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El jornalero, ¿una fuerza clandestina?

La Ley define al Ministerio de la Agricultura como el organismo rector del TCP en las actividades agropecuarias y forestales. Foto: José Luis Camellón/ Escambray.

Se vuelve un pronóstico periodístico determinar cuándo ocurrió el despunte masivo de jornaleros en el escenario agropecuario espirituano; todo indica que brotó a la par de la entrega de tierra en usufructo, porque, en virtud de la diversidad productiva, obliga al dueño de la finca a auxiliarse de brazos desde una relación de trabajo y pago diario, donde lo más común ha sido emplear esa fuerza eventual sin que medie, en la mayoría de los casos, la preocupación por las reglas legales.

Siempre las sitierías habían demandado brazos, sobre todo en actividades de alto laboreo manual como el tabaco, la cebolla y el riego de agua, entre otras; pero el proceso de entrega de tierra a partir de la Resolución No. 259 en el 2008 abrió de par en par la demanda de trabajo en la mayoría de las producciones y el despegue que alcanzó la provincia obedece, también, al desempeño de los obreros agropecuarios, ya sean eventuales o permanentes, reconocidos entre los que más le dan la cara al surco.

Sería raro encontrar una zona agrícola de Sancti Spíritus que pueda prescindir de jornaleros, más pendientes del salario diario que del encargo productivo del área; alrededor de la cual hay una elevada demanda, incluso, se desata en varios asentamientos una especie de competencia mañanera, donde casi siempre el productor que más alto pago ofrece puede llevarse el mayor número de obreros; quedando otros, y hasta cooperativas completas en riesgo de desatender cultivos y cosechas por falta de brazos.

También se sabe que es usual que el jornalero ponga el precio, y el campesino no ha tenido otra opción que ceder. Como en todo hay excepciones, y no pocos productores tienen alistada una determinada cantidad de fuerza fija que recibe un tratamiento más cercano a la legalidad, que hasta se vuelve el brazo derecho de la finca; sin embargo, lo predominante, lo masivo, es el eventual que hoy trabaja aquí, mañana allá, asume una tarea diaria y cobra.

Escambray se acerca al mundo del trabajador agropecuario, una figura del Trabajo por Cuenta Propia (TCP) que asume en Sancti Spíritus las variopintas labores del campo desde un perfil anónimo, ajeno casi siempre a las reglas legales, sujeto a pagos que van cuesta arriba y encarecen costos; también esquivando contribuciones sociales que lo excluyen del derecho a la jubilación.

"Por ahí hay quien se cree que somos un trapo; sin embargo, los campesinos necesitan también de nosotros”, dice Delvys Álvarez. Foto: José Luis Camellón/ Escambray.

“Por ahí hay quien se cree que somos un trapo; sin embargo, los campesinos necesitan también de nosotros”, dice Delvys Álvarez. Foto: José Luis Camellón/ Escambray.

Obreros del día a día

“Lo que más he hecho en mi vida ha sido trabajar con los campesinos; no voy a mentir, no me he ocupado de hacer papeles, ni sé cómo hacer los trámites; no es que esquive el impuesto, es que lo mío ha sido el campo, estoy metí’o en la finca hasta los domingos; reconozco que sí hay que legalizarse porque es para el bien de uno y mi futuro”, revela Delvis Álvarez Méndez, un obrero de la zona del Entronque de Guasimal, cerca de Sancti Spíritus.

“Se dice por ahí que si el jornalero cobra caro, te aseguro que trabajo mucho; mira, este productor —Liesliet Pérez Rodríguez— me paga 100 pesos la mañana y si estoy por la tarde, 50 más, creo que compensa mi esfuerzo, más otras atenciones que me brinda. Por ahí hay quien se cree que somos un trapo; sin embargo, los campesinos necesitan también de nosotros”, dice Álvarez Méndez.

Belkis Durán Pileta, una obrera eventual que acude a estas labores por ganar el dinero, está ajena también a la formalidad del proceso. “Nunca me he inscrito en nada, sé que no voy a tener jubilación, pero si no lo hice de joven, después de vieja para qué inscribirme”.

Con los pies en la tierra, Liesliet Pérez Rodríguez, quien para más aval es el presidente de la Cooperativa de Créditos y Servicios (CCS) Paquito Rosales, enclavada en el Entronque de Guasimal, esgrime su criterio: “Con la diversificación productiva de hoy y los medios de producción rústicos, en esta zona es imposible que un productor solo pueda dar abasto en la finca, hay que acudir al jornalero; si yo tuviera un tractor con una chapeadora no tendría que buscar obreros, para eso lo haría yo.

