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“Que no se tapen bocas”

Hace solo unos días se levantó la veda, por 80 minutos. Es lo que dura el documental “Canción de barrio” dirigido por el realizador Alejandro Ramírez. Después de haberse estrenado en agosto de 2014, solo tuvo unas pocas presentaciones y jamás en la televisión cubana.

Lo insólito es que el documental fue inspirado y relata dos años de la Gira Interminable de Silvio Rodríguez por barrios de Cuba —sobre todo de La Habana: un gesto artístico y político de reconstrucción. Pero, al parecer, lo que resultó inaceptable al censor fueron los testimonios de personas que, en más de 30 barrios habaneros, algunos tradicionales y otros de “llega y pon” surgidos más recientemente, sufren situaciones de pobreza material, desesperanza, y hacen denuncias de abandono frente a las cámaras. Los mismos que agradecen emocionados la música que les ha llegado avisándoles que la belleza y la solidaridad también les toca.

Concierto Gira por los barrios. Foto: Alejandro Ramírez.

El reciente estreno en televisión provocó muchas reacciones en redes sociales: del asombro a la tristeza, del agradecimiento a la rabia. Silvio Rodríguez intervino recordando que “la visión inicial de lo que después sería Canción de barrio me produjo un impacto tremendo” y que al ver ya el documental editado “fue inevitable que me autocuestionara sobre el efecto que podría tener la exhibición de aquellas imágenes y testimonios; las lecturas que se podrían hacer; incluso las manipulaciones que podrían generar. Muchas cosas pasaron por mi mente. Pero siempre he sido amigo de la franqueza, de la verdad polémica, compleja y a menudo imperfecta con la que enfrentamos la existencia.”

En los días previos a su premier en 2014 entrevisté a Alejandro Ramírez a quien vi trabajar, de cerca, en lo que sabíamos se convertiría en un documento muy valioso para pensar la sociedad cubana y, con suerte e intención, transformarla. Agrego un poco de contexto: a finales de ese año EE.UU. y Cuba, bajo la administración de Obama, iniciarían un camino de normalización en sus relaciones bilaterales.

En aquel diálogo, Alejandro describió Canción de barrio como “un mapa grande de situaciones, deterioro y problemáticas de estos barrios.” Un mapa que pudo haber servido para orientar algunas políticas sociales urgentes y algunas reformas económicas todavía imprescindibles. A propósito de este “deshielo” del documental, vuelvo a hacerle preguntas a su director.

Barrio Atarés, Foto: Alejandro Ramírez.

Barrio «La Guinera». Foto: Alejandro Ramírez.

¿Cuántas veces se ha exhibido Canción de barrio en Cuba y en qué condiciones?

Canción de barrio se exhibió en la sala Chaplin dos veces, la primera en su premier en agosto del 2014 y luego en diciembre del mismo año durante el Festival del Nuevo Cine Latinoamericano. Ese mismo diciembre hubo una presentación en la Casa de las Américas, que fue tal vez para mí la más significativa, pues estuvieron en la mesa de presentación, junto a Silvio y varios de los integrantes del equipo de realización, algunos de los protagonistas del propio documental. Estas fueron las presentaciones públicas y abiertas. También hubo algunas que me pidieron, como un par de núcleos del partido. Pero a pesar de las peticiones hechas por varias personas, incluso del propio Silvio, para que se exhibiera y se diera a conocer el documental, no se articuló una política de divulgación abierta o masiva de ningún tipo, ni en salas de cine, ni en TV.

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Parte del equipo de realización: Mandy García, Alejandro Ramírez y Alain López (En Holguín).

¿Cuál ha sido su recorrido en festivales? ¿Era lo que esperabas cuando se estrenó en 2014?

