Mi viejo amigo RS, pedagogo de los pies a la brillosa calva, solía comparar en clases los legados de Arsenio Martínez Campos y Valeriano Weyler para la Historia de Cuba. Martínez Campos pacificó el país, fue hábil para aprovechar el desgaste de las tropas mambisas tras diez años de desigual guerra, y llegó a pactos que construyeron la paz del Zanjón y le salvaron de forma temporal la posesión a España. Admiró a los grandes militares cubanos del momento y no permitió que fuesen tramposamente asesinados mientras se negociaba el desarme (como mismo hicieron ellos respecto a él). Era un gran político.
Weyler, en tanto, solo entendía de fuerza bruta. Aplicó la sanguinaria estrategia de la Reconcentración y diezmó a golpe de hambre, bala y enfermedades a las tropas y a la población civil de la Antilla Mayor. Pero no logró con ello apaciguar el ánimo independentista. Al contrario, cada familia que perdía un miembro, se convencía de que el camino era la lucha, costara lo que costara. El marqués de Tenerife era, simplemente, un salvaje.
La represión atroz, concluía a grandes rasgos RS, es siempre el camino más corto a la derrota.
Pienso en aquella comparación tras conocer de algunas condenas o peticiones de condena que las autoridades judiciales han ido descargando sobre los manifestantes del estallido social de julio pasado; y de las cuales, como es costumbre, solo se sabe a través de testimonios directos de los afectados, en las redes, o reportes de la prensa alternativa; mientras el sistema de medios estatales (que presumen de públicos) guarda un vergonzoso y antiperiodístico silencio.
Diez meses de prisión para el joven que salió, completamente solo, en el poblado holguinero de Gibara; gritó en un parque su descontento con el gobierno y sus ansias de libertad, no ofendió a ningún dirigente ni lanzó una piedra. Siete años pedidos para aquel otro, estudiante del Instituto Superior de Arte, que se manifestó en Bejucal (Mayabeque) y junto a cientos de lugareños corearon consignas frente a la estación de Policía del poblado.
Y diez, doce, quince y hasta más de veinte años solicitados para otros, en dependencia del nivel de rebelión que implicó su protesta. Con lo cual, los que fueron liberados semanas después del estallido bajo multas de miles de pesos casi tuvieron buena suerte. Dicho sea de paso, más de tres meses han pasado de la explosión y aún el Gobierno cubano no ha ofrecido a la opinión pública una lista oficial de detenidos. ¿Lo harán? ¿Cuándo?
Los presuntos delitos en los que se fundan estas aplastantes proyecciones de castigo van desde el llevado y traído desacato, la incitación a delinquir, el desorden público hasta la sedición. El juez supremo (léase monarca, emperador, Dios Sol o cualquier otro egregio calificativo) hace la ley, la interpreta y la aplica. Y al que no guste…que le pese.
Ante la disyuntiva de actuar como Arsenio o como Valeriano —salvando todas las distancias del caso— los regentes cubanos parecen tener clara su opción. No miran a largo plazo. No ven al doblar de la empoderada soberbia. Simplemente creen que lo que funcionó en una Isla analógica con un genio autoritario y carismático definiéndolo todo —desde la política exterior hasta la olla de cocinar en las casas—; podrá seguir funcionando en una isla digital interconectada, donde el bloque Partido/Estado/Gobierno cada día debe apretar más las tuercas del miedo para lograr ser acatado.
Llega a extremos de risa el mundo que se fabrican estos mandantes, en el que —a decir del primer secretario del PCC, en su discurso del reciente 2do pleno partidista—, «los llamados sucesos del 11 de julio, […] no fueron más que provocaciones y hechos vandálicos como parte de toda esta estrategia de la Guerra No Convencional y del “golpe suave” contra nuestra Revolución».
Universo paralelo a la Cuba real, en el cual «hay soluciones para cada uno de los problemas», «se ha sembrado también patriotismo y heroísmo, se ha sembrado y se cosecha compromiso». Galaxia ilusoria donde «nuestra Visión de la Nación nos define como una nación soberana, independiente, socialista, democrática, próspera y sostenible, mediante el Plan Nacional de Desarrollo Económico y Social a largo plazo y otras acciones para consolidarlo».
¿Próspera? ¿Socialista? ¿Democrática? ¿Desarrollo a largo plazo?… Quimeras militantes que se derrumban cuando sobre la tarima de las angustias diarias se mosquea una libra de carne de cerdo a 150 pesos o una pastilla de azitromizina a mil.
Sin embargo, lo que no captan los bisnietos de Valeriano es que el rebaño un día deja de ser rebaño y se convierte en rugido, en jauría, en lava.
Los sistemas físicos complejos, como advierten los estudiosos, guiados por «la paradoja de la simplicidad», pueden variar su curso en un tris. «Una señal de girar, normalmente comenzada por un pájaro del extrarradio, puede correr por una bandada de 400 pájaros en medio segundo».
Como la pólvora. Como la luz. Como el valor, que ante el peligro o la desesperación se incendia y estalla.
No lo olviden, marqueses.