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Las propuestas de un Archipiélago desintegrador

“¿Es que la historia del pueblo cubano puede hacerse ajena a una lucha contra la violencia impuesta desde el exterior o por los seguidores de la política imperial en el interior del país?”.

La apelación al nombre Archipiélago por parte de los miembros de una plataforma que pretende comprometer la unidad del pueblo cubano en torno a su Revolución, nos mueve a una reflexión: el término archipiélago implica un conjunto de islas característico de una dispersión geográfica, cuando, contrariamente a ello, define mejor nuestra nacionalidad el integrador nombre de Cuba, que ostentamos con orgullo.

Muy tempranamente, desde el siglo XIX, y en el primer artículo de las bases del Partido Revolucionario Cubano, diseñadas por José Martí para conducir la guerra necesaria y el futuro de la nueva nación, se expresan lo que consideramos las esencias de la estrategia de victoria del independentismo cubano, esencia de su cultura, y así se escribieron: “El Partido Revolucionario Cubano se constituye para lograr con los esfuerzos reunidos de todos los hombres de buena voluntad, la independencia absoluta de la isla de Cuba…”. (Martí: 279) Por si ello fuese insuficiente, en los acápites 4 y 5 de los Deberes de las Asociaciones pertenecientes a los Estatutos Secretos del Partido se expresa: “Unir y disponer para la acción, dentro del pensamiento general, por la atracción y la cordialidad, cuantos elementos de toda especie le sean allegables. Impedir que se desvíen de la obra común los elementos revolucionarios”. (Martí: 280) Eran principios que insistían en la importancia de la unidad de los cubanos como base de la cubanidad que enfrentaba a nuestro pueblo al dominio español que lo ahogaba y a las asechanzas voraces de Estados Unidos.

Las propuestas de la plataforma Archipiélago mediante su vocero Yunior García, expresan una clara tendencia a quebrar la unidad de los cubanos en torno a la Revolución, factor esencial de nuestra soberanía que, desde su preparación, su enfrentamiento a la dictadura, al poder estadounidense y sus incontables medidas en beneficio de toda la población, ha apelado a la unidad del pueblo junto a sus principios y doctrina como garantía de su sostenibilidad. Frente a este esencial principio de subsistencia de toda una propuesta socialista abrazada por las grandes mayorías en Cuba, se levanta una idea de pluralismo desintegrador de la unidad y propuestas de cambio en abstracto con una curiosa apelación al término ciudadanos, en lugar de pueblo.

Las propuestas del grupo autodenominado Archipiélago, a través de su vocero Yunior García, se han expresado siguiendo la ruta de un viejo enfrentamiento político entre los sectores más reaccionarios de la burguesía mundial en contra de las posiciones políticas, económicas, sociales y culturales de cualquier Estado que se haya declarado socialista o que, incluso, se separare de esquemas tradicionales de gobierno, utilizados por la burguesía, en el mundo actual. Las siguientes declaraciones: “La Revolución prometió derechos, justicia, libertad y elecciones libres, pero en su lugar nos convertimos en un apéndice soviético. Prometió ser verde como las palmas, pero se envolvió en un manto rojo con una hoz y un martillo custodiando la estrella solitaria” (García A), demuestran cómo sigue un discurso propio de la vieja Guerra Fría y pretende tergiversar y simplificar un fenómeno de la envergadura de la Revolución cubana, en la que se resume toda una herencia cultural unitaria en torno al independentismo y al antiimperialismo, y que se expresa en la obra de importantes figuras del pensamiento más avanzado de nuestro pueblo, a lo que se han ido sumando las propuestas de una educación general que ha conducido a la población hacia superiores niveles de instrucción.

¿No ha sido suficiente prueba de unidad en torno a nuestra independencia y originalidad, el que la Revolución cubana, amenazada, bloqueada y perseguida por los Gobiernos de turno de EE.UU., siguiera viva aun después de la desaparición de la URSS y del campo socialista europeo?

