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Las inversiones en Cuba

Vivir es consumir, tanto bienes (materiales y espirituales) como servicios; de ahí que sea preciso producir, distribuir e intercambiar. Para consumir más es preciso acumular (ahorrar e invertir); o sea, reducir el consumo en el presente para ampliar la producción y tener más que consumir en el futuro.

Puede la inversión ser lucrativa (productiva, o de servicios), o no lucrativa. Esta última incluye la de fines socioculturales, o las que realiza el Estado en la infraestructura necesaria para el desarrollo económico del país (almacenes y frigoríficos, vías de comunicación, redes eléctricas y de trasmisión de datos, etc.)

La inversión permite transformar y modernizar la estructura productiva de un país, fomentar exportaciones, sustituir importaciones y elevar el bienestar general de la población. Individuos, familias y países que no acumulen no pueden crecer, por muchos lineamientos, cambios de mentalidad, consignas y visitas de las instancias superiores que reciban.

Cuba ha sido siempre un país rico en recursos naturales y humanos. Sin llegar a ser una gran potencia, entre la década del ochenta del siglo XVIII y la misma década del siglo XX su economía estuvo entre las principales de la región caribeña y a la cabeza del mundo en algunas ramas, fundamentalmente la azucarera.

¿Cuál fue la tónica de las inversiones en la historia insular para lograr ese resultado que hoy se torna tan lejano? ¿Por qué ahora Cuba consume, ahorra e invierte cada vez menos? ¿Tiene actualmente posibilidades de efectuar un proceso inversionista más eficaz que permita retomar la ruta del crecimiento y desarrollo y elevar el consumo social e individual?

En este artículo me enfocaré en responder la primera de esas interrogantes. La próxima semana concluiré el análisis.

-I-

Tras despertar de la inicial quimera del oro, los españoles comprendieron que las verdaderas riquezas de Cuba eran su posición geográfica, excelentes bahías y fértiles suelos. De ahí que la factoría militar/comercial de La Habana creciera hasta convertirse en una de las grandes ciudades del Nuevo Mundo. Al beneficio que reportaba la estadía de las flotas, se añadiría la inyección de recursos monetarios que la Capitanía general de la Nueva España (México) fue obligada a enviar a la Isla para financiar la construcción del sistema de fortificaciones y mantener la guarnición de la plaza.

Inversiones (2)

La Habana creció hasta convertirse en una de las grandes ciudades del Nuevo Mundo.

Esos fondos —«los situados de México» empezaron a recibirse en 1540 y duraron hasta 1811. Ellos dotaron a la Isla de ingresos adicionales no generados de forma endógena. La Habana y Santiago de Cuba fueron las más beneficiadas en tal sentido. Aunque destinados a financiar gastos militares, gran parte de «los situados» era desviada hacia fortunas particulares de las autoridades cívico-militares.

Con el tiempo, este modo de actuación se entronizaría como práctica cotidiana de los grupos de poder insulares: acumular a expensas del desvío de financiamientos externos —originalmente destinados al desarrollo del país—, hacia la inversión lucrativa privada. Los «situados de México» iniciaron la conversión de ingresos destinados a la inversión inmobiliaria de carácter militar (fortificaciones, astilleros) en fuente de corrupción de las altas autoridades político-militares, sus familiares y acólitos.[1]

Desde fines del XVIII, con la ruina de la colonia francesa de Saint Domingue, los altos precios del dulce y el eficaz tráfico esclavista; se logró el auge de la producción azucarera y cafetalera en la región Habana/Matanzas y algunos enclaves del interior, que convirtieron a Cuba, durante dos siglos, en la Isla del Azúcar. Las puertas de la banca mundial se abrían ante los comerciantes y productores cubanos para la inversión productiva y a riesgo; de ahí que las nuevas tecnologías, como el ferrocarril y las máquinas de vapor, se aplicaran en Cuba primero que en España y Latinoamérica.

