrar las FAR ni mucho menos, eso es ridículo.

Es llamativo que hayas ido con pasaporte institucional y que la Seguridad del Estado supiera todo de aquellos eventos, y que, sin embargo, ahora los presenten como una especie de aquelarre.

Sí, es curioso. La Seguridad del Estado sabía perfectamente todo porque incluso, como ya te comenté, fui interrogado por ellos antes y después del primer viaje. Yo vivía en Holguín entonces, el primer interrogatorio se hizo en el café de la AHS, y el segundo en una de las oficinas de la UNEAC. Por tanto, no había secreto ni sorpresa en nada de esto.

El día 3 de diciembre del año pasado, que fue la primera vez que me contactó la Seguridad después del 27 de noviembre, el oficial que a partir de ese momento me atendería me dejó claro que esos viajes no les interesaban, que estaban conscientes de que yo no era un mercenario, pero les preocupaba que un artista se involucrara con algunas personas de las que estuvieron el 27-N.

Fíjate cuánto ha cambiado la historia desde entonces hasta acá: en aquel momento esos viajes no eran importantes y el ministro de Cultura me invitaba, ese mismo día, al supuesto diálogo que iba a tener lugar el 4 de diciembre en el Ministerio de Cultura —actividad a la que me negué a participar por razones que ya he explicado.

Siendo así, imagino que te haya sorprendido ver todo esto.

No me sorprendió porque ya habían comenzado a usarlo en las redes sociales. El perfil anónimo Karlito Marx, que ha venido atacándome desde el 27-N, se ha referido a estos viajes continuamente. Incluso, las profesoras Laura y Rut escribieron a La Jiribilla después de que salieran artículos sobre el asunto, dicho medio se negó a publicarlas y El Toque sacó el texto de ellas.

El otro elemento del material de Las razones de Cuba del que quería que habláramos es el fragmento de video en el que se te observa entrando a una residencia diplomática estadounidense en La Habana.

Fabiola López, la periodista de Telesur, me preguntó sobre eso cuando salí del Gobierno Municipal de La Habana Vieja y le comenté que, efectivamente, había tenido un encuentro con el embajador de Estados Unidos. Le dije que el tema de nuestra conversación había sido el embargo, porque todos los que asistimos a la cita estamos en contra y le expusimos al señor Timothy Zúñiga-Brown lo que creemos de las sanciones, que afectan a la familia cubana, a los emprendedores y al pueblo en general.

Derecho (2)

Timothy Zúñiga-Brown

Ese encuentro, cuyo objeto era hablar sobre los temas relacionados con el podcast y el acceso a internet en Cuba, fue mucho antes de que naciera Archipiélago, no recuerdo la fecha exacta. Quien nos recibió en la residencia del embajador fue Alexander Augustine Marceil, el funcionario que aparece en el material de Las razones de Cuba. Para mí era un funcionario más, yo no lo conocía, obviamente no sabía nada de su historial.

La conversación giró en torno a los problemas que causa el embargo. Cuando me preguntaron si tenía alguna solicitud en particular, dije que sería interesante poder llegar al Congreso de Estados Unidos para hablar de esas sanciones que afectan directamente a la familia cubana. No se habló nada ni de Archipiélago, ni de la marcha, esos proyectos no existían. La primera persona a la que le comenté sobre Archipiélago fue a Silvio Rodríguez en el encuentro que sostuvimos.

Después de que se formó Archipiélago y se anunció la marcha —que es lo que nos ha traído toda la avalancha de ataques—, tomamos la decisión de no establecer contacto con ningún gobierno extranjero a través de sedes diplomáticas. El embajador de Estados Unidos incluso me llamó para invitarme a un encuentro y cortésmente lo rechacé, para evitar manipulaciones y porque nuestro deseo es hacerlo todo de manera absolutamente soberana.

¿Después de aquel encuentro que tuviste en la residencia diplomática fuiste citado por la Seguridad del Estado o no se dieron por enterados?

No, no fui citado. De hecho, el agente que atiende mi caso lo mencionó en uno de los interrogatorios que me hicieron, y le dije que ese encuentro no había sido para nada un secreto, no es algo que tuvieran contra mí. Incluso lo reté a que indagaran con el señor Zúñiga-Brown por el motivo del encuentro y lo que allí yo había planteado.