El socialismo cubano, declarado públicamente el 16 de abril de 1961, ha sido una idea arraigada en importantes sectores de la población cubana, así como en una buena parte del pensamiento más brillante cubano mucho antes de su proclamación hecha por Fidel. El pensamiento de José Martí, uno de los más preclaros de la segunda mitad del siglo XIX, las ideas de Enrique Roig San Martín y Carlos Baliño, junto a las ideas de Marx, Engels y Lenin, condujeron a las juventudes que abrazaron el socialismo en la Cuba republicana y sirvió de guía a quienes diseñaron los caminos de una Cuba socialista.

Paralelamente a ello, la población iba ganando conciencia acerca de los derroteros a seguir, sobre todo, después del triunfo de la Revolución cubana y sus iniciales trasformaciones económicas, sociales, políticas y culturales. Exponemos dos ejemplos de esa sabiduría arraigada en el pueblo: el primero recuerda los cantos que entonaban los milicianos de la batería de borteros del bon 114 de Santiago de las Vegas en el camión que en horas de la madrugada de aquel 16 de abril conducían a la esquina de 12 y 13 en El Vedado, La Habana. Cantaban: “Somos socialistas, pa’alante y pa’lante, y al que no le guste, que tome purgante”, 1 y también coplas de la resistencia republicana española de franca filiación comunista. El otro ejemplo fue la acogida entusiasta y masiva a la proclamación del socialismo cubano aquel mismo día, expresada por los cientos de milicianos convocados al lugar donde se recibieron los cadáveres de los muertos por los bombardeos de los aviones patrocinados por el Gobierno de Estados Unidos.

Las argumentaciones del vocero del grupo Archipiélago, Yunior García, merecen un análisis pormenorizado de algunos conceptos básicos a partir de los cuales las ha estructurado.

Violencia

En días pasados, en declaraciones a la prensa ante de entrar a la Fiscalía que lo citara, y refiriéndose a la marcha que está promoviendo, Yunior García dijo: “El objetivo número uno de la marcha es contra la violencia” (García B). De esta declaración se desprenden preguntas inmediatas: ¿de qué violencia habla? ¿Es que la historia del pueblo cubano puede hacerse ajena a una lucha contra la violencia impuesta desde el exterior o por los seguidores de la política imperial en el interior del país?

Las posiciones del Gobierno estadounidense, que deben ser conocidas por quienes integran la plataforma Archipiélago, han estado matizadas por acciones violentas de muy diversos grados. Cuba ha venido enfrentándolas desde mucho antes del triunfo de la Revolución, y cito algunas: el secuestro del triunfo mambí que impidió la entrada del ejército libertador en Santiago de Cuba; la exclusión de la representación cubana de las deliberaciones que desembocaron en el Tratado de París a pesar de los 30 años de enfrentamiento al dominio español; la imposición de dos intervenciones militares estadounidenses; el gravamen de la Enmienda Platt; la sistemática injerencia en Gobiernos republicanos; las amenazas con barcos de guerra; el avituallamiento al ejército de la dictadura con armas de todo tipo y con bombas que la aviación de Fulgencio Batista arrojó sobre hogares campesinos en la Sierra Maestra.

Por si lo señalado fuera poco, algunas de las acciones violentas fomentadas desde EE.UU. después del triunfo de la Revolución pueden ser resumidas en algunos ejemplos:

Acciones armadas: tiroteos a barcos e instalaciones cubanas, bombardeos, quemas de campos agrícolas, sabotajes con bombas y otros medios, invasión de mercenarios, fomento de guerrillas en diversos lugares del país con aprovisionamiento de armas proveniente de EE.UU.; sabotajes a barcos y explosión de una bomba en el avión de Barbados y asesinato de población civil, incluyendo niños; amenazas de bloqueo naval a Cuba.

