Era 1968 y alrededor de 300 alumnos de un curso esperábamos para escuchar a una personalidad política, pero por haber llegado antes, algunos tuvimos oportunidad de conversar de los más insospechados temas, hasta que una colega de Camagüey reveló la pregunta que haría en la conferencia.
No recuerdo el nombre de la muchacha de la provincia agramontina, y aunque no estuve entre los que se pronunciaron, la miré sin saber cómo valorar semejante interrogante que más que una búsqueda de respuesta era una evidente exposición de un criterio no compartido por las mayorías.
Al transcurrir 53 años, aquel hecho, vuelve a la memoria estimulada por los comentarios expuestos en ¿Ya leíste el anteproyecto del Código de Familias? ¿Cuáles son tus principales opiniones? un espacio que invitamos a leer por lo interesante que resultan tantas opiniones diversas y bien fundamentadas.
En 1970, en plena zafra de los diez millones, un condiscípulo me comentó que aquella conferencia, y la respuesta a la pregunta de la camagüeyana, estaban recogidos en un folleto que me enseñó.
Confieso que no le presté atención al librito cuya carátula era de un rojo intenso, y lamentablemente ya el amigo no está para consultarle otros datos que hubiera querido incluir en este post sobre un tema que había olvidado y no imaginaba que pasado poco más de medio siglo, cobraría actualidad.
Durante una buena parte de la conferencia estuve pendiente de nuestra compañera, y al verla tan calmada, tranquila y calllada llegué a pensar que ya no haría la pregunta, sobre todo porque equivocadamente creí que no tenía relación con la disertación.
No grabé, ni siquiera hice apuntes taquigráficos, pero intentaré reflejar lo más textualmente posible aquel reclamo muy buen presentado en forma de interrogante:
“Yo quisiera saber por qué si yo le soy infiel a mi marido, a él enseguida se lo dicen y hasta le dan pruebas de que le soy infiel, pero si el infiel es él, nadie me lo informa, y el que puede, hasta lo tapa para que yo no me entere. Y por qué hasta lo pueden sancionar si no se separa de mi y no sucede así con las mujeres cuando el marido le es infiel.”
El conferencista dio una explicación breve, contundente y convincente que también trato de exponer lo más fielmente posible tras pasar más de medio siglo:
“Algún día en el futuro no será así, e incluso será un asunto muy personal de cada uno, pero en la Tierra no se pueden hacer leyes ni nada que haya que irse a la Luna para cumplirlas porque aquí no se van a acatar.”
Tal vez dijo algo más y de alta importancia, pero es lo que recuerdo, y ojalá alguno de quienes estuvieron pudieran completar lo sucedido, a lo cual solo resta por agregar los comentarios entre nosotros al finalizar la conferencia.
Uno comentó que estar casado y enamorarse de otra persona no es una inmoralidad, y que mientras los sentimientos estuvieran en un proceso de cambios también abarcaba la separación de manera más o menos gradual, y eso no es infidelidad, sino querer formar una familia con la persona que se ama.
Otro lo comparó con una locomotora que cambia de una vía hacia otra y detrás van quedando vagones que poco a poco entran por el mismo carril. Según él, asi sucede también en la vida de las personas.
Si en aquellos años no imaginábamos que algún día nadie se inmiscuiría en la vida sentimental de quien quisiera tener relaciones con más de una persona, mucho menos pensamos que en apenas medio siglo, habría un anteproyecto de Código de las Familias como el actual.
Y tampoco había tantas personas capaces de avisorar que habría la actual pluralidad de opiniones como se nota en en Cubahora al responder cuáles son las principales opiniones sobre esa norma cuya elaboración se realiza con apego a la Constitución.
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