Como cineasta, aunque uno no trabaje para un festival, sí aspira a que su obra sea tomada en cuenta y, sobre todo, empezando por el Festival de la Habana; yo lo presenté ahí con el objetivo de que empezara un recorrido y que compitiera por Cuba ese año, pero sutilmente me pidieron que no entrara en competencia, sino que se dejara en la sección de Presentación Especial, con el argumento de que tendría mucho más visibilidad, y que eso haría que se catapultara a muchos circuitos de festivales y demás. De todo lo que se me dijo lo único que se cumplió fue su proyección en el Chaplin, lo demás pareció más una estrategia de invisibilización, pues el documental pasó casi desapercibido, incluso ni siquiera les fue proyectado a los jurados de los premios colaterales. La gran satisfacción que me quedó en ese momento es que al terminar su proyección en el Chaplin a sala llena mucha gente reclamaba que le dieran el premio a la película, y sentir que llegué a la gente fue el logro más grande, de la misma manera que ha pasado ahora con su proyección en la televisión cubana, son muchas las personas que no conozco que me han escrito públicamente y en privado, agradeciéndome.

Quienes estuvimos en la premier del Chaplin recordamos la emoción compartida, el hecho de habernos visto todos juntos en esa sala llena, frente a un compendio de realidades tan tristes con décadas de acumulación; topándonos con la pobreza y la grandeza cubanas de golpe, en 80 minutos. ¿Qué recuerdas especialmente de aquella noche? 

Recuerdo mucha emoción por varias cosas, el nerviosismo que siempre me da proyectar algo por primera vez, la presentación de Fernando Pérez, la presencia de Silvio, la sala llena, llenísima, el acompañamiento del equipo de realización, de mi familia y de muchos de mis amigos… Pero hay dos cosas que no olvidaré nunca y es que el auditorio haya aplaudido cinco veces durante la proyección, y el aplauso final, largo, conmovido, y con mucha consternación.

En plena filmación Jorge Ricardo, Monica Rivero, Denise Guerra y Marcos Louit.

En la presentación, uno de los maestros que sé que más admiras, Fernando Pérez, describió así lo que nos mostraba Canción de Barrio: “El dolor, el deterioro, la imaginación, la violencia, la resignación, el humor, la desesperanza y la precaria esperanza de aquellos que sobreviven una parte ya demasiado extendida y con frecuencia silenciada en nuestra realidad”… Y cayeron 7 años más de silencio. ¿Cómo ha sido la espera viendo que las autoridades (nunca sabremos quién o quiénes y por qué dieron la orden de engavetarlo) impidieron durante 7 años que el gran público viera el documental en televisión? ¿Sentías que se ponía viejo, que pasaba “su momento”? El documental, como testimonio que quiere ser provocativo, ¿tendrá ahora el mismo efecto que pudo haber tenido entonces?

Creo que es un documental que debió servir, junto a muchas obras más que aún siguen censuradas —no solo cinematográficas—, para una revisión de lo que somos, de nuestras aspiraciones, de repensar el país que queremos y por supuesto en lo que hemos fallado, este debe ser un proceso permanente en la sociedad, de todos los componentes de la sociedad, no solo del arte, pues sería entonces un proceso verdaderamente revolucionario y no solo consignero. El discurso triunfalista, enmascarado, tergiversado, que esconde, que no acepta, que no se apega a la realidad, que solo muestra una arista, hace mucho daño. La censura hace mucho daño porque no deja lugar a la expresión, al debate, a la autocrítica. Una obra de arte siempre puede tener diversas lecturas, pero si la censuras, radicalizas su discurso, aumentas sus diversas interpretaciones, le das comidilla a quienes sí quieren hacer daño real y privas a sus creadores y a sus receptores de derechos, de reflexión y de participación.

Nos hemos tenido que resignar como artistas a que nuestras obras y nuestros textos queden en circuitos muy cerrados, engavetados, privados a nuestra propia generación y con el único aliciente de que tomen un valor en la posteridad, que queden como documentos de nuestra época para generaciones futuras, sin la impronta de diálogo tan necesaria para conformar una sociedad justa.

Barrio Colón. Foto: Alejandro Ramírez.