Acciones contra la salud: introducción de enfermedades humanas y animales, obstaculización de adquisición de equipamiento médico y medicamentos.

Acciones contra el bienestar y tranquilidad ciudadana: política de asfixia económica tendiente a una desestabilización de la vida nacional y con el propósito de crear el caos mediante la privación de necesidades materiales de la población cubana. Esto está tempranamente expresado desde el memorándum ante el Departamento de Estado presentado por Lester Mallory el 6 de abril de 1960 y ha continuado con una política de bloqueo reforzada sistemáticamente hasta nuestros días y amenazas constantes del Estado militarmente más poderoso del mundo a la población de una isla pequeña.

Las constantes declaraciones del vocero de Archipiélago a la no violencia evaden tanto la violencia ejercida sobre el pueblo cubano históricamente como el imprescindible enfrentamiento a la violencia que nos ha impuesto la política del Gobierno estadounidense y sus partidarios. No es honesto ignorar estas circunstancias y sus secuelas de dificultades y sacrificios, que lastran nuestra tranquilidad y nuestro desarrollo.

Si al argumentar acerca de la “no violencia” se alude con ello a las acciones policiales cubanas ante desacatos, agresiones, robos y violaciones de la ley, habría que analizar muy seriamente las circunstancias en que estos actos se dieron; exigir y delimitar responsabilidades, y tener muy presentes las instigaciones públicas a agredir a los agentes del orden y a la subversión, hechas desde múltiples mensajes en las redes sociales, muchos de ellos desde Estados Unidos.

Si se trata de cuestionar las reacciones violentas de ciudadanos cubanos en defensa de la estabilidad social contra quienes, azuzados por las dificultades que nos impone el Gobierno de EE.UU. o por las insuficientes soluciones a problemas por parte de los organismos establecidos: existen procedimientos legales, así como mecanismos sociales para su tratamiento; ante la violencia de grupos con objetivos vandálicos y destructivos contra hospitales, centros públicos y personas, es un deber ciudadano repeler esas acciones.

Los argumentos que conforman las propuestas del grupo Archipiélago a través de su vocero están plagados de manipulaciones ideológicas y pertenecen al arsenal de conceptos esgrimidos históricamente por Estados Unidos y sus aliados contra los movimientos revolucionarios y contrahegemónicos.

Mesías

En declaraciones ante organismos de prensa, este término fue sido utilizado por Yunior García de la manera siguiente:

“Ha sido terrible para el pueblo cubano la necesidad de esperar siempre un mesías que aparezca con una agenda concreta y le diga: …. ‘Cubanos, esto es lo que tenemos que hacer’”. (García B).

En primer lugar, estas declaraciones son profundamente irrespetuosas con la inteligencia histórica del pueblo cubano, que lo ha llevado a ofrendar su sangre en sus luchas por una verdadera independencia.

Sobre el término “mesías”, el diccionario de la Real Academia Española de la Lengua dice:

“Mesías, del lat. tardío Messīas, y este del hebr. mesiah ‘ungido’. En el judaísmo, salvador y rey descendiente de David, prometido por los profetas al pueblo hebreo. En el cristianismo: redentor enviado por Dios para salvar a la humanidad. El Mesías: sujeto real o imaginario en cuyo advenimiento hay puesta confianza inmotivada o desmedida: Esperar alguien al Mesías. 1. loc. verb. Esperar a alguien que ya llegó”.

Analizando las declaraciones del portavoz de Archipiélago, y a la luz de los significados de la palabra “mesías”, pensamos que es cierto que en Cuba, como en cualquier otro lugar del mundo, ha habido personas ungidas (utilizando el simbolismo de la palabra), tocadas por el óleo sagrado del pensamiento libertario, y que han guiado con sus ideas a obreros, campesinos e intelectuales en las luchas de liberación que se han llevado a cabo, pero solo han sido victoriosas aquellas ideas que han contado con la sabiduría, la voluntad y la decisión colectiva de la población en ellas.

