Basta realizar alguna búsqueda en torno a Federico García Lorca para hallar homenajes en su honor. A 85 años del crimen que le segó la vida a una de las voces más preclaras de la poesía universal –probado humanista, autor de Romancero Gitano y de La Casa de Bernarda Alba, ejecutor de un proyecto como La Barraca– su nombre es motivo de inspiración de artistas, escritores e instituciones.
Pongamos por ejemplo el concierto Lorca sonoro, ofrecido este martes por la cantante española Pasión Vega, en el parque Lorca de Alfacar, que honra también a las víctimas de la Guerra Civil, organizado por la Diputación de Granada en este municipio. Una ofrenda floral en el monolito dedicado al poeta y a todas las víctimas de la guerra, un acto con presencia de instituciones provinciales y el testimonio de familiares de víctimas del franquismo serían otras de las deferencias.
De la Colonia de Víznar –donde Lorca estuvo detenido, y vivió las últimas horas antes del fusilamiento–, y convocada por varias asociaciones memorialistas, parte la marcha El último paseo, en recordación de las víctimas del fascismo. Se reivindicará la declaración del sitio como un Lugar de Memoria, a la vez que se apoyará la búsqueda de fosas con los restos de Lorca y de los otros fusilados, un propósito que lidera Nieves Galindo, nieta del maestro Dióscoro Galindo, fusilado y enterrado junto al poeta.
En Cuba, isla que le fue entrañable, Federico es hoy doblemente recordado. Cuando se cumplen 60 años del Primer Congreso Nacional de Escritores y Artistas, que justamente se iniciaría un 18 de agosto para rendirle tributo en el 25 aniversario de su trágica muerte, no puede menos que volverse a uno de los momentos más sugestivos del cónclave, cuando Nicolás Guillén pronunciara un discurso en el que repasaría, entre otros puntos, los vínculos que lo unieron a Federico y también a Miguel Hernández y Antonio Machado «tres grandes poetas con que el pueblo de España pagó su amor a la República frente al fascismo».
En sus palabras expresaría Guillén: «La figura de García Lorca desborda su alta condición lírica para convertirse en un símbolo de lo que es la barbarie, la estupidez fascista. Se nos dirá que no era su poesía una poesía política, ni él mismo un político de militancia partidaria, como Alberti, pongamos por ejemplo. Pero ¿acaso no es hacer política ir hacia el pueblo como Lorca fue y meterse en su entraña y divulgar sus tradiciones y exaltar su espíritu? ¿No es político el Romance de la Guardia Civil, cuyos miembros sabe el poeta ya, y no lo calla, que tienen de plomo las calaveras? ¿No es hacer política tomar posición junto a la República, en un país de tan lejana tradición real? ¿No es política, alta política, hacer del verso agua que refleja a gitanos y toreros, o llevar a la escena a Mariana Pineda, condenada a morir en Granada, en su Granada, porque bordó una bandera liberal?».
Durante cinco días y desde hoy celebra la Uneac el 60 aniversario de este Congreso, en cuyo colofón nacería ella misma. Lorca es punto de mira de los escritores y artistas cubanos por lo que en la primera de estas jornadas de celebración se le dedica el recital Federico García Lorca: el corazón abierto, un espacio donde las canciones, los poemas y los títeres acompañarán al bardo en una acción profundamente antifascista, a cargo de Rubén Darío Salazar, Premio Nacional de Teatro, junto a invitados de Teatro Las Estaciones.
Cierto es que está vivo el dolor que nos dejó sin Federico. Cuba, sus artistas, sus escritores, al decir de Guillén en aquel memorable congreso «lo hemos llorado sin consuelo, pero no lo lloramos más. Renueva nuestro amor cada día una rosa de Cuba en su recuerdo y mantiene viva una lámpara fiel que ninguna tempestad puede apagar. Fino andaluz de sueño, gitano principal, junto a nosotros esta noche, García Lorca sonríe, seguro en su esperanza».