¿A esa reunión asistieron más personas o fuiste invitado solo tú?

Sí, fueron más personas invitadas, pero no me parece correcto revelar sus identidades sin autorización de ellas.

Me comentabas hace un rato de la invitación que te hizo el ministro de Cultura al «diálogo» posterior al 27-N. ¿Después del nacimiento de Archipiélago y del inicio de tu activismo político de un modo más marcado, has tenido contacto con alguien del gobierno o de las instituciones, más allá de los ocurridos con la Seguridad del Estado?

Realmente, la Seguridad hace bastante tiempo, desde antes de comenzar todos los ataques, no me interroga ni me cita. En esta última fase han cerrado cualquier contacto, algo de lo que me alegro porque no es una experiencia agradable ni que pueda beneficiarme como persona, sino todo lo contrario.

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Yunior García frente al Ministerio de Cultura el 27 de noviembre de 2020 (Foto: elTOQUE)

Quienes han contactado conmigo han sido las personas del lugar donde trabajo, el Consejo Nacional de las Artes Escénicas, cuya vicepresidenta, junto al presidente del Centro de Teatro de La Habana, me llamaron para decirme dos cosas: uno, que no apoyan lo que hacemos desde Archipiélago —me queda claro porque en lo personal he recibido ataques desde la página en Facebook de la institución—; y dos, que mi grupo de teatro no se cerraría, que me concentrara en seguir presentando proyectos para continuar trabajando.

Qué surrealista eso

Sí, es muy contradictorio.

Sé que anteriormente han existido malas experiencias con los intentos de entablar diálogo con el gobierno —esta que acabas de mencionar posterior al 27-N es una de ellas. No obstante esos fracasos, ¿estarías dispuesto a dialogar con el gobierno si te invitaran a ti, a Archipiélago y a otros actores de la sociedad civil cubana?

A diferencia de quienes repiten esa frase que muchas veces vemos en las redes sociales y que no tiene demasiada base histórica: «con las dictaduras no se dialoga»; yo sí creo que el diálogo muchas veces ha ayudado a países en el tránsito a la democracia de manera cívica y pacífica. Por tanto, considero que es un elemento clave en el futuro inmediato de Cuba para la solución del conflicto que estamos viviendo.

En ese sentido, te respondo que sí aceptaría un diálogo que fuera realmente transformador, o sea, un proceso con observadores neutrales, con garantes, y en el que se lleguen realmente a acuerdos que solucionen el conflicto que estamos viviendo, que arribe a una solución verdaderamente democrática.

¿Qué acuerdos podrían ser esos?

Un diálogo para un plebiscito, para lograr la libertad de los presos políticos, para una transformación concreta de nuestra realidad. Con un proceso así estaría de acuerdo, incluso si no me invitaran, aun cuando me consideraran un interlocutor no válido —y los ataques demuestran que pasé a encabezar su lista negra—, aunque fuera sin mí estaría de acuerdo. Creo que son necesarios muchos diálogos para resolver los conflictos en Cuba.

Has hablado mucho de la necesidad de construir la fraternidad entre cubanos y de trascender estereotipos y encasillamientos que antes nos han separado. No obstante, existe una parte de los cubanos del exilio y también algunos desde dentro de la Isla que hablan no necesariamente de la anexión, pero sí de una relación de tutelaje o subordinación de Cuba a los Estados Unidos. Es un dilema antiguo entre nosotros. ¿Qué postura asumes como activista político ante esos cubanos?

Primeramente, la opinión de que Cuba funcionaría mejor si fuera más cercana a Estados Unidos no es solo de los exiliados o de determinados grupos, sino que es la opinión del gobierno cubano. Por eso hace todo lo posible por establecer nuevamente relaciones y comenzar a hacer negocios de todas las formas imaginables. Por supuesto, a Cuba le iría mejor si tuviera relaciones normales con Estados Unidos.

En cuanto a la subordinación, la respuesta, por supuesto, es que no debe existir ninguna. Cuba debe tener las mejores relaciones posibles con todos los países, dentro de los cuales está Estados Unidos, que es nuestro vecino. La premisa en esas relaciones debe ser el respeto a la soberanía nacional, pero esa es una soberanía que debe residir en los ciudadanos y no en un partido político, sea del signo que sea.

