Hay noticias que conmueven más allá del dolor por la partida; sobre todo cuando se va una vida fecunda. Sergio Hernández Reyes no pudo terminar el surco en que lo puso la COVID-19, esa cruel enfermedad que nos llevó este 7 de julio a “un buen hombre”, escribió su amigo Jorge Hernández Dávila en la red social Facebook, luego de ubicar uno de sus primeros itinerarios agrícolas, a mediados de la década de los 90 en la Empresa Valle del Caonao.
Sergio vivió para la Agricultura, puede escribirse con honra en esta especie de lápida pública, en la que Escambray teje con agujas de dolor algunos pasajes de este hijo de Meneses, en Yaguajay; donde dicen que hoy no cabía más gente en ese pueblo para despedirlo.
Temprano hizo saber a sus padres el amor por los animales, una vocación que lo llevó al estudio de la medicina Veterinaria en un politécnico de Santa Clara; ni el mismo sabía entonces la obra multifacética y útil que tendría por delante; tampoco que hasta allí llegaría su aprendizaje académico, por más que le insistieron en la superación; “pero sabía más que cualquier Master”, afirma Natacha Rosas Pinto, jefa de cuadros en la Empresa Agropecuaria Integral Sancti Spíritus.
Desde joven lo amarró el compromiso con su país y el mundo agropecuario. Como “un hombre intrépido, emprendedor y sistemático”, lo describe el sabio ganadero Ramón Balmaceda, quien lo vio crecerse también como pedagogo, dirigente político y administrativo en la Agricultura, esa asignatura a la que consagró la mayor parte de su medio siglo de vida.
Puede decirse que fue un cuadro tan versátil, que hilvanó un recorrido laboral diverso y siempre exigente: director de la Empresa Provincial de Acopio, subdelegado de recursos humanos, coordinador de proyectos, director de la Empresa Agropecuaria Cabaiguán y desde octubre de 2016 organizador y director de la Empresa Agropecuaria Integral Sancti Spíritus; tal vez la obra cumbre de su carrera agrícola, convertida en referencia para otras regiones del país.
Pero no fue Sergio un dirigente de oficina; su paso lo labró a pura modestia, cordialidad e intercambio; fue un hombre de exponer argumentos y dar respuestas ágiles. “Para él no había tarea imposible y si algo le sobraba era dedicación al trabajo; nada lo motivaba más que visitar a los productores y oírlos, ‘porque de ellos tenemos que aprender’, decía siempre”; así lo suscribe Arasay Reyes Correa, directora adjunta en la entidad agrícola de Cabaiguán y una de sus discípulas.
Cuando atendió en la Delegación Provincial las UBPC marcó una etapa de trabajo con resultados por su constancia en esa actividad y vínculo con las unidades, refiere Eduardo Jiménez Calzada, directivo del sector. “Siempre le gustó tocar las cosas con la mano; luego dirigió el área de los recursos humanos y fue muy ducho en los asuntos de los sistemas de pago y la eficiencia, eso fue lo que lo hizo triunfar después en el sector empresarial”, subrayó.
“Pero lo más distintivo en Sergio —añadió—, era su carisma, una persona muy sociable, hasta jaranero sin dejar de ser responsable; varias veces en análisis de trabajo, cuando se ponía el debate fuerte, el decía: ‘el que la pescó, que la escame’; o sea, que el responsable de la tarea la resolviera; así era nuestro compañero Sergio, un líder en cada lugar donde trabajó y con maneras muy suyas de comunicar las ideas”.