―¡Es él! ¡Ha venido el Señor! ¡Está entre nosotros, Padre!
―¡Ave María purísima! ¿Qué dices, hijo mío?
―¡Que Dios ha bajado por fin, y está cerca, recorriendo el municipio!
―¿Tan seguro estás del milagro? ¿Lo has visto con tus propios ojos?
―Me lo ha dicho Sor Clemencia, acaba de llamarme desde su móvil, lleva más de dos horas recogiendo testimonios de quienes lo han visto. Todo el mundo dice que es el Salvador en persona.
―A ver, mijito, ¿con tanto horizonte por explorar va a elegir el hacedor esta ciudadela vulnerable donde el diablo dio las tres voces?
―Ha iniciado el juicio final con una evaluación de cómo anda la agricultura.
―Un versículo reza: «Hermanos, sed pacientes hasta la venida del Señor. Mirad cómo el labrador espera el fruto precioso de la tierra, siendo paciente en ello hasta que recibe la lluvia temprana y la tardía».
―No sé si se refirió al mismo texto, pero en su intercambio con trabajadores agrícolas insistió en la necesidad de rescatar el libro de campo, «útil recurso para aprovechar los conocimientos de la ciencia y la técnica, imprescindible en la planificación y rotación de cultivos».
―Habrá atemperado sus oraciones a los nuevos tiempos. En mi puñetera vida como misionero había oído sobre tal volumen… ¿Qué más ha dicho?
―Instó a los ganaderos a reforzar el ordeño, pues el país destina noventa millones de pesos en adquisición de leche en polvo. Aseguró que «el propósito de incrementar la producción se gana con el crecimiento de la masa y garantías de alimentación y agua. En ello las vaquerías, las unidades productoras de base, juegan un papel decisivo»… Nada comentó de la carne.
―Qué raro. Cuando Yahveh se dirigió a Moisés y Aarón les dijo: «Hablad a los hijos de Israel y decidles: he aquí los animales que comeréis de entre las bestias de la tierra. Todo animal de casco partido, pezuña hendida y que rumie lo comeréis, pero no los que solo rumian o tienen partida la pezuña». Se refería al conejo, la liebre, incluso al cerdo, que era inmundo en aquella época y vuelve a ser inmundo en esta. Pero nada dijo de prohibir comerse una vaca… durante décadas se han interpretado los versículos de diversas maneras.
―Remarcó que los módulos pecuarios deben crecer en masa, buscar rentabilidad en todo lo que se siembre con el propósito de lograr la sostenibilidad agrícola y la soberanía alimentaria.
―¡¿Soberanía alimentaria?!
―Exacto. Sor Clemencia lo subraya en mayúsculas.
―Que me perdone el Señor, pero eso huele a Teología de la Liberación, a cientos de labriegos empuñando la hoz en busca del martillo.
―No quería decirle nada, Padre, pero también convocó a la consolidación de cuadros proactivos, quienes a escala municipal promuevan iniciativas o proyectos encaminados a alcanzar una sólida estructura económica, social y política.
―¡Herejía! El centro de estudios teológicos tiene que haber cambiado el plan de estudios. ¿Dónde ha dicho eso?
―Inauguró hace un rato un polo productivo muy cerca de aquí. No me pregunte qué demonios es un polo productivo.
―Polo productivo es un plan para producir en cantidades astronómicas. Lo de «polo» es porque, como todas las cosas en esta Isla, comienza bien, pero luego se enfría.
―Ese plan va en serio bajo la luz del Salvador: ha dicho que «estamos próximos a tener las áreas e inventarios necesarios para estabilizar la entrega mensual de treinta libras per cápita que exige el programa de autoabastecimiento municipal, pero para ello, como reglas del juego, debe continuarse la siembra con intensidad y lograr altos rendimientos».
―Si no dice otra cosa… Corintios 9:6 conceptúa: «El que siembra escasamente, escasamente segará, y el que siembra abundantemente, abundantemente segará».
―Y no hay peor segador que el que no quiere segar. No lo hará porque el Señor plantea que deben revisarse los pagos, que son «sumamente altos y no rentables, porque la gente no trabaja las 192 horas mensuales que se pagan».
―Lo que anuncia el Señor en su venida no va a gustar ni un poquito.
―Hay más.
―¡¿Más?!
―Ha dicho que las viandas, sobre todo el plátano y la yuca, son sagradas, las que más pesan en el plato.
―¿Sagradas? ¿Lo demás no cuenta?
―La tiene cogida con las viandas, es lo que se aviene al que parece ser el lema del Salvador: Validez de la Mesa.
―¿Y vino solo?
―Anda con los apóstoles, no cabe duda. Entre automóviles, microbuses y guaguas el cortejo suma más de veinte vehículos. Semejante gasto de combustible solo puede hacerse desde el cielo… ¡Veo polvo en lontananza, se dirigen hacia acá!
―¡Repica las campanas! Asegúrale a los feligreses que es la venida del Salvador, aunque resulte evidente que llegó tostao.