En el caso cubano, las cargas al machete que contribuyeron tanto a las victorias mambisas fueron ejecutadas por quienes actuaron en consecuencia con los dictados de su corazón y su voluntad al incorporarse a la manigua. Por otro lado, ¿pueden ser considerados Martí, Maceo, Mella, Rubén, Guiteras, el Che y Fidel como mesías o como líderes que se ganaron el respeto de la nación por su pensamiento y sus acciones?

“Mi agenda es el pluralismo, una democracia real” (García 2), declaraba Yunior García, para más adelante decir: “Queremos que esta marcha sea de la sociedad civil cubana” (García 2). Para después proponer con el tono mesiánico que el mismo critica: “Archipiélago es una plataforma que la sociedad civil tendrá que hacer suya” (García 2). ¿Está este hombre a la altura de los líderes que han conducido al pueblo cubano a estadios superiores de vida y pensamiento?

Democracia

El término es tan antiguo como la sociedad ateniense y el diccionario de la Real Academia Española de la Lengua nos provee con ocho significados de la palabra, entre los cuales destacamos dos que, por referirse a las implicaciones políticas que tienen, nos parecen esenciales: democracia burguesa y democracia popular, la segunda de la cuales pudiera también ser definida como democracia socialista y está precisamente expuesta en el Título 1 y Capítulo 1 de la Constitución cubana,2 aprobada por la mayoría de la población del país.

Debido al alineamiento político de las definiciones anteriormente expresadas, que coincide con el alineamiento diferenciado entre Estados Unidos y Cuba, cualquier reclamo democrático en nuestro país siempre deberá estar acompañado de los “apellidos” del concepto democracia. Es por ello que se hace necesaria la pregunta: ¿a cuál de esas democracias se adhieren los componentes de Archipiélago de quienes Yunior García hace de portavoz?

El dominio capitalista en el mundo, y con ello de la ideología burguesa, hace que se utilice la definición de democracia en términos absolutos, sin tener en cuenta que surgen continuamente propuestas contrarias a esa ideología y, consecuentemente, nuevas definiciones.

En una intervención ante los jóvenes del Centro Juan Marinello el 9 de diciembre de 2020, el Premio Nacional de Ciencias Sociales, Juan Valdés Paz,3 dijo: “Ninguno de los extremos, ni el liberalismo ni el socialismo, han realizado la democracia; lo cual introduce el tema de la realización de la democracia en la historia. Por tanto, más que hablar de democracia, creo yo, habría que hablar de desarrollo democrático.4

Sin el poder revolucionario no hay nada de lo que hemos dicho, no hay desarrollo, no hay independencia, no hay antiimperialismo, no hay un poder al servicio de las grandes mayorías del país, no hay nada de eso.

Estados Unidos no puede sacarse de la ecuación, porque no nos saca de su proyecto de dominación y, por tanto, hay que contar con eso para explicarse no solamente el gran obstáculo sino las restricciones a la democracia que hayamos tenido que asumir” (Valdés Paz).

Sociedad civil

En su trabajo “Ética y política en la sociedad civil”, el eminente intelectual Dr. Jorge Luis Acanda5 nos proporciona una serie de consideraciones muy útiles para saber de qué se debe hablar cuando utilizamos el concepto “sociedad civil”. En el trabajo explica cómo estos dos términos han tenido una evolución histórica desde los inicios del capitalismo inglés del siglo XVII y su utilización por parte del liberalismo burgués del XIX, así como su nuevo manejo por parte del pensamiento socialista y comunista desde Carlos Marx hasta Antonio Gramsci, por solo poner dos ejemplos.

