El documental Tarará, una muestra de la 8va. Semana del Cine Documental argentino, narra la historia de dos niños ucranianos, de los 26 000 acogidos por Cuba tras el funesto acontecimiento de Chernóbil.
Bajo la dirección de Ernesto Fontan, y producida por el Espacio de la Fraternidad Argentino-Cubana y Carbono Films, Tarará «cuenta la poco conocida historia que une los destinos del desastre nuclear de Chernóbil con la isla de Cuba», datos descritos en la página oficial de Facebook de la película.
Según Prensa Latina, la octava edición de la cita, organizada por la Asociación de directores y productores de cine documental, comenzó este martes 24 y se extenderá hasta el venidero lunes 30 de agosto, con nueve largometrajes en calidad de preestreno y diez cortometrajes.
«El audiovisual retrata la vida de Alexandr y Vladimir, dos niños ucranianos que sufrieron la radiación por la explosión de la central nuclear de Chernóbil, en abril de 1986, y viajaron miles de kilómetros para sanarse», puntualizó PL.
La ficha técnica de la cinta explica cómo se reconstruyó una conmovedora historia, mediante los protagonistas de este programa inédito, que cuenta con los testimonios de los dos niños sobrevivientes, actualmente adultos.
Tarará refleja la vida de dos de los 26 000 menores de edad que llegaron a La Habana a partir de 1990, con diversas patologías tras la explosión, sobre todo oncohematológicas, que poco a poco fueron recuperándose en aquel histórico campamento.
Igualmente, hablan de personalidades como la doctora Aleida Guevara, hija del guerrillero argentino-cubano Ernesto Che Guevara; del trovador Silvio Rodríguez, y del fallecido escritor Roberto Fernández Retamar, entre otros.
Cuando azotaba la crisis económica del periodo especial, el Comandante en Jefe Fidel Castro les abrió las puertas a esos niños ucranianos y a sus madres desesperadas, en muchas ocasiones, carentes de atención en su país de origen.
Vladimir Rudenko, quien aún conserva en la memoria aquel momento que lo marcó para siempre, cuenta en el documental «que no podía levantarse de la cama, sangraba, y el médico le dijo a su madre que no debía preocuparse porque, según él, el niño no iba a sobrevivir.
«Los médicos ucranianos nos dijeron que iban a morir», relata, por su parte, Lidia Savchenko, la madre de Alexandr.
Con una duración de poco más de una hora, Fontán recrea en su obra cómo desde una pequeña isla, los cubanos, en trabajo voluntario, acomodaron y alistaron lo que otrora era el campamento de pioneros José Martí para convertirlo en el hospital pediátrico Tarará, y el 29 de marzo de 1990, en un vuelo de Cubana de Aviación, llegaron los primeros niños.
«Allí en Tarará, se nuclearon los ideólogos que desarmaron lo que había sido Cuba, y empezaron a armar lo que iba a ser Cuba», explica Silvio Rodríguez.
«Para los padres era la única posibilidad de que sus hijos, con tumores, leucemia, viajaran a la Isla a salvarse. Unos llegaron con sus familiares, otros sin ellos, pero todos recibieron la atención médica día y noche mediante un programa integral de Salud gratuito de la mano de los galenos cubanos», explicó PL.