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El 11 de julio, Yunior García y otros ciudadanos se manifestaron frente al edificio del Instituto Cubano de Radio y Televisión, en el Vedado, La Habana. (Foto: Ernesto Mastrascusa/EFE)

No obstante, puedo entender las posturas de una parte de la comunidad cubana asentada en Estados Unidos y que ha sufrido demasiado. Muchos de ellos tienen doble ciudadanía y doble sentido de pertenencia, por la tierra en que nacieron y por la que los acogió. Ese es uno de los temas que se deberían abordar con énfasis en el diálogo nacional que nos falta, la relación con el exilio y la manera de conciliar algunas posturas con nuestros deseos de soberanía.

Sin embargo, considero que nunca antes Cuba había sido tan dependiente de Estados Unidos como ahora, sobre todo desde lo discursivo. En todos los discursos de los dirigentes cubanos, de cualquier nivel, está presente Estados Unidos como un elemento clave. Ese país es la causa de todos nuestros males; por tanto, es también la solución a todos nuestros problemas, si seguimos la misma lógica del gobierno.

El embargo ha sido excesivamente utilizado como herramienta de política internacional para obtener victorias diplomáticas. A veces a uno le parece que el embargo es una cosa a la que no quieren renunciar, porque constituye una herramienta política importante para el régimen.

Por todo ello, el tema de las relaciones con Estados Unidos es de las cosas más complejas de nuestro escenario político exterior. Con ellos debemos tener relaciones normales, basadas en el respeto mutuo y en principios de no injerencia, pero también de no beligerancia. Hay que sepultar esa herencia de Guerra Fría que algunos, a ambos lados, insisten en mantener viva. Por supuesto, cuando construyamos una nación verdaderamente independiente y democrática, habrá que trabajar mucho en pos de la mejor relación posible con nuestro exilio y con toda la comunidad internacional.

Eso que todavía insisten en llamar Revolución, no es más que un dogma excluyente. Usan la ideología socialista solo para perpetuarse en el poder a través del partido único, pero en la práctica, poco les importa el progreso o la justicia social. Son una casta que secuestró la soberanía de un país y que no está dispuesta a compartir el poder con nadie, simplemente eso.

Al menos Díaz-Canel y hace muy poco José Luis Toledo Santander, presidente de la Comisión de Asuntos Constitucionales y Jurídicos de la Asamblea Nacional, se atrevieron a decirlo: «en Cuba no existe la separación de poderes». No sé cómo ciertos analistas que se dicen demócratas interpreten esa declaración, pero para muchos dentro de Cuba ya estaba clarísimo desde hace mucho tiempo: no hay democracia, no hay Estado de Derecho y ni siquiera hay República. Es una tiranía de libro, sin lugar a ninguna duda razonable.


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Para construir un nuevo pacto social es preciso apartarse totalmente de esos esquemas excluyentes. Cada ciudadano, sin importar su ideología, es parte de esta compleja ecuación que es Cuba, más allá de la propaganda. Si persistimos en ignorar o eliminar elementos de esa ecuación, nunca tendremos Nación, sino feudos ideológicos enfrentados hasta el cansancio. Desde ambos extremos nos inoculan un pensamiento de trinchera. En las esquinas del ring se grita NO a los diálogos y se estimula el combate. Cada vértice se arroga la facultad divina de imponernos con quién hablar y con quién no. Yo no acepto esas reglas del juego.

Archipiélago no es un partido político encasillado en un color político, es una plataforma pluralista. Nosotros queremos impulsar, desde el civismo, un debate amplio que no excluya a nadie. No buscamos alianzas, sino encuentros. Tampoco establecemos pactos, porque el pacto social que pretendemos habrá que construirlo entre todos. Cualquier programa que persista en la exclusión, sería más de lo mismo. Y no valdría la pena tanto esfuerzo para, una vez más, sustituir una dictadura por otra. Llevamos ya setenta años en esta historia.

La campaña contra la marcha, pero especialmente en tu contra, se recrudece en la medida que pasan los días, ¿cuál consideras que es su influencia en la gente, tanto en partidarios como en opositores?

