Intentan dar un golpe a la Revolución, más bajo que nunca; lo hacen cuando a Cuba le duele, como jamás, la pandemia de la COVID-19; lo hacen cuando los ojos trasnochados de médicos y enfermeros no les quitan la mirada de encima a los monitores y a los ventiladores pulmonares, que sostienen la vida, en este minuto, de decenas de cubanos en las terapias intensivas de los hospitales de esta isla, que respira gracias, también, a los huesos calientes de sus guerreros muertos, de los padres fundadores. Llaman a tomar las calles. ¡Qué crueldad! No solo persiguen más contagio con el maldito coronavirus; sino, con la violencia.
Intentan dar un golpe, más bajo que nunca; lo hacen cuando los desabastecimientos se elevan a cotas insospechadas por un demencial bloqueo estadounidense, que para algunos es un espejismo, un delirium tremens del Gobierno cubano.
Hasta San Antonio de los Baños llegó el Primer Secretario del Comité Central del Partido y Presidente de la República, Miguel Díaz-Canel Bermúdez. Fue a pecho descubierto; el pueblo resultó su mejor escudo. Lo aseguró en su comparecencia al filo de las cuatro de la tarde de este domingo por la Televisión Cubana; donde advirtió de convocatorias anunciadas por las redes sociales, que pretenden subvertir el orden en localidades cubanas. Más de un llamado virtual también se ha lanzado para colmar plazas y parques de Sancti Spíritus. Hasta ahora, la tranquilidad no ha cedido aquí su espacio a la incertidumbre en la calle, alimentada por los anexionistas, esos que “buscan coléricos la mancha o defecto y gozan cuando la hallan”. Así los describió José Martí.
Quienes intentan dar el golpe bajo al proyecto sociopolítico cubano no son solo los que han salido a esta o aquella plaza denostando al Presidente Díaz-Canel; los verdaderos manipuladores se han turnado la silla presidencial de la Casa Blanca por más de 60 años, y la Revolución sigue y seguirá ahí, aquí.