La rica colonia sería doblemente esquilmada por la Corona, obligada no solo a transferir gran parte de sus ingresos a la Península mediante aranceles e impuestos, sino a pagar el aparato burocrático y los cuerpos represivos creados para mantenerla sujeta; al tiempo que era abandonada a su suerte en cuanto a su fomento y prosperidad. Esa fue la causa que llevó a los sectores más radicales a lanzarse a la manigua redentora con la meta de obtener las ansiadas independencia, justicia y libertad para el pueblo de Cuba. 

Al establecerse la república (1902), atada a los EE.UU. por la Enmienda Platt y el Tratado de reciprocidad comercial, se inicia la entrada masiva de inversiones de aquel país, en fuerte competencia con las nacionales, británicas y españolas. Pero la crisis de 1920 arrasó con los demás competidores y permitió a los capitales yanquis apoderarse vertiginosamente de la agroindustria azucarera.

Inversiones (3)

Al establecerse la república (1902), se inicia la entrada masiva de inversiones de Estados Unidos.

Entre 1902 y 1925 su peso en el total invertido se elevó de 29% a 42%; mientras, el ingreso nacional creció a un vertiginoso promedio anual del 6,1%. En 1925, más de la mitad de las inversiones se dirigía a la producción azucarera y actividades vinculadas a ella, como el transporte ferroviario y los puertos. Sin embargo, cuando se detuvo la expansión del mercado azucarero norteamericano (1926), la economía cubana inició una fase de estancamiento y crisis que solo superaría con la Segunda Guerra Mundial.

Durante la postguerra se acentuó la crisis azucarera, ahora limitada a una cuota anual en el mercado del Norte, Fue entonces que los capitales yanquis comenzaron a abandonar el sector.

Ante ello, el Estado cubano adoptó la política keynesiana de «Gastos Compensatorios» (1952), una expansión de la inversión pública en pos de crear infraestructura moderna y propiciar a las inversiones extranjeras no azucareras; ampliar el mercado interno e impulsar un proceso autónomo de industrialización.

No obstante, este incremento del gasto público se ubicó en inversiones en la esfera de los servicios y solo una ínfima parte se dedicó a la agricultura no azucarera o a la industria. Como resultado, disminuyeron las reservas en divisas, la balanza de pagos tuvo saldos negativos, creció la deuda pública y se acentuaron las desproporciones de la economía.

En 1958, las inversiones norteamericanas en Cuba ascendían a 1,001 millones de USD, solo superadas en la región por Venezuela y Brasil. Sus empresas poseían el 42% de la producción azucarera, con solo 33 centrales, y el 47,2% de las tierras cultivables; 90% de los servicios eléctricos y telefónicos; 50% de los  ferrocarriles y 23% de la industria no azucarera.

El 72% de las exportaciones y el 71% de las importaciones se llevaban a cabo con los Estados Unidos. A pesar de las desproporciones económicas y desigualdades sociales, Cuba era considerado el tercer país más próspero de Latinoamérica, tras Argentina y Uruguay.

-II-

Las transformaciones de la Revolución y la confrontación con los EE.UU. hicieron  variar la orientación de las inversiones hacia los gastos sociales, la defensa y las regiones del interior. Las ansias de industrializar el país y superar la mono-producción provocaron el llamado ciclo anti-azucarero (1961-1963). En él fueron demolidas más de 200 mil hectáreas de cañaverales y la producción de azúcar se redujo, sin que se fomentaran otras producciones capaces de compensar el desplome.

Las zafras de esos años mostraron una tendencia decreciente: 1961: 6, 875,500 toneladas; 1962: 4,882,100; 1963: 3,882,500, la zafra más pequeña desde 1959 hasta el Período Especial, aunque triplica la del año 2020.

Estas dificultades, unidas al establecimiento del bloqueo estadounidense, la reorientación económica hacia el campo socialista, amenazas de invasión que obligaban a sustraer de la producción grandes cantidades de mano de obra y recursos materiales para la defensa, y la retirada del Banco Mundial; obligaron a decretar la congelación de los precios minoristas y el régimen de racionamiento del consumo, actual poseedor del Récord Guinness al más longevo del mundo (1962).