A sus partidarios no necesitan persuadirlos demasiado. El fundamentalismo es inmune a la lógica, a los argumentos y a la realidad. Sus estrategias se concentran en esa parte de la población que escapa a su control total. Para ello, recurren al asesinato de reputación, y en esa campaña no existen límites morales. Sé que vendrán ataques peores a medida que aumente su ansiedad y desesperación. Por otra parte, dividir ha sido su táctica predilecta.

Ya andan dando charlas en los barrios, con fotos mías incluso, diciendo todo tipo de barbaridades. También harán esto con los jóvenes cuando comiencen las clases. Se han acercado a otros miembros de Archipiélago para sembrar recelos entre unos y otros. Fue lo mismo que hicieron con el 27-N. Insisten en llamarnos mercenarios, aunque no puedan probarnos un solo centavo. Insisten en relacionarnos con el gobierno de los Estados Unidos, aunque tengan la certeza de que esa relación no existe. Ellos son fervientes defensores de la premisa de Goebbels: una mentira mil veces repetida se convierte en verdad.

Su estrategia, en cambio, con sectores más radicales de la oposición, es generar sospechas. Para eso divulgan teorías conspirativas inverosímiles que, a pesar de eso, siempre encuentran quien las acoja.

¿Qué crees que va a suceder el próximo 15 de noviembre?

Puedo asegurarte que nunca vamos a renunciar al derecho a conquistar nuestros derechos. Haremos cívicamente todo cuanto podamos porque nos sea respetado el derecho a manifestarnos. Sin embargo, y en esto quiero ser muy enfático, repudiamos cualquier tipo de violencia, por lo que evitaremos la confrontación.

La marcha que hemos convocado es precisamente contra la violencia política, por eso queremos generar una manifestación cívica y pacífica, sin enfrentamientos entre cubanos. No queremos que vecinos se lancen contra sus vecinos. Para ello, hemos pensado una liturgia de marcha que busca propiciar ese civismo.

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No obstante, nosotros no somos responsables de lo que ocurra ese día. El Estado cubano es el responsable del orden público y es quien debe velar porque ese día no haya violencia de ninguna parte. La policía tiene que velar por la seguridad de todos los cubanos, sin excepción alguna, tanto de los manifestantes como de los que simpatizan con el régimen. Esa es su responsabilidad.

Somos conscientes de los riesgos que corremos: el Estado puede infiltrar personas violentas para culparnos de los hechos que cometan, puede liberar presos comunes en días cercanos a la marcha —ya lo está haciendo—, puede emplear múltiples recursos para desvirtuar nuestra marcha.

Archipiélago es responsable por la convocatoria que ha hecho y nosotros, en lo personal, nos responsabilizamos por nuestra conducta individual durante la manifestación. Lo demás es responsabilidad absoluta de las autoridades.

Yo puedo ir preso, pero afortunadamente Archipiélago no depende de una sola persona-isla. Y Cuba aprenderá a no depender de caudillos o mesías para hacer realidad los sueños postergados.

¿Cuáles serían para ti los cambios más perentorios?

Hay muchos cubanos con propuestas y soluciones concretas. Ese debate nacional resulta urgente. Y luego tendremos que ser capaces de llevar nuestros conflictos a las urnas. La solución para Cuba no debería volver a depender de la propuesta que presente un solo grupo. Se necesita debate profundo y consenso, se necesita una construcción colectiva de una República democrática con un sólido Estado de Derecho y con verdadera justicia social.

El cambio más perentorio es de lenguaje y de pensamiento. Nos sembraron durante mucho tiempo una falsa sensación: esto ni lo arregla ni lo tumba nadie. Ese pensamiento, tristemente popular, es una mordaza impuesta por el poder. Es un nudo gordiano que debemos cortar, como hiciera Alejandro.

Sé que toda su atención debe estar en la marcha del 15-N, pero imagino que hayan pensado en lo que viene después. ¿Cómo piensa Archipiélago encauzar sus propuestas? ¿Crees que esta presión funcione?

No hay cambios sin presión social. Sacudir un país es nuestro activismo, no solo al régimen para que reaccione, sino también a la sociedad en su conjunto para que se quite la pereza, los temores, el miedo, el inmovilismo que muchas veces ha marcado a los cubanos. Debemos entender que tenemos que luchar por nuestros derechos y participar en la vida del país, sin hipocresías ni simulaciones. Y creo que en buena medida se han logrado cosas importantes, esto ha sido una gran sacudida para la nación.

