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Acerca de derechos, intervenciones y corredores

No importa de qué país sea usted, ni cuál sea la tendencia de su gobierno, derecha, centro, izquierda, liberal, neoliberal, de bienestar, autodenominado comunista: Usted tiene derecho a no gustar de él, a discrepar, a oponérsele. En fin: Nadie puede obligarlo a concordar con su gobierno. Es una buena noticia, ¿verdad? Pero usted ya lo sabía.

I

El problema es que hay una mala noticia: El gobierno tiene derecho a no estar de acuerdo con su desacuerdo; esto es, no está obligado a tomar como bueno cuanto usted haga para demostrarle su oposición.

Se trata de dos derechos encontrados. ¿Se había dado cuenta? Supongo que sí.

Normalmente, en países civilizados, esa contradicción coexiste pacíficamente sobre la base de determinadas normas. Pero suelen darse dos situaciones (en realidad, no abundan los países verdaderamente civilizados):

  1. a) Usted se extralimita en la forma de ejercer su derecho.
  2. b) El gobierno se extralimita en la forma de ejercer el suyo.

Al respecto, otra mala noticia, aunque imagino que también la conoce: El Estado (que no es invento comunista ni capitalista, pues existe desde hace varios miles de años), disfruta de un privilegio que ningún ciudadano en ningún país del mundo puede disputarle: el monopolio de la fuerza. No hay Estado que renuncie a él, so pena de convertirse en fallido.

¿Imagina un Estado en el cual cualquier grupo de personas pueda ejercer el derecho de la fuerza a su albedrío? Esa es la sencilla razón de tal privilegio.

(Estado no es lo mismo que gobierno, lo sé, pero a los efectos de lo que nos interesa ahora podemos prescindir de matices).

Para ejercer ese derecho, el Estado dispone de órganos de represión: fuerzas armadas y policía, fundamentalmente. Por suerte, gracias al desarrollo de la humanidad, existen normas para la aplicación de la represión en casi todos los países del mundo, y son escasos los gobiernos con las manos enteramente libres para aplicarla.

En resumen: Usted tiene derecho a oponerse a su gobierno, pero está obligado a saber que su gobierno tiene derecho a defenderse de cualquier acción suya que lo desestabilice o tienda a derrocarlo.

Lo más frecuente es que, siempre que se mantenga dentro de los límites de la legalidad establecida, su gobierno no le haga mucho caso cuando usted ejerce su derecho a estar en contra de él.

Pero puede ocurrir que a usted eso de los límites lo tenga sin cuidado, y ejerza su derecho a traspasarlos. La parte mala de ejercer ese derecho es que, como el Estado tiene el suyo, usted se expone a conocer de cerca el alcance del término «monopolio de la fuerza». Digamos que si le lanza piedras a un policía es poco probable que de él reciba flores.

Pero no se amilane por eso. Acepte el precio de ejercer su derecho: pedrada para el policía, palazo/balazo para usted. A fin de cuentas, «Sarna con gusto no pica».

II

Voy a buscarme la malquerencia de muchos con esto que voy a decirle, pero es la verdad: Usted, que no quiere saber nada de su gobierno, por la razón que sea, tiene todo el derecho del mundo a solicitar, por esa razón, una intervención militar para provocar su caída.

Seguramente ya lo había pensado.

Lo que tal vez no haya pensado es que una intervención militar es una inversión, una operación económica. Por tanto, para lograrla usted tiene que convencer al gobierno al cual pida la intervención de que le ofrece un negocio rentable.

De otra manera no sueñe que le van a hacer caso.

(Las guerras, olvide la propaganda de cualquier color, son empresas comerciales. Si no hubiera guerras en el mundo durante todo un año, ni carrera armamentista, se produciría una crisis económica mundial de proporciones incalculables; suena feo, pero es la verdad).

¿Imagina cuánto cuesta mover una tropa, digamos, de cinco mil uniformados? Primero, hay que trasladarlos del lugar donde estaban acuartelados (cuidando de no «desvestir un santo para vestir a otro»). Después, hay que disponer de los elementos de transporte, pues las tropas no se mueven mediante varitas mágicas, sino mediante complicadas operaciones de desplazamiento.

Sepa usted, por cierto, que el momento de mayor riesgo para una tropa es el desplazamiento. Por tanto, para movilizar a esos cinco mil uniformados hace falta una operación que incluya la protección de las tropas.

También se ha de considerar otros elementos organizativos y logísticos, pues esas tropas no van a ir «a pecho descubierto». Además de las diferentes vituallas, hay que contar con abundantes raciones de combate, pues no es posible saber cuánto tiempo durará la operación (cualquiera sabe cuándo comienza una guerra, pero no cuándo termina), y no hay razón para pensar que los van a recibir con banquetes de bienvenida. Sin contar que habrá que reponer municiones y armamento, lo cual resulta bastante caro.

¿Y qué me dice del aspecto político? Porque esas fuerzas armadas no «se mandan» a sí mismas; salvo que el país al cual usted convenció de derribar al gobierno sea una monarquía absoluta, lo más probable es que haya un parlamento y una opinión pública a quienes convencer de que ese gasto del dinero de los contribuyentes está justificado (en términos exactos: de que es un buen negocio).

Puede ocurrir que ese gobierno suyo que tan mal le cae no se desplome así como así, y entre los interventores haya muertos (a cuyas viudas habrá que asegurar una pensión) y heridos (a quienes habrá que trasladar, curar y, si quedan mutilados, pensionar de por vida). Eso encarece la operación.

Vaya, que usted tendrá que tener un lápiz muy bien afilado si quiere convencer a algún país para que le haga el favor de derribar al gobierno que tan mal le cae.

