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La semana de los desconectados

Hace apenas unos años, en Cuba cada cual se informaba por tres vías precarias: los medios de comunicación tradicionales en poder del Estado, accesos ilegales a través de señales de antena parabólica o cuentas de Internet hackeadas (con la socialización posterior entre amigos o clientes), y haciendo uso de cuentas de Internet legales que pertenecían a sectores privilegiados y «estratégicos».

Yo fui de las privilegiadas, igual que todos los estudiantes universitarios de mi generación. En el momento justo en que ingresamos a la universidad, se nos entregó una cuenta personal con acceso gratuito a los servicios de correo electrónico y navegación. Confieso que no todos le dimos un uso adecuado, o entendimos qué se nos estaba poniendo en bandeja de plata.

I

Me sentía revolucionaria, aunque fue algo que nunca cuestioné en lo personal. Tampoco reconvine a mis compañeros por no decir que lo fueran, o por decir lo contrario. Tuve la oportunidad de coincidir en la Universidad de La Habana con jóvenes que estuvieron a la altura de las circunstancias. Dos nombres vienen a mi mente: Randy Perdomo García y Leonardo Fernández Otaño.

Randy estudiaba Filosofía y Leo Historia. Durante la carrera se convirtieron en rostros mediáticos. El primero conversó íntimamente con Fidel en representación de los estudiantes de su Federación Estudiantil. El segundo ofreció al Papa Francisco, durante su visita a La Habana, el mensaje de los jóvenes cubanos. «Se puede crecer, estudiar, trabajar, caminar, soñar y ser feliz en esta compleja realidad que nos tocó vivir»,[1] fueron sus palabras.

Los dos acontecimientos los corroboré usando mi cuenta gratis de navegación en el laboratorio de computación de mi facultad.

Randy escribió un texto conmovedor en el que relató su encuentro, que fue publicado en Granma. Por su parte, Leo quedó estupefacto al comprobar que se había vuelto un tipo gugleable, no sé si lo recordará. Además de gugleables, los dos fueron, y son, tipos incómodos. Siempre con la crítica al filo de los labios, las soluciones, la sapiencia y la sensibilidad.

Semana (1)

Randy Perdomo en su encuentro con Fidel Castro (Foto: Granma)

Randy fue presidente de la FEU de la Facultad de Filosofía Sociología e Historia, luego sería presidente de la FEU de la Universidad. Puedo asegurar que su tiempo frente a la organización no fue muerto. La vitalidad y el dinamismo que le proporcionó fueron rayos de luz entre tanta apatía política.

Leo fue un traslado de otra universidad. Desde que puso sus pies con sandalias en nuestro edificio lo noté. Siempre fue competitivo, tenía cualidades para ello. Comencé a coincidir con él en las actividades culturales y de investigación organizadas por la facultad, y luego en las salas de los teatros de la capital. Hasta que esas coincidencias las convertimos en costumbres. Incluso, me siguió en el proyecto de una revista de perfil cultural que al final tuvo solo dos números.

No los veo a ambos desde poco antes del comienzo de la pandemia. Sé de ellos por las redes, como todo el mundo. Ahora me comunico e informo a través de mi celular, enchufado a una señal de datos móviles que proporciona ETECSA desde finales de 2018, con un costo que aún mi salario de profesora universitaria puede permitirse. Desde la plataforma de Facebook los veo realizarse. Randy como delegado, muy querido en su matancero Consejo Popular de Pastorita, y a Leo en la continuación de sus estudios en la madre patria.

II

Dicen que la primera impresión es la que cuenta. Los sucesos del 11-J y días posteriores me llegaron, como a la gran mayoría, por la televisión nacional. Un presidente llamando «vándalos», «marginales» y «revolucionarios confundidos» a un «grupúsculo» de cubanos, que salió a unas calles «que no les pertenecían»; a reclamar cosas que el gobierno estaba dispuesto a consensuar y resolver por vías pacíficas.