Sabemos que va a ser muy difícil nuestra vida a partir de ahora, todo esto marca un antes y un después y nada volverá a ser normal. Pero estamos dispuestos a seguir asumiendo un camino cívico y pacífico por motivar cambios. Después de la marcha seguirán surgiendo iniciativas que busquen que la soberanía popular tome partido en los asuntos políticos y que termine en el hecho de que la voluntad del pueblo se exprese a través de las urnas. Habrá que llegar a un referéndum, a un plebiscito, a algún mecanismo transparente y fiable que permita que los cubanos manifiesten su voluntad, y no un grupo que imponga sus visiones sobre otros.

No nos puede ocurrir lo que otras veces en la historia de Cuba, que una facción sustituya en el poder a la otra y al final lo que sucede es un cambio de dictaduras, pero no se construye una sociedad democrática y martiana. Todos los caminos cívicos que no incluyan la violencia son válidos para llegar a ese punto.

El poder no ha dado señales de madurez. Ha reaccionado con pánico ante su propio pueblo, con amenazas violentas y represión. Lo único que le importa al poder es conservarse absolutamente. No basta con «reformar» lo que sufre graves problemas de estructura. Los cambios que Cuba necesita no pueden significar tampoco un retorno al pasado. Hay que acabar de traer a Cuba hacia el presente y hacerla avanzar hacia el futuro.

¿Sobre qué bases se sustentarían tus propuestas políticas, como líder de un grupo, más allá de las inmediatas que ya han formulado? ¿Qué elementos del actual sistema mantendrías?

He criticado muchas veces lo que llamo el Síndrome del Krim 218, y que hace que percibamos la realidad de Cuba en blanco y negro. Siempre hay matices. Y hay, por supuesto, muchas cosas que deberían mantenerse y mejorarse. Pero sin dictadura ni pensamiento único, sin exclusión ni discriminación de ningún tipo. Asuntos como la salud y la educación deberán ser de acceso universal garantizado. Hay que combatir la injusticia social y evitar que la brecha entre unos y otros se vuelva insalvable. Hay que eliminar la pobreza y asistir a los más necesitados.

Pero para eso se necesita generar riqueza, eliminar todo obstáculo absurdo al emprendimiento, liberar de verdad las fuerzas productivas, dejar de obstinarse en que el Estado maneje lo que, de manera evidente, no sabe gestionar. Habrá que construir las condiciones para que la gente participe de manera efectiva en las soluciones y no solo se limite a arrojar sus quejas en sacos vacíos.

Es falso que la independencia nacional se haya logrado. Habrá que arrebatarle la soberanía a la casta que la ha secuestrado, y entregársela de forma definitiva a los ciudadanos.

En tu obra como dramaturgo Martí es una presencia habitual. ¿Quiénes son tus referentes como activista político?

Tengo muchos referentes, desde Mandela hasta Martin Luther King. Pero Martí sigue y seguirá siendo mi principal guía. Y no es un Martí de citas sacadas de contexto ni bustos de piedra. He estudiado profundamente su obra. Tengo escrito un guión de una película sobre un Martí vivo, aquí y ahora. Para escribirlo necesité sumergirme en su vida y en todos sus textos y fue ahí donde llegué a comprenderlo por vez primera. Si Martí estuviera vivo, los que conocen seriamente su obra saben perfectamente de qué lado estaría.

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Martin Luther King Jr.

¿En qué momento despertó tu chispa política? ¿Hubo algún hecho puntual que sirviera de detonante?

Como muchos jóvenes cubanos, fui militante de la UJC en mis años de la Escuela Nacional de Arte. También fui delegado al X Congreso de la FEEM en el 2002. En aquel momento ya era alguien rebelde con ideas de cambio. Pero fue 2003 el año que significó para mí un golpe. La primavera negra y el injusto fusilamiento de tres jóvenes fue tal vez el detonante. Dejé de militar en la UJC y comencé desde entonces un proceso de adentrarme en una historia de Cuba que desconocía. Las revistas Vitral y Encuentro comenzaron a formar parte de mi biblioteca. Reinaldo Arenas, Lezama, Cabrera Infante y otros empezaron a influir en mi modo de ver la realidad.