En 2015 Silvio Rodríguez decidió subirlo a Youtube y acumula más de 1,8 millones de reproducciones. A pesar de la censura en Cuba, es quizás tu documental más conocido. ¿Qué te ha dejado como artista? ¿Qué feedback has recibido del público en general durante todos estos años? 

A mí me ha dejado la satisfacción de que la gente se identifique con esa realidad, que se enoje, que se entristezca, que se conmueva. No se trata de ir a los barrios y poner colorete en un momento determinado, debe ser un proceso constante y participativo porque no existe la sociedad perfecta y siempre tenemos que aspirar a mejorarla, sin abandonos, sin olvidos.

El hecho de haber sido transmitido ahora el documental ha provocado que mucha gente que no te conocía se acerque a ti, te escriba. Muchos no conocen tus otras obras. Una niña, una escuela; deMoler; MonterosHombres sobre cubierta, todos tus documentales, como Canción de Barrio, cuentan pequeñas historias de personas comunes que padecen olvidos.

Los problemas a los cuales no se les mira a la cara no se enfrentan, se esconden o se ignoran como ha pasado con los pobladores de estos barrios. Muchas veces llegábamos a los barrios donde Silvio iba a cantar y se preparaban condiciones por la llegada de este artista reconocido. Hubo lugares donde asfaltaron calles que llevaban años deterioradas, o arreglaron tanques de agua cuando la gente llevaba muchísimo tiempo cargando agua hasta sus casas. Uno puede decir inicialmente “qué bueno que gracias a la llegada de Silvio se muevan las cosas y se resuelvan los problemas”, pero esto realmente es un signo de que no estamos bien. No tendría que llegar un Silvio para que problemas pendientes de años se resuelvan en una semana para maquillar un lugar. Esto revela una cultura del simulacro y de la apariencia que arrastramos. ¿Cómo puede justificarse la falta de materiales, de recursos, cuando aparecen de pronto, así, mágicamente? Tendría que ser obligación de los dirigentes no llegar a esos extremos. Sabemos de las carencias a las que está sometida Cuba. Es una realidad innegable, pero los extremismos, la burocracia, la corrupción, la rigidez, también nos están haciendo mucho daño y la gente se da cuenta, se cansa y explota. Cuando eso pasa no podemos responsabilizarlos a ellos y llamarlos confundidos, lumpen, delincuentes. Ellos están inconformes y tienen muchas razones para estarlo.

Barrio Atarés. Foto: Alejandro Ramírez.

Barrio Atarés. Foto: Alejandro Ramírez.

Algunos que han visto el documental dicen cosas como que “la intención era mostrar más lo malo de los barrios de llega y pon que el beneficio de que Silvio fuera ahí”. Tuviste en tus manos más de 200 horas de grabación, 34 conciertos, en más de 30 barrios de La Habana… ¿Cabe la posibilidad de haber exagerado algo de lo que se revela? ¿Qué le dirías a estas alturas a quienes te acusan e incluso señalan a Silvio por enfatizar en “las manchas del sol” (ese lugar tan común)?

La Gira por los Barrios es tal vez uno de los proyectos culturales más valiosos que he visto y de los cuales tengo el honor de ser parte, lo digo porque creo ciegamente en él, porque veo su valía, porque confío en las intenciones de su forjador, porque no hay poses, no hay manipulaciones.

Así mismo fue el proceso de realización, nunca hicimos otra cosa que darle la oportunidad de expresarse sin tapujos o prejuicios a la gente, de ser libres de decir lo que sienten por una vez públicamente. En muy pocas ocasiones la gente se negó a hablar y fue por miedo expresado explícitamente. Si uno como cineasta quiere ser parte de tanta coherencia, no es válido trasformar lo que uno está viendo y registrando, con exageraciones o suavizando realidades. La posproducción de este documental duró casi un año y fue exactamente un año de analizar dónde estaban esas fronteras entre lo amarillista y lo realista, o qué elementos endulzaban o no lo que habíamos visto. Horas y horas de discusión sobre todo con Marcos Louit, el editor, mi amigo y contraparte en el buen sentido, con el cual valorábamos a cada paso dónde estaba el equilibrio exacto, alimentado por supuesto con conversaciones con el propio Silvio y con el resto de los integrantes del equipo de realización.