Dijo que un enemigo imperialista le pagaba a este «grupúsculo» y que se amenazaba con una intervención militar. Y anunció que un «pueblo enardecido» salió, «pacífica y espontáneamente», junto a la dirección del gobierno a demostrar el respaldo a las conquistas de la Revolución cubana y la necesidad de recuperar la tranquilidad ciudadana. Eso fue en pocas palabras lo que expresó el presidente.

En los videos presentados por la televisión, se apreció a personas vitoreando a los líderes históricos —Fidel y Raúl— y proclamando su desacuerdo ante las manifestaciones en San Antonio de los Baños y otros lugares. El respaldo revolucionario (espontáneo o no), de una cantidad no despreciable de personas era palpable. Se explicó en televisión, además y una vez más, el peligro de una intervención desde el exterior en cualquiera de sus variantes. Fue necesario, había muchos juicios nublados por la efervescencia.

Ese mismo día complementé algo de lo dicho por el presidente, cuando un vecino alertó que nadie saliera de sus casas pues la esquina de Toyo estaba caliente, se lanzaban piedras y fueron volteadas patrullas. Pensé que se acababa el mundo. Llamé a mi familia para decirles que me acababa de enterar de los sucesos y que permanecía en casa.

De oficio fui a las redes en busca de mayor información sobre lo acaecido en la esquina caliente. Advertí en ese momento que no había señal de Internet. Así permaneció para mí —y la inmensa mayoría de usuarios— hasta que al cuarto día logré conectarme usando un VPN. Entonces pude comprobar que hubo más que «vándalos» y «marginales», «revolucionarios confundidos», «enardecidos revolucionarios» o dirigentes políticos en las calles; más que piedras y patrullas volteadas.

Hubo, además, policías reprimiendo, fuerzas de la Seguridad del Estado, incluso fuerzas desconocidas para mí, que empujaron a la tonga, en camiones de basura, a jóvenes que no habían tirado piedras ni volteado patrullas. Hubo jóvenes apresados por pedir ser escuchados, que clamaron por ese «consenso posible» que había sido expresado por el presidente en televisión. Eso fue, en pocas palabras, lo que vi. Y entonces, comprendí que todas las impresiones cuentan.

Entre aquellos jóvenes había estudiantes universitarios, intelectuales, obreros y profesionales respetados. Rostros mediáticos casi todos. Descubrí una silueta en cruz y unas sandalias conocidas, era Leo. A pesar de la tristeza que me provocó, aquella fotografía era hermosa y evocadora. Estaba de rodillas pidiendo diálogo, su profunda fe católica no le permite odio; su profundo amor a Cuba no le permite ofensas. Los revolucionarios que le repudiaban no debieron tener ninguna fe, ni ningún amor. Eso fue, en una imagen, lo que vi.

III

En el momento que escribo mis impresiones, se cumple una semana de aquel 11-J que parece tan lejano. Aún persiste la conexión irregular a Internet, que va y viene (oronda) a ratos. Y sigo contrastando realidades y discursos distintos. Los ofrecidos por los medios oficiales y los que veo en las redes sociales.

Continúan las expresiones revolucionarias. El pasado sábado fue convocado por la dirección del país, en distintos lares de la isla, lo que se ha dado en llamar actos de «reafirmación revolucionaria», como gesto de resistencia ideológica ante las posturas «vandálicas» del 11-J, por la condena al bloqueo y la denuncia de las verdaderas y viejas intenciones monrroístas de tomar la fruta madura.

Y del otro lado, proliferan en las redes imágenes y narraciones variopintas (incluidas posturas revolucionarias), mímesis del ajiaco (hirviente) que es ahora mismo la nación. Discursos en los que la diáspora se anota igualmente unos puntos.

En sus países de residencia, muchos cubanos salieron —es su derecho— a las calles en favor de los manifestantes isleños. Como resultado de lo que ellos llaman «perder las vendas» y «ganar las libertades», mostraron sus opiniones, en muchos casos constructivas, dialogantes y conciliadoras; otras románticas, ofensivas, genocidas, imparciales, subjetivas, provocadoras, difamadoras, y oportunistas. Algunos han preferido no pronunciarse por las razones que fueren, entre ellas el miedo. También hubo actos en apoyo a la Revolución, no menos contundentes.