“A ellos ese dinero no les alcanza para vivir, pero yo también me veo apretado para tener determinada cantidad; puedo en una semana ganarme 6 000 pesos, y solo en el pago de los obreros se me van más de 4 000. Aquí hay de todo, cuando el campesino decide hacer una siembra necesita obreros, si están pagando en la zona 200 pesos, tiene que ir donde están y decir: ‘Vamos conmigo, que les voy a pagar 250’, de lo contrario no siembras. Otras veces es al revés y te dicen: ‘Si no me pagas tanto no voy, porque fulano me está dando tal cantidad’; es un proceso que anda solo, sobre el cual no hay control ninguno”, subraya Pérez Rodríguez.

Banao: plaza codiciada

También se vuelve un pronóstico periodístico intentar definir los escenarios más emblemáticos en materia de demanda de obreros agrícolas; una lista donde no pueden faltar Cabaiguán, Sancti Spíritus, Taguasco y Yaguajay, por citar algunos territorios; mucho menos locaciones específicas como el granero Itabo-Jarahueca, Santa Lucía o Banao, esta última, una de las plazas más codiciadas en Cuba si de encontrar trabajo y ganar dinero se trata.

Aunque la zona ha evolucionado hacia la diversificación productiva, alrededor de la cebolla se desencadena uno de los picos de trabajo más singulares de toda la provincia, donde pueden converger en una mañana hasta 2 000 obreros eventuales y aun así falta gente, según refiere Raúl Ramírez, productor de la CCS Josué País.

Banao tiene, además, la particularidad de que arriban al lugar en época de cultivo de cebolla hasta fuerzas de la región oriental del país. “Aquí viene gente de Guantánamo, aprovechan la cosecha de cebolla, y después se van”, añade el campesino.

“El marco regulador de ese obrero eventual, no del fijo, no puede ser el guajiro”, afirma Mario Fiallo, productor y también presidente de la cooperativa Josué País. “Al campesino que va a sacar mañana 300 quintales de cebolla lo que le hace falta son los 30 obreros; los coge, les paga cuando terminan y después no los ve más. Como productor no puedo dedicar tiempo a caerle atrás a ese jornalero para que haga sus papeles legales; sí creo que alguna estructura debe acercarse más a esa masa laboral, persuadirlos de que inscribirse oficialmente es a favor de ellos y su futuro; si los multan se espantan y al final pierde el campo”, asevera.

En Cabaiguán suena la contadora

Dicen que en Los Pinos se puede prescindir del despertador; allí una especie de subasta genera tal bullicio que hasta los gallos casi dejan de cantar, como si también quisieran oír las ofertas. “Necesito 10 hombres a 200 pesos la mañana”; “Oye, bájate y vamos para aquella carreta que están ofreciendo más”; “Vamos a probar hoy, si no mañana nos vamos con fulano que paga mejor”.

“Este fenómeno de los jornales está a la desbandada, si sigue así los productores se verán obligados a vender por fuera una parte de la producción para sacar los gastos por este concepto; o disminuir el área de siembra, como dicen algunos ya”, alerta Lázaro Hernández Armas, contador de la CCS Alfredo López Brito.

“A lo mejor alguien piensa que si los campesinos se ponen de acuerdo y fijan un precio, por ejemplo, a 150 pesos la mañana, ese jornal puede atajarse un poco; pero siempre hay quien tiene más solvencia o una cosecha pico de valor y paga más alto; ahí se rompe el equilibrio, y para ese obrero que vive de eso lo que importa es ir a donde más va a ganar, entonces al productor de menos ingresos se lo come el león”, señala Marcos Bernal Rodríguez, presidente de la propia CCS.

Para un campesino diversificado —ganadería, cultivos varios, caña y frutales— como Gustavo Perdomo Ríos, de la CCS Alfredo López Brito, el asunto de los jornales se le vuelve un conflicto, como el que vivió días atrás cuando los que trabajaban en el saque de malanga se llevaban en sus jabas una cantidad muy superior a la que él generosamente les autorizó; “como si darles gratis desayuno, merienda, almuerzo, pagarles 200 pesos, buscarlos y llevarlos en la carreta fuera poco.

“A mí no me gusta este sistema de jornalero y salario, eso tiene un costo muy grande para mí, queda menos utilidad; lo otro es que ese obrero apenas resuelve su vida con este problema de alterarse los precios en todas las cosas; cuando se dispara el arroz a 40 pesos la libra, entonces ellos te piden más salario para costear su vida. Mira, si me ajusto a lo que podemos hacer mi hijo y yo, esta finca quedaría, si acaso, para el autoconsumo de nosotros; por eso hay que morir con el jornalero”, agrega el campesino.

Con 37 años de edad, Nordis Reyes Castillo es obrero fijo en la finca del productor Perdomo Ríos, pero sin inscribirse aún como trabajador por cuenta propia. “Trabajé un tiempo con el Estado y ahora me giré para la agricultura, me falta ese paso, te puedo asegurar que tengo interés en legalizarme, me interesa el día de mañana un retiro y es bueno estar legal; ahora, si me facilitaran esos trámites aquí en la zona eso me ayudaría mucho”, refiere.

