MADRID, España. ─ La participación de la inversión sobre el total de la economía cubana ha registrado una evolución errática desde 2011, confirmando que el régimen tiene escaso interés en la mejora de infraestructuras y equipamientos del país, al tiempo que otorga la máxima prioridad a los programas de gasto corriente a corto plazo.
En el período 2011-2016 la participación de la inversión en la economía no pasó del 10%, como se observa el Gráfico 1 y solo entre 2017 y 2019 dicho porcentaje se situó por encima de esa barrera, para volver a descender al 9,9% del PIB en 2020. Por comparar con otros países, en España la participación de la inversión en el PIB alcanzó en 2019 un 20% y en América Latina, la media regional, ronda un 25% del PIB.
La inversión del año 2020, durante la pandemia, ha vuelto a quedar por debajo del 10% del PIB, más de la mitad del indicador registrado en otros países, y, además, la mayor parte de los recursos invertidos en la economía se han concentrado en el sector inmobiliario (donde tiene un peso destacado la hostelería) en tanto que las inversiones en infraestructuras se han quedado atrás. En 2020, el 50% de la inversión en construcción se dirigió a Servicios empresariales, actividades inmobiliarias y alquiler, que cuadruplicó a la inversión en Industria manufacturera que ocupó el segundo puesto.
Este comportamiento de la inversión, concentrado en una sola actividad y con fuerte vocación constructora y menos orientado a intangibles y medios técnicos (que solo representaron el 30% de la inversión total en 2020) forma parte de un diseño de colocación del dinero por parte de los dirigentes comunistas que no contribuye al pleno desarrollo de las potencialidades internas de la economía, su crecimiento y desarrollo. Como diría un economista keynesiano, el multiplicador de estas inversiones es muy limitado.
De modo que un aspecto que muestra la pésima gestión de los dirigentes cubanos es la mala utilización de estos activos, que solo pueden tener un origen en el presupuesto estatal, dado que la inversión privada en Cuba es, cuanto menos, inexistente. Sin embargo, la inversión es fundamental para el crecimiento de las pequeñas y medianas empresas, que ahora empiezan a crearse a cuentagotas tras la aprobación de la normativa. ¿Qué ocurrirá con esta inversión?
Es necesario que esas inversiones privadas estén protegidas de cualquier avaricia expropiadora del gobierno o de injerencias para asegurar su control. En el funcionamiento libre de las inversiones, movido por criterios de eficiencia económica y no arbitrariedades políticas, y dirigido a ganar dinero y aumentar el saldo de la cuenta de explotación, se juega mucho el régimen comunista, para lo cual deberá desprenderse de numerosas ideas erróneas y absurdas que no han permitido a la economía cubana avanzar.
En el extremo opuesto, Cuba dedicó a inversiones en ciencia innovación y desarrollo solamente un 0,47% de la inversión en construcción en 2020 y un 1,2% de la realizada en equipamientos y otros medios. Se trata de cantidades ínfimas que no permiten a este sector estratégico avanzar y contribuir al crecimiento económico, a pesar de los enunciados continuos de las autoridades. Tampoco se dispone de más información para conocer el destino concreto de estas inversiones, así como sus encadenamientos con la economía nacional, pero es evidente que las mismas son insuficientes e inadecuadas. Los estudios que relacionan el bienestar de un país con las inversiones en ciencia y tecnología indican que dicha correlación es positiva y un factor que contribuye al crecimiento sostenible. Las autoridades cubanas ni se lo han planteado.
Si la iniciativa para la creación de Mipymes tuviera éxito, en poco tiempo se podrá presentar un escenario nuevo en la economía cubana, donde posiblemente aumentará el nivel de segmentación del sistema productivo, con empresas demasiado pequeñas y una elevada regulación sobre las mismas, y un sector de empresas estatales socialistas donde las dimensiones serán otra cosa distinta. La elevada mortalidad de las pequeñas empresas exige estar atentos para evitar que el proceso entre en crisis antes de consolidarse. Por ello, lejos de conformarse con los resultados recientes de aprobación de Mipymes, el régimen ya debería estar pensando en qué hacer para crear más empresas y, sobre todo, promover su crecimiento para generar productividad, empleo y un mejor nivel salarial. Y esto solo se puede conseguir con mayores inversiones empresariales privadas, que deben ser respetadas y protegidas, y que en este momento no entran a formar parte de las cuentas nacionales de la economía cubana por ser insignificantes.
El COVID-19 ha trastocado muchos planes en la economía cubana, teniendo en cuenta que a lo largo de 2021 no se ha conseguido el efecto rebote que los analistas observan en otros países de América Latina. Se acumulan los problemas derivados de un continuo descenso del PIB, que comenzó en el segundo semestre de 2019, el aumento de la inflación, el deterioro de las cuentas externas y la solvencia internacional, mientras que el déficit público se dispara a niveles inasumibles. En algún momento habrá que parar y tomar decisiones que pongan en orden los desequilibrios existentes.
Y la solución, aunque el régimen no lo quiera reconocer, no está en más empresa estatal socialista, sino en más empresa privada, pequeña, mediana o grande. Y es necesario que se orienten los esfuerzos presupuestarios para que las nuevas empresas cuenten con una fiscalidad que sea adecuada a sus posibilidades, al tiempo que se diseñan medidas regulatorias y programas financieros adecuados para evitar quebrantos.
Esto no existe actualmente, y el régimen probablemente ni lo haya pensado, estableciendo metas poco creíbles y calendarios de implantación imposibles de asumir. La conclusión es que economía cubana no podrá superar la crisis del COVID-19 sin ensanchar la base de la actividad económica privada. Los analistas están prestando atención a los procesos de autorización de Mipymes en Cuba pensando que se trata del retorno del sector privado a la Isla después de 53 años de prohibición, desde la llamada “ofensiva revolucionaria”. Ya se verá. De momento, nada lo indica.
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