El concepto clásico de sociedad civil desarrollado en las sociedades capitalistas pudiera ser entendido como la sociedad organizada, el espacio ordenado donde los individuos ejercen sus interrelaciones frente a un Estado dominador. Para esa clase dominante, la fragmentación en instituciones muy diversas de la sociedad civil es esencial como garantía de su dominio, pero, a la vez, fomenta el concepto de una democracia amparada en esa fragmentación. Es por ello que en sociedades como la de Estrados Unidos se establece una igualdad nominal como la que tienen los negros que se organizan en contra de la discriminación, como los “cuellos rojos”, es decir, los blancos que promueven el odio racial a organizarse y expresarse. Trasladar a un Estado socialista las concepciones y funciones de una sociedad civil al estilo de las del estado burgués, sería no solo un disparate, sino un suicidio.

Teniendo en cuenta que la sociedad civil abarca la totalidad de los cubanos, y que históricamente ha ido así, se hace imprescindible recordar que en la segunda mitad del siglo XIX, cuando se jugaban los destinos de la patria en la manigua, la sociedad civil cubana incluía a reformistas, autonomistas, integristas e independentistas. Martí definió claramente no solo su posición al respecto, sino también su condena a quienes se oponían a la independencia como el problema fundamental de su tiempo. Si, por un lado, la historia les dio la razón a los independentistas, las fuerzas reaccionarias de esa misma sociedad civil mediatizaron y traicionaron el proyecto martiano de república.

En el caso de un Estado socialista, y en el caso cubano específicamente, todas las organizaciones estatales, sociales y políticas forman nuestra sociedad civil y están, por definición, en función de las mayorías y en su práctica, ese Estado debe exigir continuamente la participación popular en sus más importantes decisiones. Un buen ejemplo de ello fue la discusión masiva de la carta magna del país, donde la participación de la sociedad civil fue, más que importante, decisiva.

La plataforma Archipiélago, que reúne a componentes de una muy pequeña parte de la sociedad civil cubana, no puede, por ello, autodefinirse como representante de la totalidad de la misma. Mucho menos la representa desde una marcha en medio de situaciones entre las más dramáticas que Cuba ha vivido, creando divisiones en momentos en que se han arreciado las agresiones de Estados Unidos, en una guerra que sigue novedosos métodos. De esto se deriva que debemos luchar por que nuestra unidad no sea lesionada ni concederle al Imperio “ni tantico así”, como diría el Che. El Imperio aplaude con vehemencia y amenaza con sanciones contra el justo principio de defensa del país contra las divisiones en el seno de nuestro pueblo, nuestra soberanía está en juego y, como en la época mambisa, lo fundamental es defenderla a toda costa atendiendo a los reclamos fundamentales del momento.

Pensar con mente propia

En declaraciones hechas el 16 de octubre del 2021, y refiriéndose a las relaciones entre la dirección del Estado revolucionario y el pensamiento cubano durante todo el proceso desde 1959 hasta nuestros días, Yunior García afirmó: “El pensamiento único, la censura y la persecución política han sido el pan de cada día para cualquier cubano que no se someta al control de los mayorales” (García A). Esa declaración refleja, o bien un desconocimiento de la historia del pensamiento cubano revolucionario, o un deliberado conjunto de mentiras continuadoras de la propaganda imperialista que niega a los cubanos revolucionarios un pensamiento propio y creador. Al respecto de ello, citamos la singular agudeza con que, en un trabajo presentado en la revista comunista Rinascita, allá por los años sesenta, el italiano Saverio Tuttino escribió acerca de un colectivo de jóvenes que desarrollaban un serio trabajo revolucionario y teórico en torno a la revista cubana Pensamiento Crítico: “Muy cerca de los viejos muros de la universidad, pero convenientemente fuera de ellos…” (Martínez Heredia: 53).