Alcalde de Miami, Francis Suárez, pide intervención militar de EE.UU. en Cuba para “proteger al pueblo”. Foto: AP

Supongamos que la cuenta da (su país tiene riquezas de las cuales los interventores se apropiarán para resarcir pérdidas y obtener ganancias, como en todo negocio), se derroca al gobierno que le cae mal, y los interventores logran recuperar la inversión. Usted, satisfecho y agradecido, les pide que se retiren. ¿Lo hacen? ¿Conoce usted algún caso en que eso haya ocurrido?

¿Una tropa interventora llega, derriba un gobierno que disgustaba a alguien y se retira, sin más ni más? ¿No deja detrás, cuando menos, una Enmienda Platt, como en Cuba? Por más que me esfuerzo, no recuerdo alguna ocasión en que haya ocurrido algo parecido.

Lo que me viene a la mente es Libia, uno de los países con más desarrollo (o el de más desarrollo) de África. Un día sufrió una intervención militar extranjera porque de repente los gobiernos occidentales se acordaron de que su presidente era un dictador y, como eso es algo muy malo, era necesario derrocarlo.

Como resultado, Libia prácticamente no existe en estos momentos.  (Pasemos por alto los miles de muertos, la mayoría civiles, y los que siguen muriendo).

Otro ejemplo que se me ocurre es Irak, cuyo presidente de repente dejó de ser amigo de los norteamericanos (lo fue mucho tiempo; por ejemplo, ahorcó a los miembros del partido comunista iraquí, usó armas químicas facilitadas por los occidentales contra los kurdos, y atacó a Irán, también con armas occidentales). A partir de ese momento pasó a ser una amenaza para Estados Unidos, por las armas de exterminio en masa que poseía. Con ese argumento se convenció al congreso y a la opinión pública mundial de la necesidad de derrocar al presidente de Irak…

Nadie ha sido capaz de contabilizar la cantidad de muertes ocasionadas por esa intervención militar, e Irak jamás ha vuelto a alcanzar los niveles de desarrollo que tenía antes de ella (tampoco ha conocido un día de paz desde entonces).

Lo curioso es que décadas después de la intervención que destruyó a Irak (que no ha terminado del todo) nadie ha visto las famosas armas de destrucción masiva.

Libia e Irak son buenos ejemplos de las consecuencias para un país cuando se produce una intervención extranjera. Pero a través de la historia del planeta se pueden encontrar ejemplos en abundancia, no hay que pensar que es un invento de norteamericanos ni de los tiempos modernos.

No obstante, usted, que está informado de lo que he relatado, sigue teniendo todo el derecho del mundo a pedir la intervención extranjera en su país para que derroque al gobierno que tan mal le cae. Que se destruya el país y muera un montón de inocentes no es tan importante, ¿verdad?

Por tanto, para ser consecuente con usted mismo:

  1. a) No olvide los antes mencionados derechos del Estado, sobre todo, tenga presente que en algunos países existen leyes que consideran la incitación a la intervención militar extranjera como crimen de traición a la patria. Y se aplican.
  2. b) No pretenda que sus conciudadanos lo consideren un patriota. Ser patriota y solicitar intervención extranjera contra el propio país no son elementos concordantes. Eso no tiene por qué importarle a usted. Asúmase: Usted no es un patriota y ya; está en su derecho de no serlo.
  3. Asúmase, repito: Usted está por la intervención militar extranjera en su país, para deshacerse del gobierno que no le gusta; por tanto, no ande con subterfugios, olvídese de la corrección política y proclámelo abiertamente. Es su derecho. No acuda a innecesarios eufemismos.

No diga, por ejemplo, que pide un corredor humanitario para su país. Pida abiertamente lo que quiere pedir. De lo contrario, se muestra como un ignorante o como un hipócrita. Y usted no desea que lo consideren ni lo uno ni lo otro.

Usted no es un hipócrita y usted sabe que un corredor humanitario es, en esencia, una operación militar. Una forma de intervención militar. Afróntelo.

Convocatoria a una Intervención Militar estadounidense en Cuba lanzada desde la Florida, con 270,000 firmas

Los corredores humanitarios son vías que facilitan la circulación segura, libre de ataques, de la ayuda humanitaria y de las víctimas de los conflictos armados.

Esto es: un corredor humanitario se crea porque existe, previamente, una situación de conflicto armado entre bandos diversos (en ocasiones son más de dos). Es decir, para que se establezca un corredor humanitario tiene que existir un conflicto bélico en desarrollo.

Por lo común, esos corredores humanitarios se garantizan mediante la presencia militar de una «fuerza neutral», la cual se coloca entre las partes beligerantes. Sirve para la evacuación de heridos o de civiles atrapados entre los fuegos. (En ocasiones sirve para acciones «menos santas», como favorecer a una de las partes del conflicto, o para saquear las riquezas del lugar, pero eso es «peccata minuta»).

Por tanto, usted tendría que provocar primero un conflicto armado en su país para solicitar después la creación de un corredor. Y tambien tiene que poner de acuerdo a los bandos enfrentados, para que no le caigan a bombazos a la «fuerza humanitaria» que usted solicitó.

Pero eso no es lo que usted quiere, es demasiado complicado. Dígalo, pues, de forma directa, para que no haya confusión: Usted no pide un «corredor humanitario» para su país (pues nada lo justifica).

Usted lo que quiere es una intervención militar extranjera que le quite de encima a ese gobierno que tan mal le cae. Y ya. Es su derecho. Proclámelo con todas las letras. Nada como la correcta expresión de las ideas.

(Lea aquí la posición del Consejo Editorial de La Joven Cuba sobre los eventos del pasado domingo)

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