Cienfuegos, 11 oct (ACN) En silencio, con sonrisas o con palabras hermosas, hoy todo el colectivo del central 14 de Julio en la provincia de Cienfuegos, pide desde el fondo del corazón ashé pa la zafra 191, del único ingenio en Cuba que ha molido ininterrumpidamente a lo largo de su historia.
Un equipo de la Agencia Cubana de Noticia buscó detalles esclarecedores para saber dónde está el misterio, tras la cadena continua de moliendas, que ha impuesto sobre los cambios de tantos propietarios, guerras mambisas, inversiones, luchas rebeldes, nacionalización de ingenios azucareros, ciclones y tormentas tropicales, temblores de tierra, y épocas de paralización de centrales.
El objetivo fue más allá para saber cómo logra indicadores de eficiencia que lo ubican en el primer lugar del país, a pesar de las reducciones en la producción azucarera en esta Isla y donde incide en gran medida el bloqueo económico, comercial y financiero de Estados Unidos a Cuba.
Roberto Pérez Varelo, secretario del director de esa fábrica por 60 años -también ininterrumpidos-, aseguró que hay varias razones, y una de estas es la estabilidad de la fuerza de trabajo, a pesar de laborar en la industria obreros de seis de los ocho municipios cienfuegueros.
Quien ha echado raíces proletarias en su puesto de trabajo, concuerda en cuán valioso resulta cuando el azucarero conoce su contenido de trabajo, ama su tarea y establece relaciones interpersonales muy fuertes, además de considerar su empeño como la fuente de sustento.
Elba Avilés Mendoza, dirigente sindical por muchos años y ahora responsabilizada con el área de generación de vapor, cree mucho en la comunicación existente entre jefes y subordinados y en el papel de las organizaciones de ese coloso, ubicado en el municipio de Rodas.
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Otros coinciden en que la dirección del “14 de Julio” ha aglutinado a todas los eslabones de la entidad y “le llega hasta el último trabajador”, incluido al equipo de pelota del central que ha ganado múltiples campeonatos de la serie azucarera.
Alfredo Molina, jefe de sala de control y otro de los más veteranos allí, afirma que en el ingenio existe la única ceremonia religiosa de origen afrocubano para bendecir cada año a la zafra.
Aunque muchos sean ateos, “pienso que los ancestros culturales son muy importantes, y con los toques de tambores de ese ritual reviven todas las ilusiones que tienen los trabajadores por dentro”.
Durante esa celebración, que data de principios del siglo XX, los obreros y habitantes de la comunidad bailan y cantan al ritmo de los instrumentos de la religión, y parten desde la arcada donde salían los esclavos hacia el cañaveral.
La peregrinación entra al central y los participantes depositan dulces, ron, miel y comidas al basculador, antes de la primera molida, para rendir tributo a los orishas del panteón yoruba, luego dejan ofrendas en la ceiba centenaria del batey y piden por una zafra eficiente, productiva y sin accidentes.
“El hecho propio del toque de tambor cuando inicia la zafra es un clarín de victoria para cada contienda” sostiene Molina.
“Tenemos hombres conocedores de la actividad, y dos lemas: nadie se va del central mientras exista un equipo roto y un segundo que dice ninguno muele más caña que el coloso rodense”.
Ahora se respira un mejor ambiente en los predios de esa industria, en medio del alistamiento de los hierros para la venidera molida 2021-2022, con reparación del transporte y los caminos, e impulsando los puntos débiles: la disponibilidad de caña y la producción de alimento, indica el ingeniero Amaury Rodríguez Depestre, director de la recién constituida empresa azucarera agroindustrial 14 de Julio.
“El objetivo es que no se apague la torre del central, dice el directivo, una tarea asumida por la nueva estructura con mando único que fortalece la empresa”.
Inversiones y reparaciones capitales eliminaron poco a poco los viejos hierros y renació dentro otra fábrica de hacer azúcar, aunque quedan algunos restos de barracones de esclavos ya remozados, un fortín español del año 1845, la arcada principal de 1861, las oficinas viejas de 1890 y la capilla, además de un legendario barómetro de 1919, aún en funcionamiento.
Fundado en 1830 con el nombre de Manuelita, el ingenio comenzó como un trapiche movido por fuerza de tracción animal en el propio lugar donde el “14 de Julio” aún produce azúcar.
Y donde su colectivo es hoy Vanguardia Nacional por varios años, además de estar en la punta de la eficiencia industrial del país con mucho esfuerzo, sudor y desvelo de los hombres y mujeres del coloso, y también ¿por qué no?, del ashé otorgado por los orishas.