LA HABANA, Cuba. – Los agentes del régimen son tan predecibles y nada creativos que todo cuanto hacen parece un déjà-vu. Y como en Matrix, la icónica película de ciencia ficción, eso significa que hay un fallo grave en el sistema, que tanto su “realidad” como su “virtualidad”, además de en extremo vulnerables, ya no son creíbles ni sostenibles.
Pero no solo por ese “costurón” mal hilvanado que se les ve cuando intentan actuar como “víctimas”, sino, además, por el modo grosero, torpe, en que se proyectan, en que invaden nuestro espacio personal con sus jeremiqueos de dinosaurios y agotan nuestra paciencia.
Lo que hicieron en televisión contra el joven artista Yunior García Aguilera es más de lo mismo, incluidos la quema chapucera y desesperada de un “agente” y el posterior acto de repudio que, por lo visto, nos tocará “por la libreta” a todos los que, desde aquí, pensamos y actuamos diferente y en confrontación con el régimen comunista.
Porque está prohibido disentir, aunque en la concreta casi todo el mundo en Cuba disiente de algo que ya resulta difícil de nombrar como “gobierno” porque en realidad se comporta como guardia de prisión o tribunal inquisidor.
No sé si soy uno de tantos “confundidos” que el régimen ve por estos días en todas partes, pero al menos en mi barrio no encuentro a esa mayoría que dicen ellos los apoya en sus atropellos y difamaciones.
Más bien vivo en medio de una marea de gente que susurra, grita o canta “Patria y Vida” mientras los otrora “comecandelas” del Comité de Defensa de la Revolución le hacen el coro y las palmas porque ya los propios “comunistas” no les han dejado ni el más mínimo trozo de revolución que defender.
Ha sido el show “anti-Yunior” tan ridículamente coherente con el patetismo del régimen que no sé si valdrá la pena dedicar unas líneas a comentar lo sucedido cuando, por lo evidente de la chapuza, a todos nos dejó “sin comentarios”, pero igual es necesario dejar en claro que el único mensaje transmitido fue la desesperación que transpira una dictadura en fase terminal.
No teniendo absolutamente nada a lo que agarrarse han apelado, again, a lo que va quedando del “hombre orquesta” Humberto López y su simulacro de periodismo que de apegado a la verdad tiene lo mismo que la Tarea Ordenamiento lleva o luce de ordenada.
Y como en toda torta horneada por nuestra Gestapo tropical, la guinda del pastel fue el consabido acto de repudio, protagonizado por lo “mejorcito” que ha ido quedando en las filas diezmadas de “leales” y “agradecidos” después que Marino Murillo y sus secuaces hicieran con la economía cubana en unos meses lo mismo que la dictadura ha atribuido por más de 60 años a la CIA, la USAID, la NED y hasta al Capitán América juntos.
No sé de qué zoológico clandestino los sacan o en qué laboratorios “Made in Corea del Norte” los producen pero esos cuatro gatos que siempre vemos en los actos de repudio son hoy como especies en vías de extinción, ejemplares lobotomizados que recuerdan cualquier filme de zombis de bajo presupuesto, de esos que pretendiendo causar pánico —porque es lo que buscan cuando gruñen y enseñan los colmillos a las puertas de nuestras casas— nos provocan la risa. De modo que no será necesario enfrentarlos con antídotos ni estacas, cuando fácil se les aniquila con una carcajada.
Posiblemente sea esa, la risa, el arma que temen igual que la temía el monje-asesino Jorge de Burgos, en El nombre de la rosa. Quizás en ese “enfrentamiento violento” contra la policía y el ejército que, según el testimonio del agente Fernando, buscaría Yunior García con la marcha cívica del 15 de noviembre, lo más peligroso no sea un puño cerrado en posición de ataque, un machete o una pistola sino una simple carcajada frontal, un “ataque” pero apenas de risa, con lo contagiosa que resulta y por tanto peligrosa.
¿Qué pasaría si todo un pueblo que teme, que vive hundido en el miedo, se echa a reír? ¿Qué pasaría si el policía que fue instruido de golpear y reprimir nos respondiera con una sonrisa? ¿Qué pasaría si la respuesta del soldado al jefe que da la orden de apresar y matar fuese una carcajada? Ya lo sabemos y ellos también lo saben. Y por tanto temen.
ARTÍCULO DE OPINIÓN
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