En las redes se apreció esta semana la solidaridad de un grupo de cubanos (incluidas instituciones y organizaciones), de dentro y fuera de la Isla. Ellos aunaron voluntades y recursos —aseo, material médico, juguetes, alimentos— para Matanzas y otras provincias muy afectadas por la situación sanitaria.

Además, se compartieron mensajes de apoyo a los manifestantes, respaldo al diálogo, a la Revolución, reclamo por los desaparecidos y detenidos, y otras demandas. Muchas voces mediáticas se alzaron, entre ellas artistas, intelectuales, instituciones y mandatarios.

IV

Solapados han quedado importantes temas, he aquí algunos. La pandemia arrecia, los casos positivos a la Covid-19 siguen creciendo. La opinión de los que susurran, aquellos que no ofrecen criterios ni en redes ni fuera de estas. La necesaria crítica de los profesionales de las Ciencias Sociales. Algunos no se pronuncian, otros lo hacen tímidamente, imparcialmente, oficialmente, o desde la crítica. Estos últimos son los menos, pero auguro que poco a poco irán apareciendo constructivas reflexiones, el acontecimiento es joven aún.

Otros temas postergados son las motivaciones de los manifestantes, su falta de programas, que evidencia la diversidad de sus demandas, criterios y métodos. La vía y tiempo para el diálogo que no se ha establecido por ningún canal. Las declaraciones de las entidades competentes sobre los manifestantes desaparecidos y golpeados que protestaron pacíficamente (exigidas formalmente por una representación de la FEU y otras instituciones, además por los familiares y amigos de los implicados).

Y por último, y no menos importante, las explicaciones de ETECSA sobre el apagón de Internet. A la fecha, solo se ha pronunciado para prorrogar una semana el vencimiento de los bonos y paquetes y compensar con 1 Gb gratis la inopia tecnológica.   

Semana (2)

Semana (2)

El tema de la pandemia quedó varado en segundo plano (como si se tratara de un lujo). Todas las fuerzas hicieron sus cálculos, y para unos u otros pesó más la motivación/es a la manifestación o la respuesta rápida revolucionaria (legítimas motivaciones). En ningún caso se priorizó el cuidado de la salud —revolucionarios y manifestantes aducen que fue por un bien mayor— de los más de diez millones de cubanos que, como yo, se quedaron en casa. En tanto, de los dos lados se dijo defender «mis libertades y derechos».

Por argumentos como el citado, a esos diez millones de personas nos llaman, indistintamente, «cobardes», «chivatones» o «gusanos», dependiendo de quién lo mire. Esto da la medida de que el estallido fue social, pero no hubo unidad, ni apoyo social masivo —al menos no declarado—, entre otras razones por la desinformación mencionada.

El estallido tocó algunas fibras sensibles, o estratégicas, y el Gobierno adoptó de inmediato un paquete de medidas para flexibilizar la entrada de artículos de primera necesidad por personas naturales. El discurso del presidente fue suavizándose. La «calle solo de los revolucionarios» fue tornándose en una «Cuba de todos».

En el programa Hacemos Cuba, se ofrecieron explicaciones sobre las sanciones a los manifestantes, tal como estipula el Código Penal. Se comenzó a liberar algunos de ellos, incluso sin imputarle causas. Otros continúan detenidos. Tales medidas han sido duramente criticadas en las redes, por demoradas y contradictorias.

Entre la dirigencia se ha manifestado falta de coherencia en los discursos. Incluso, algunos han vuelto a posturas que se creían superadas a esos niveles, como el repudio a los disidentes. Por ejemplo, el Héroe de la República de Cuba, Gerardo Hernández Nordelo, coreó en el acto del sábado en la Piragua, una consigna de los ochenta: «pin pon fuera, abajo la gusanera».