La lamentable declaración de Yunior reduce a la nada el trabajo de decenas de científicos sociales cubanos, cuyas contribuciones, no exentas de contradicciones entre modos de conducir el socialismo, enriquecen el arsenal de ideas revolucionarias. Muchos de ellos, por cierto, han sido galardonados con órdenes y distinciones promovidas por el Estado cubano, y no precisamente por mayorales. Hoy existen centros como el Juan Marinello y otros a lo largo y ancho de la Isla, en los que jóvenes intelectuales generan un pensamiento nada dogmático, crítico y cuyos resultados enriquecen el acervo teórico revolucionario.

No es menos cierto que, en diversas ocasiones, la confrontación de ideas encuentra un terreno árido en ciertas oficinas y que hay espacios del debate en los que las ideas abordadas no son suficientemente tomadas en cuenta a partir de la creatividad que el proceso revolucionario cubano necesita. También hay que tener en cuenta que la actividad intelectual y artística cubana no ha estado ajena a las influencias del pensamiento burgués hegemónico en el mundo.

Según Fernando Martínez Heredia,6 que siempre tuvo mente propia: “Por si fuera poco, todo debe conseguirse en medio de una pugna de vida o muerte con el capitalismo, que va desde la sistemática agresión del imperialismo hasta la siempre renovada persistencia de rasgos del capitalismo entre nosotros, y dentro de cada uno. El capitalismo conduce una formidable guerra cultural mundial, en la que pretende triunfar desde la vida cotidiana y los procesos civilizatorios y a través de un gran movimiento de privatización ideal y material” (Martínez Heredia: 45).

La consigna de la Batalla de Ideas que, inspirado en el pensamiento martiano, lanzó Fidel Castro, fue en su momento una respuesta cubana a la estandarización del pensamiento que hoy se refleja cotidianamente en las redes sociales tan utilizadas por los enemigos de la Revolución y a las que la plataforma Archipiélago no es ajena.

Llama la atención la recurrencia que hace Yunior García al arsenal de concepciones emanadas del pensamiento burgués anticubano cuando acude a la desvalorización apocalíptica de nuestra realidad diciendo: “Somos sobrevivientes de una guerra inconclusa, en la que no fuimos ni vencedores ni vencidos, solo rehenes de un dogma obsoleto, de un clan de funcionarios aferrado al poder y a sus privilegios, de un capricho apuntalado con fusiles de fabricación rusa” (García A). Los supuestos argumentos que el vocero de Archipiélago esgrime no pasan de ser la común palabrería de las tradicionales trasmisiones de la Voz de las Américas, que denotan muy poca “mente propia”.

Finalmente, y teniendo en cuenta toda una serie de conceptos que esgrime en su argumentación el vocero del grupo Archipiélago, como poder, hegemonía de un partido único, dictadura y otros similares respaldados por los que hemos comentado analíticamente, quisiéramos abordar la esencia de los propósitos declarados por Yunior García, muy diferentes a los de quienes, desde la Revolución, defendemos nuestra real independencia.

Tal y como los mexicanos han repetido históricamente, los cubanos también pudiéramos decir: “Pobre Cuba, tan lejos de Dios y tan cerca de los Estados Unidos”. Ignorar la historia de los apetitos estadounidenses sobre nuestra isla sería como no tener en cuenta las realidades que movieron las declaraciones de Martí, los estudios de muchos historiadores nuestros, algunos de los cuales ni siquiera fueron partidarios del socialismo; los criterios de los más preclaros defensores de nuestra nacionalidad y la obra de innumerables artistas e intelectuales. Nuestra historia ha sido abundante en las luchas por la emancipación como vía fundamental del desarrollo de nuestra cubanidad.