Parte del equipo de realización: Marcos Louit y Dunieska Castañeda en Atarés.

Silvio Rodríguez ha dicho: “Alejandro y su equipo, además de filmar las dramáticas condiciones de vida de aquellos lugares, habían sabido aprovechar la atmósfera de confianza que creaba la gira y habían conseguido de los entrevistados una franqueza desgarradora.” ¿Cómo fue esa experiencia de trabajo con el equipo? ¿Y cómo fue trabajar con Silvio?

Fue una experiencia novedosa en muchos sentidos. En primer lugar, trabajar con alguien como Silvio es un reto. Él siempre dio total libertad para que enfocáramos el documental de la manera en que nosotros quisiéramos. Opinó y sugirió con total respeto en diferentes etapas, pero nunca nos sentimos presionados, ni vigilados, creo que él entiende como nadie lo que significa un proceso creativo de este tipo, pues él mismo es un creador polémico.

Por las propias características del proyecto, aunque había un equipo más o menos fijo, muchos eran ocasionales. Pero, eso sí, todos los que participaron fueron con una actitud de sencillez, a buscar estas historias para con esta atmósfera de confianza a la que se refiere Silvio. Entrar a los barrios como parte del equipo de Silvio te da la posibilidad de que la gente se abra y de que la policía no moleste cuando se sacan dos cámaras y micrófonos en barrios como esos. Fuimos aprendiendo con la constancia y la perseverancia de un proyecto como este que se mantiene a lo largo del tiempo y que muchas veces pareciera repetitivo, poco a poco fuimos sintiéndonos más seguros y encontrando por dónde queríamos ir.

Parte del equipo de realización: Marcos Louit y Sergio Valencia (En la azotea de un edificio con un poblador de la comunidad en Colón).
Durante la filmación Denise Guerra y Marcos Luoit en «El Fanguito».
Ernesto Ramírez y Jorge Ricardo (Sonido y cámara).

Permaneciste 33 años en Cuba, pero eres guatemalteco. Fuiste, desde Alamar, donde viviste casi siempre, un extranjero «con libreta de abastecimiento”. Estudiaste en la Facultad de Medios Audiovisuales del ISA y en Cuba nacieron tres de tus hijos. Pero ¿por no ser cubano, tu punto de vista al indagar en la sociedad cubana, es distinto?

Mi origen es bien diverso, pues nací en México, soy guatemalteco de origen por mi padre y mi vida estuvo mucho más vinculada a este país por la participación de mis padres en el movimiento revolucionario de Guatemala. Llegue a Cuba con nueve años, a una escuela común y a un barrio común, primero en Mulgoba, después en Altahabana y finalmente casi toda mi vida en Alamar que es lo que más considero como mi barrio. Definitivamente mi identidad y mi sentir son más cubanos que de cualquier otro lugar. A Cuba le agradezco el haber recibido a muchos niños guatemaltecos en situación de riesgo dentro de los cuales estaba yo. Le debo haber bebido su cultura y su forma de ser, en sentido general. Le debo mi formación y no solo académica; y es una deuda espiritual, no de otro tipo. También debo reconocer que aunque nunca fuimos en Cuba personas pudientes como tal, sí teníamos privilegios como refugiados. Solo el hecho de tener la posibilidad de viajar, bajo las circunstancias que sean, te da una visión del mundo diferente. Puedes contrastar las cosas buenas, las diferentes y las malas, sales del aislamiento en todo sentido incluso el informacional que se vive en Cuba y todo esto te da una visión diferente de la vida. No digo mejor ni peor, pero sí diferente. Puede ser que esto te dé herramientas para ver la realidad desde otras aristas, valorando las cosas positivas del sistema cubano como a lo mejor no lo hacen los que nunca han salido. Recuerdo que en el pre e incluso en la secundaria las broncas eran bien grandes con mis compañeros porque ellos no valoraban, por ejemplo, la educación o la salud gratuitas. Con los años entendí que ellos habían nacido con eso, que era su normalidad, algo que lograron sus padres y abuelos. Pero cada generación necesita de nuevos logros, conquistados por ellos mismos. Tal vez mi condición itinerante y diversa me hace entender diferentes puntos de vista y ver la realidad con otros ángulos.