Nadie cambia porque alguien venga a decirle que está equivocado. Es un proceso interno en el que cada persona va formándose una verdad propia. A mí me cambió descubrir que lo que llamaban «errores del pasado», continuaban siendo realidades del presente. No se puede cambiar para que todo siga igual. La palabra cambio es, inequívocamente, una revolución que comienza dentro de tu cabeza y luego ya no puedes impedir que se exprese y te impulse a hacer lo que consideras que es urgente, necesario y útil.

¿Políticamente, cómo te definirías?

El mundo de hoy, aunque las polarizaciones parezcan multiplicarse, es patológicamente ambidiestro. La izquierda y la derecha suelen confundirse con frecuencia. La China «comunista» es hoy el país que más contamina el planeta y planea convertirse en el próximo imperio. La tiranía cubana tal vez explote a sus proletarios más que nadie en el mundo. Nada es irrevocable en un universo donde la dialéctica se impone. Yo soy un pluralista, un inconforme, un creador. Me resisto a colocarme falsas etiquetas.

Has hablado de los riesgos del activismo político en Cuba y de cuánto cambiarán sus vidas a partir de ahora. Algunos especulan que muchos de ustedes después del 15-N irán a prisión y después serán desterrados, como ha sucedido en tiempos recientes. ¿Estás preparado para ir preso?

Si te soy sincero, no. No estaba completamente preparado para todo lo que nos ha ocurrido. Intento todos los días luchar contra mi rabia, esa rabia que se genera por la impotencia; intento encontrar lucidez, sensatez. Para estas cosas creo que uno nunca está preparado, pero este es el camino que escogimos y la dignidad es lo más importante. La dignidad es a veces lo único que queda, el último asidero al que te puedes agarrar como si fuera un tronco en un río revuelto, no sabes a donde va a llevarte pero es lo que te mantiene a flote.

Por eso lo que venga lo voy a asumir con la mayor dignidad posible, sin renunciar a mis principios, a mis ideas, sin caer en la rabia y, sobre todo, sin volverme igual que lo que crítico. Intentaré siempre no convertirme en lo que ahora crítico.

Algo que me impulsa son las muestras de apoyo cuando voy a cualquier lugar y me encuentro con personas reales, no con personas fabricadas y que responden a intereses muy específicos, sino con gente que no tiene nada que perder. Eso me devuelve la fe.

Cada día me pregunto si vale la pena todo esto. Hay personas que creen que no. En Jacuzzi, una de mis obras, un personaje tiene un monólogo en el que se le pregunta: «¿Por quién vas a morir?». Comienza a hacer una descripción de lo que entiende que es la sociedad cubana y, según ese personaje, no valdría la pena arriesgarse por esa parte de la sociedad. Pero cuando uno sale a la calle y la gente te da un abrazo en señal de solidaridad, aunque no comulguen del todo con tus ideas, eso me devuelve la fe.

No estamos haciendo esto por heroísmo, ni por pasar a la historia, ni por estar en los libros, ni para que le pongan a una calle tu nombre, ni porque en medio de un parque te hagan una estatua de bronce; estamos haciendo esto porque no podemos evitarlo, sabemos que es lo que tenemos que hacer. Es como una voz que te dice: «No lo hagas para que te lo agradezcan, hazlo porque sabes que tienes que hacerlo».

En el camino te has convertido en un líder para muchos y creo que del mismo modo que no estamos preparados para sufrir represalias como las que han padecido ustedes, tampoco es común estar preparado para ser un líder al que la gente tome como referente, al que la gente busca escuchar o leer para respirar calmada después de un ataque.

No sé si sea el líder que la gente espera o necesita, porque tengo muchas carencias dado que estoy formado como artista, no como político. Pero todas esas carencias, esas lagunas —que alguna vez tendré que rellenar con lecturas y con experiencias—, hacen que me mantenga humano. Es como una cruz que hay que cargar, pero no estás cargando una cruz ajena. Cargas a cuesta tu propia cruz y la responsabilidad es contigo mismo, no solo por lo que la gente espera de ti, sino también por lo que tú esperas de ti.

***

En algunos de nuestros espacios se compartió ayer el texto El Muro de Berlín y sus símbolos con un error en su autor. El análisis corresponde al economista y profesor Mauricio de Miranda Parrondo, uno de nuestros articulistas habituales. Ofrecemos disculpas por la equivocación.

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