Cuando en momentos nacionales muy difíciles y en uno de los congresos de la Uneac, Fidel Castro proclamó que lo primero que había que salvar era la cultura, estaba defendiendo el principio esencial de la cubanidad. Al respecto, otro de los grandes pensadores nuestros, Don Fernando Ortiz,7 al hablar en 1949 sobre los factores humanos que nos definen, se pronunció así: “La cubanidad es la pertenencia a la cultura de Cuba.” (Ortiz: 4), y él sabía muy bien cuánto estaba, la cultura cubana, influida por nuestra cercanía a Estados Unidos. “La vecindad de esta poderosa cultura es uno de los más atractivos factores de la cultura nuestra; positivos y negativos, pero innegables. No nos ciegue el resquemor que en nosotros ha sido latente por sus invariables egoísmos, por sus frecuentes torpezas, a veces por sus maldades y a menudo por sus desprecios” (…) “Sabemos del vecindaje su historia, sus hábitos, sus petulancias, su sequedad fría y desdeñosa, su absorbente imperialismo” (Ortiz: 17-18).

Como esa es una realidad que pesará sobre nosotros hasta el fin de los días, el camino hacia una real independencia estará dado por el refuerzo constante de nuestra soberanía, no solo a partir del fortalecimiento de nuestra independencia económica, que es vital, sino la ingente necesidad de pensar con cabeza propia, algo que el vocero de Archipiélago y quienes lo siguen pretenden asumir pero que resulta contradictorio con sus postulados, su conducta, caracterizadoras de una cultura general adicta a lo que les llega de los grandes poderes del Norte y sus partidarios. Nuestra soberanía estará en la energía y acciones de las mayorías cada vez más cultas, y, mientras no lleguemos a alcanzar la utopía de una sociedad sin dirección estatal, en su representación por parte de un Estado que responda a la voluntad mayoritaria de la población.

Bibliografía y citas

Martí, José: Bases del Partido Revolucionario Cubano, Obras Completas, Tomo 1, Editorial Ciencias Sociales, La Habana, 1991.

García Yunior. (A) Declaraciones en Facebook, Octubre 16 del 2021.

García, Yunior.(B) Declaraciones a la prensa ante la entrada a la Fiscalía de la República de Cuba. Facebook. Habana, Octubre del 2021.

Constitución de la República de Cuba. 2019

Acanda, Jorge Luis. Las funciones de la idea de sociedad civil en la teoría política marxista, en Filosofía y Ciencias Sociales. Vicisitudes Epistemológicas. Colectivo de Autores. Compilador José A. Toledo García, Departamento de Filosofía y Teoría Política para las Ciencias Sociales y Económicas.

Martínez Heredia, Fernando. El Ejercicio de Pensar, Ruth Casa Editorial, 2008.

Valdés Paz, Juan. Intervención pública en el Centro Juan Marinello, 9 de diciembre de 2020.

Ortiz, Fernando. “Los factores humanos de la cubanidad” en Etnia y Sociedad, Pensamiento Cubano, Editorial Ciencias sociales, La Habana, 1993.

[1] Testimonio y participación de Alberto Faya en aquella movilización.

[2] “Cuba es un Estado socialista de derecho y justicia social, democrático, independiente y soberano, organizado con todos y para el bien de todos como república unitaria e indivisible, fundada en el trabajo, la dignidad, el humanismo y la ética de sus ciudadanos para el disfrute de la libertad, la equidad, la igualdad, la solidaridad, el bienestar y la prosperidad individual y colectiva.”

[3] La Habana 1938-2021 Importante científico social cubano, sociólogo y politólogo, Premio Nacional de Ciencias Sociales, fundador del Departamento de Filosofía de la Universidad de la Habana y de la Revista Pensamiento Crítico.

[4] Subrayado nuestro.

[5] La Habana, 13 de mayo de 1954, filósofo e importante científico social cubano.

[6] 21 de enero de 1939, Yaguajay – 12 de junio de 2017. La Habana. Destacado científico social cubano, historiador, ensayista, filósofo. Premio Nacional de Ciencias Sociales, fundador del Departamento de Filosofía de la Universidad de la Habana y de la Revista Pensamiento Crítico.

[7] La Habana, 16 de julio de 1881 – 10 de abril de 1969. Ha sido uno de los más grandes investigadores sobre la realidad cubana.

(Tomado de La Pupila Insomne)

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