¿Qué ha pasado con tu obra después de Canción de Barrio? ¿Qué otros documentales han llegado? ¿Qué otros proyectos tienes como creador?

Después de Canción de barrio la vida me colocó fuera de Cuba. Tuve una niña que no es cubana y por esa razón vivo hace algunos años en Ecuador. Todo el mundo sabe que emigrar a veces cuesta pues pierdes tu zona de confort, tu sistema de relaciones y el reconocimiento que puedas tener en un lugar. Así que estos años han sido de aclimatarme en todo sentido, con un énfasis más grande en mi labor fotográfica. Me decidí finalmente a no solo filmar agroecología que era algo que venía haciendo desde hace rato en Cuba, sino a dedicarme a practicarla. Así que gran parte de mi tiempo en pandemia he estado sembrando la tierra de manera orgánica. He tenido la oportunidad de hacer pequeños materiales con un corte más institucional con el movimiento de comadronas indígenas en Guatemala o de agroecología en Argentina, y ahora regreso al mundo que más me gusta que es el del documental con un cortometraje sobre las Rutas del Oro en América Latina. Es un proyecto pequeño que aspiro se convierta en grande.

Supongo que Silvio Rodríguez retomará la gira interminable por los barrios después de que la COVID-19 lo permita… Ya la música ha demostrado su poder reparador y el cine su capacidad para revelar realidades ocultas e incómodas. Pero ni la música ni el cine pueden cambiar suficientemente la realidad. ¿Eso te frustra? Como cineasta y como cubano ¿qué esperas del futuro?

Quisiera ver a Silvio en la gira de nuevo por los mismos barrios, arreglados físicamente y espiritualmente, no de manera coyuntural, sino en un proceso de dignificación de la vida que no se interrumpa, que no sea un mandato oficial del momento, que sea un proceso perenne, colectivo, de consensos, que se hagan gigantescos murales de artistas plásticos controvertidos que quieren hacer obra en Cuba y no irse del país con temáticas discutidas con los pobladores. Que se proyecten los audiovisuales de los jóvenes y no tan jóvenes realizadores, sin prejuicios, sin verles otra intención que no sea la de reflejar nuestra época de manera sincera, y si surge alguno que sí tenga “malas” intenciones, pues que se le dé espacio también para discutirlo y rebatirlo con argumentos. Quisiera que las mujeres entren de noche a su barrio sin miedo y con la seguridad de que, si pasa algo, el Estado, las instituciones y la sociedad, las van a defender. Quisiera ver el reconocimiento de la pluralidad de estos barrios, porque sí que son plurales. Quisiera que no se tapen bocas. Quisiera que no se encierre el arte, que el pensar diferente no se difame con vinculaciones, que las proposiciones sin injerencias no sean enterradas. Quisiera barrios con más equidad, sin diferencias tan marcadas entre unos y otros. Quisiera ver a todos de manera inclusiva escuchando a Frank Fernández, bailando un reguetón o una rumba y cantando “La era está pariendo un corazón”.

La Guinera. Foto: Alejandro Ramírez.

La Gira por los Barrios se inició el 9 de septiembre de 2010 en el Barrio La Corbata, Playa. Se han realizado 109 conciertos, el último fue el 28 de enero de 2020 en la Comunidad Las Terrazas, Artemisa. Además de La Habana, la gira ha llegado a las provincias: Artemisa, Cienfuegos, Matanzas, Villa Clara y Holguín.

https://youtube.com/watch?v=2FczuWyxfMM&feature=oembed

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