Un éxito rotundo ha sido el de la sociedad civil red cubana, al demostrar que los únicos valores compartidos son los de su propia comunidad virtual y real, mucho más transparente y diversa. Bajo los principios de la libertad y la democracia, la sociedad civil red cubana goza de buena salud. Tal vez este era el empujón que necesitaba la sociedad de la información para rebasar las palabrejas técnicas: «informatización» e «infraestructura».

Para quien piense que intento invisibilizar o deslegitimar el trabajo del Gobierno/Estado/Partido/dirigentes, tengo la respuesta. La moraleja mayor de estos hechos es para ellos. Su trabajo —que no es poco, ni fácil— está siendo custodiado por el pueblo, que ha encontrado en las redes sociales y virtuales, canales expeditos para expresar y tramitar sus demandas. Somos un pueblo culto y sofisticado, que ha aprendido algo más que cacharrear nuevas tecnologías.

Las condiciones tecnológicas están creadas para el diálogo. La gran mayoría de la sociedad civil red cubana reclama diálogo popular y abierto, se opone a la anexión como vía y a la violencia como táctica, y condena el bloqueo. Eso sí, la sociedad civil red cubana es diversa y tiene demandas específicas que no deben descuidarse. La suerte está echada.

V

Mientras el potro salvaje, intoxicante y enajenante,[2] retorna, propongo reflexionar sobre algo urgente. Si partimos de que en Cuba no todos se sienten revolucionarios, o incluidos en el proyecto socialista, o amparados por sus leyes, o satisfechos y plenos —que no es igual—; y al mismo tiempo se afirma que todo es de los revolucionarios: díganse las calles, los privilegios, la palabra, los medios de comunicación tradicionales, la verdad, la paz, la crítica, la cultura, el cuestionamiento, el liderazgo, la tribuna, el permisivo aglutinamiento, las condiciones para el debate y ahora también (y de nuevo) las horas de Internet.

http://anterior.cubaminrex.cu/Sociedad_Informacion/2007/DiscursoRamiro.htm

¿Qué quedará entonces para los no revolucionarios, para los excluidos, para los no amparados, para los no satisfechos y plenos, sino callar, morir (en sus diferentes maneras) o irse lejos?

Cuando un científico social, al reflexionar sobre la realidad cubana, vuelva a cuestionarse el éxodo y la fuga de cerebros, plantéelo también en la línea de la incautación a las ideas por parte de un grupo de poder que se ha apropiado de todos los símbolos de una nación.

Olvidé mencionar, mi amigo Randy pasó su semana de desconexión trabajando laboriosamente por su comunidad, ayudando a sus convecinos que tanto lo necesitan. No ha compartido ninguna imagen ni palabra de odio en sus redes sobre los sucesos del 11-J. A Randy y Leo, cuyos egos no necesitan alimento, sino reconocimiento público y cívico, dedico mis palabras.

En esta semana de aparente desconexión ha pasado mucho más de lo que cuento aquí. Como ciudadana de esta tierra hermosa, anhelo que muchos entendidos aporten al debate para que los trascendentales hechos sean narrados en la Historia de Cuba con la necesaria objetividad.

***

* El título alude al texto «La hora de los desconectados. Evaluación del diseño de la política de “acceso social” a internet en Cuba en un contexto de cambios», de Milena Recio. http://biblioteca.clacso.edu.ar/clacso/becas/20131219083409/Recio_trabajo_final.pdf

***

[1] «El joven que habló con el Papa». El Toque.

[2] Así se refirió a Internet el presidente de la República, Miguel Díaz-Canel, en comparecencia en la Mesa Redonda el 14 de julio pasado.  Además, dijo, parafraseo, «estas redes crean pánico, desvirtúan, es terrorismo mediático». Manifestó estar a favor de la informatización de la sociedad y haber contribuido a ello, pero «Internet confunde a los jóvenes y pobladores menos entendidos», resuelve que esta contradicción puede solventarse con «valores compartidos».

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