Julio César Rodríguez, integrante de la cooperativa Alfredo López, productor de tabaco y cultivos varios, profundiza en esta realidad: “Esta fuerza se encarece mucho en Cabaiguán porque es escasa y hay muchas producciones; son personas que tienen en este oficio su centro de trabajo, ni pensar en producir tabaco tapado sin utilizar a los eventuales; lo que pasa que no puedes mirar solo los 200 pesos del jornal, a mí me sale el costo de cada obrero a 314 pesos diariamente; no sé hasta dónde los productores resistiremos eso, porque ahora mismo la ficha de costo del tabaco sol en palo nos da pérdidas”.

Ernesto Conde San Martín, también obrero asalariado desde la función de jefe de una brigada de eventuales, reconoce que eso fue un proceso espontáneo por localidades. “Hay brigadas para saque de chopo, siembra de cebolla, de ajo, para labores en tabaco…; entonces el campesino te contacta y garantizas 15 o 20 días de trabajo; luego aparece otra demanda, y así. No estoy inscrito, soy eventual, porque si me pongo legal y pago contribuciones el año entero, después en temporada muerta, cuando no ingreso nada, ¿qué hago?; claro, asegurar una jubilación sería una cosa lógica”, expresa.

Muchos de esos que trabajan en los campos fueron anteriormente trabajadores asalariados del Estado, y ahora lo que deben es seguir completando su vida laboral hasta que les llegue la edad de retiro. Foto: José Luis Camellón/ Escambray.

Muchos de esos que trabajan en los campos fueron anteriormente trabajadores asalariados del Estado, y ahora lo que deben es seguir completando su vida laboral hasta que les llegue la edad de retiro. Foto: José Luis Camellón/ Escambray.

Pausa en los trámites

Como mismo está diversificada la Agricultura espirituana, así están los criterios, y desde cualquier portillo que se mire el asunto se advierte la pausa en los trámites legales. Así lo precisa Gustavo Alcantara Benítez, subdirector de Atención y Control al Trabajo por Cuenta Propia en la Dirección Provincial de Trabajo.

“Está obligado por la ley a inscribirse como trabajador agropecuario todo el que trabaja con un usufructuario, tanto de forma permanente o eventual; en toda la provincia apenas están inscritos 412 hasta inicios de julio; en cambio, se sabe que el potencial es muy alto si miramos que en el territorio los usufructuarios sobrepasan la cifra de los 10 000 y una gran parte utiliza esta fuerza, de manera que mayoritariamente se está ejerciendo la actividad de forma ilegal”, detalla Alcantara Benítez.

Sin demeritar la importancia de la contribución tributaria, tal vez el punto más sensible alrededor de este comportamiento laboral, apunta al derecho a la jubilación, una humana arista donde pone el énfasis Adriano Abreu Jiménez, director de la Filial Provincial del Instituto Nacional de Seguridad Social.

“Muchos de esos que trabajan en los campos fueron anteriormente trabajadores asalariados del Estado, y ahora lo que deben es seguir completando su vida laboral hasta que les llegue la edad de retiro. Se debe entender que la Seguridad Social no es solo la jubilación, es también el beneficio de los servicios médicos, educacionales y otros, y la mayoría de estos obreros eventuales no están contribuyendo a su retiro, algunos hasta alegan que no quieren pensión; sin embargo, disfrutan a diario de esas facilidades.

“Esta figura laboral es libre y si no se afilia a este Régimen Especial, en la práctica no existe, y la implicación futura es que se queda desprotegida para un pago de jubilación; no se justifica que esos obreros vivan al margen de estas normas”, expone Abreu Jiménez.

Aunque hay un grupo acogido a la legalidad, la mayoría camina por otras guardarrayas; mas, lo cierto es que el mundo del jornalero apenas se mira de forma individual, si salen a relucir es porque son muy útiles, imprescindibles.

Se trata de sacar del anonimato esa fuerza que labra la tierra y para la cual existe una nomenclatura laboral, ya que tiene elevada incidencia en los costos, en las atenciones culturales, los rendimientos, la crianza y las producciones. Alrededor de esos obreros gira uno de los grandes desvelos de los productores, quienes en no pocos casos han tenido que vender producciones a mayores precios para no ahogarse en ese mar de gastos.

Se trata de una masa laboral que si se aparta del surco se deprime la Agricultura en Sancti Spíritus; hablamos de un conglomerado humano que bien merece atención y traerlo al sendero de la legalidad para bien propio y el de la familia.

Belkis Durán Pileta ha preferido trabajar sin prestar atención a los trámites legales. Foto: José Luis Camellón/ Escambray.

Belkis Durán Pileta ha preferido trabajar sin prestar atención a los trámites legales. Foto: José Luis Camellón/ Escambray.

(Tomado de Escambray)

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