En 1963 el proceso inversionista se reorientó nuevamente hacia la mono-producción azucarera, tras el acuerdo con la URSS que comprometió cantidades crecientes de producción y venta hasta 1970. No obstante, entre 1966 y 1970 el ritmo de crecimiento del PIB bajó al 2,2% anual. Un factor que influyó en tal situación fue la eliminación violenta de la pequeña producción urbana durante la Ofensiva Revolucionaria de 1968. Cuba se convirtió en el país más estatizado del mundo.

Tras el fracaso de la Zafra de los Diez Millones y el ingreso de Cuba al Consejo de Ayuda Mutua Económica (CAME), las inversiones en el sector azucarero pasaron de un 20%, entre 1971 y 1975, a un 35%, entre 1976 y 1980. Al unísono, el resto del proceso inversionista se reorientaba hacia la creación de infraestructuras y grandes industrias basadas en la tecnología e importaciones del campo socialista.

A partir de 1980 dio inicio la generosa práctica soviética de pagar a Cuba, en MLC, todo el petróleo que la Isla pudiese ahorrar respecto a lo pactado. La URSS lo enviaba a terceros países y trasvasaba los beneficios a Cuba, donde eran registrados como «exportaciones de petróleo».

Estas reexportaciones tuvieron un peso decisivo en la balanza de pagos y llegaron a representar más de la tercera parte de los ingresos cubanos en MLC —en 1984 y 1985 casi llegaron a la mitad—, muy importantes en momentos en que se comerciaba activamente con varios países capitalistas y con las filiales de empresas estadounidenses en terceros.

En este entorno, Cuba aprueba su primera decisión de inversión extranjera (1982). Se definían como asociaciones económicas extranjeras para «inversiones complementarias», aquellas que no se podían ejecutar con los países socialistas. Sus primeros resultados fueron en 1987, tras la apertura de hoteles en Varadero con capital mexicano.

Inversiones (5)

Canal magistral Zaza-Ciego de Ávila. (Foto: Ortelio González Martínez)

Grandes inversiones ejecutadas por entonces han tenido una eficacia muy discutible. Una de ellas es la del complejo hidráulico de la Presa Zaza (1972) y su Canal Trasvase Zaza-Ciego. Edificada en una región donde fueron anegadas importantes fincas ganaderas y una fábrica de productos lácteos construida por la Nestlé, el objetivo principal de la presa era suministrar agua al espirituano Plan Arrocero Sur del Jíbaro (1965) y al agro avileño mediante un río artificial: el Canal Magistral.

Veinte años, hasta 1992, demoró la construcción y puesta a punto de la mitad del canal: 22 kilómetros. Treinta años después, ni una gota de agua ha mojado un palmo de tierra avileña, al no invertirse nunca en la construcción de los correspondientes sistemas de regadío.

En 1989 el mandatario Mijaíl Gorbachov visitó Cuba y anunció el fin de las subvenciones de tres décadas —unos 6,000 millones USD anuales.  El efecto combinado del retiro de ayuda soviética y demás relaciones con los antiguos países socialistas y la contrarreforma antimercantil —denominada Rectificación de errores y tendencias negativas—, iniciada en 1986, determinaron una caída abrupta de más de un tercio del PIB en solo cuatro años (1989-1993) y la declaración, en 1990, del Período Especial en tiempo de paz.

Adicionalmente, el proceso inversionista se vio limitado en el lustro 1986-1990 por el cierre de las negociaciones con el Club de París —no retomadas hasta  2015— que insistía para continuarlas en la aplicación en Cuba de un paquete neoliberal. Esos factores hicieron que prácticamente no hubiera crecimiento en el país desde un lustro antes del Período Especial: 0.4% anual entre 1986 y 1990.

El voluminoso fondo de acumulación del que pudo disponerse y ejecutarse durante veinte años apenas trajo beneficios sustentables para la economía cubana, con la honrosa excepción de la creación de la industria médico-farmacéutica. A partir de entonces el panorama inversionista sería mucho más difícil.

***

[1] Mario Valdés Navia: “Contrapunteo cívico-militar en Cuba colonial: de Diego Velázquez a José Martí” (inédito)

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