A menudo sucede que somos partícipes de tiempos gloriosos y la intensa dinámica de los conflictos que afrontamos nos impide estar plenamente conscientes de ello. Quizás al ojear hechos históricos que nos honran, cualquiera de nosotros lamenta no haber participado en semejantes momentos. Sin embargo, hay que tener la certeza de que generaciones de cubanos del ayer pasaron por acontecimientos similares a los del presente, donde la decisión personal de cada cual influye en el devenir de la Patria.
Recordemos la magnitud del empeño martiano en su convocatoria de unidad para la preparación de la guerra necesaria al enfrentar las posiciones de los autonomistas, los que pretendían continuar bajo la égida de España con relativas concesiones económicas y políticas. Valga también la necesidad de traer a la actualidad la intransigencia del Generalísimo Máximo Gómez en cuanto a la aplicación de la Tea Incendiaria, disposición del alto mando mambí de quemar todos aquellos cultivos que les fueran útiles al sustento económico de la dominación colonial.
Ni José Martí ni Gómez querían conducir al pueblo a una guerra inútil promovida por el odio en contra de los españoles ni tampoco entre cubanos, pero sabían que la lucha armada era el camino para alcanzar la verdadera independencia. Cuánto esfuerzo tuvieron que desplegar los líderes de esas gestas libertarias, en su entrega por convencer a aquellos que nada querían arriesgar -no solo las vidas sino también sus riquezas-, de que no había otra forma de cambiar definitivamente el destino de la Patria.
Y esa fue la respuesta de la gran masa popular que sustenta una Revolución, porque en este país siempre se ha tenido claro quién es el enemigo y cuáles son sus objetivos. Entonces, para debatir cualquier circunstancia en el enfrentamiento a los difíciles momentos en que nos encontramos, tenemos que volver sobre la perspectiva martiana de la unidad.
Después de leerse el memorándum secreto escrito el 6 de abril de 1960 por Lester D. Mallory, Vice-secretario de Estado para Asuntos Hispanoamericanos, donde detalla la necesidad de bloquear a Cuba para provocar desde una fecha tan lejana «hambre y desesperación» en el pueblo cubano, todas nuestras inquietudes deben estar dirigidas a responder coherentemente esta descarnada agresividad imperialista que se ha recrudecido. En la medida en que desde la diversidad que nos distingue, consolidemos la unidad, le será al enemigo mucho más difícil alcanzar sus escabrosos fines. Qué nadie lo dude, estamos convocados a honrar la historia patria desde la inmensidad de estos tiempos.
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